«Nos manifestamos porque queremos que Polonia sea de los polacos y no de los extranjeros», «Los homosexuales están en el Parlamento y los judíos gobiernan el país y han hundido Polonia», «la raza blanca está en peligro en Polonia y Europa». Esos eran los mensajes de los grupos nazi-fascistas que marcharon el pasado 11 de […]
«Nos manifestamos porque queremos que Polonia sea de los polacos y no de los extranjeros», «Los homosexuales están en el Parlamento y los judíos gobiernan el país y han hundido Polonia», «la raza blanca está en peligro en Polonia y Europa». Esos eran los mensajes de los grupos nazi-fascistas que marcharon el pasado 11 de noviembre en Polonia y se enfrentaron de manera violenta con Antifascistas que pretendieron frenar la concentración. Como reporta el Diario Octubre, «los nazi-fascistas aprovecharon la festividad del 11 de noviembre – cuando los polacos conmemoran la independencia de su país, en 1918 – para expresar odio, intolerancia y violencia. La mayoría eran polacos, pero también asistieron nazi-fascistas de países como Alemania, Ucrania, República Checa, Eslovaquia y Hungría».
Por otra parte, la organización extremista alemana Clandestinidad asesinó entre 2000 y 2007 a nueve comerciantes extranjeros – ocho turcos y un griego -, además de una gendarme alemana, sin que las autoridades fueran capaces siquiera de relacionar los casos. El ministro de Interior de Alemania, Hans-Peter Friedrich señaló: «Es muy preocupante constatar que no se estableció a tiempo ninguna relación entre los sectores de la extrema derecha de Turingia -uno de los estados alemanes – y la serie de asesinatos cometida en toda Alemania».
El ascenso de la ultraderecha en países como Finlandia, Austria, Dinamarca, Noruega, Holanda, Francia y Suecia es vertiginoso. Partidos como Frente Nacional (Francia), Unión Democrática de Centro (UDC) (Suiza), el Partido para la Libertad (Holanda), Demócratas de Suecia (SD) – por citar algunos -, con discursos que arremeten contra inmigrantes e islámicos, ascienden en la lidia política. Las actuales dinámicas sociales, signadas por el desconcierto de las mayorías y el desequilibrio del poder imperante, condicionan una furibunda violencia ultraderechista. En Estados Unidos encuentran un escenario propicio para su despliegue, como ocurrió durante el mandato de George W. Bush. Los crímenes cometidos por los llamados grupos de odio en la sociedad estadounidense ya superaron al año anterior, teniendo como principales móviles el racismo y el fanatismo religioso. Clarence Dupnike – sheriff del distrito de Pima, Arizona – al evaluar la masacre de Tucson aseguró: «La rabia, el odio, el fanatismo que tiene lugar en este país, se están volviendo escandalosos».
En las décadas del setenta y ochenta del pasado siglo, la escalada de la ultraderecha tuvo en el ámbito de la cultura un cimiento desde el cual invadió todo el escenario político. El ataque contra el «multiculturalismo» es una de sus principales expresiones actuales, apropiándose de las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones. Para ellos, la eliminación de cualquier viso de diversidad cultural es condicionante para «salvar» a esas sociedades. El «voluntarismo e irracionalismo, principios sustentados en la teoría del superhombre y en el culto a la acción», los lleva a percibir como una cruzada salvadora la masacre de Anders Behring Breivik, en Noruega. En lo que define como su manifiesto Behring Breivik, asegura: «No se puede derrotar a la islamización o detener /revertir la colonización islámica de Europa del Oeste, sin quitar primero las doctrinas políticas manifestadas a través de la multiculturalismo/marxismo cultural».
