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El TLC y los apetitos del tiburón

Fuentes: Rebelión

Por las aguas del mar Caribe y del océano Pacífico anda un enorme tiburón que con sus fauces abiertas intenta devorar a las pequeñas sardinas representadas por Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Honduras y República Dominicana, cuyos gobiernos insisten en negociar con Estados Unidos el Tratado de Libre Comercio para Centroamérica (TLC). Con economías […]

Por las aguas del mar Caribe y del océano Pacífico anda un enorme tiburón que con sus fauces abiertas intenta devorar a las pequeñas sardinas representadas por Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Honduras y República Dominicana, cuyos gobiernos insisten en negociar con Estados Unidos el Tratado de Libre Comercio para Centroamérica (TLC).

Con economías endebles y pobres, las naciones centroamericanas y República Dominicana tras la conclusión del acuerdo, se convertirán primero en un apéndice de Estados Unidos para después depender completamente de las decisiones de Washington.

Las cinco naciones centroamericanas que en mayo del 2004 firmaron en Washington el TLC, al que se unió en agosto República Dominicana, tienen en