Ante la crisis económica se apela al «miedo por el desorden en Occidente, generado por europeos y americanos», se critica el llamado «hedonismo seguro», responsable del actual «apocalipsis económico – social», desde sus discursos defienden los «valores tradicionales» – trabajo, familia, etc.-, y construyen una «memoria colectiva fantaseada». Si durante la década de los ochenta los ideólogos de la derecha posicionaron un discurso ahistoricista, en la actualidad este se reacomoda en un ejercicio de reescritura de la historia. En el estado de Texas, la Junta de Educación planea una reconstrucción del discurso historiográfico desde una resignificación que enaltezca los momentos más grises en la historia de los Estados Unidos. Algunas propuestas de textos legitiman ideas como:
- «La historia posterior a la Guerra Civil se reescribió y convirtió a los refinados sureños, propietarios de plantaciones, en monstruos que maltrataban a los esclavos negros. En realidad, esta refinada clase social era el epítome de las virtudes de la civilización. Compárese su benévolo dominio con el de los saqueadores oportunistas y pillos durante la era de la Reconstrucción. Ellos obligaron a los valientes sureños a unirse al Ku Klux Klan para defender la cultura local»
- «Reagan comprendió nuestra historia excepcional y la intención de Dios de armar a los ciudadanos contra humanos y animales que se meten en propiedad ajena y son lo bastante estúpidos como para ponerse a tiro».
En la obra La era de la sinrazón en Estados Unidos (The Age of American Unreason, 2008)- Susan Jacoby señala: «Estados Unidos está enfermo con una poderosa cepa mutante que vincula ignorancia, anti-racionalismo y anti-intelectualismo. La virulencia de esta epidemia es inseparable de una negligencia que es, paradójicamente, agresiva y pasiva».
El fundamentalismo religioso neocons vuelve a copar los primeros planos, esta vez con David Barton como líder. Los encuentros de Barton con los candidatos republicanos a las presidenciales del 2012 -sobre todo con miembros del Tea Party – se suceden, e incluyen a Mike Huckabee, Newt Gingrich y Michele Bachman. Gingrich aseguró que de ser elegido como candidato republicano lo designará como asesor de campaña. Las supuestas profecías de Barton tienen bases históricas y bíblicas. Huckabee asegura que Braton es «quizás el mayor historiador sobre la naturaleza espiritual de los primeros tiempos de Estados Unidos». Derek Davis, director de estudios sobre la iglesia y el estado en la Universidad Baylor, considera sus propuestas como «un montón de distorsiones, medias verdades e historias torcidas».
Las vertientes derechistas del pensamiento europeo, por su parte, hablan no sólo del agotamiento de la izquierda, sino del modelo socialdemócrata, al que atribuyen los actuales problemas del capitalismo. Por eso se sienten con el legítimo derecho de subsanar la anarquía del sistema capitalista. En Gran Bretaña la revolución conservadora inglesa, desde la «guerra de posición» de Margaret Thatcher a la «Tercera Vía» de Tony Blair -partidario de la «New Britain» -, dejó huellas indelebles en las fuerzas socialdemócratas. En este momento el ala más derechista de los tories -conservadores -, presiona al gobierno de David Cameron para la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, protagonizando la mayor revuelta en las filas conservadoras desde su elección.
A las elites de poder no les importa tanto cómo funcionen la ONU y otros organismos internacionales, lo importante es como marcha el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC) o la OTAN, y que esos mecanismos de control financiero hagan caer sobre los pobres las políticas de ajuste y regulación del déficit fiscal. Vivimos tiempos de confrontación, no sólo en el escenario global sino hacia el interior de los países. Es evidente el tránsito del modelo de contención de George Kennan – imperante durante la Guerra Fría – a un post bipolarismo articulado sobre la base del «Choque de Civilizaciones» de Samuel Huntington. Aquellos que pronosticaron tras la caída del campo socialista un tránsito hacia un mundo multipolar, son testigos del derrumbe total de la ONU como sistema de seguridad colectivo y del desplazamiento desde una diarquía – Estados Unidos – UE – hasta un sistema monárquico liderado por la Casa Blanca.
Desde los sucesos del 11 de septiembre, invaden el escenario global posiciones de tendencia fascista como el antisemitismo, la xenofobia, el ultranacionalismo, el rechazo al islam, la homosexualidad y la inmigración, condicionantes de nuevas formas de violencia definidas por el periodista y escritor sueco Stieg Larsson como «el terrorismo ante el que cerramos los ojos».
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2011/11/19/el-terrorismo-ante-el-que-cerramos-los-ojos/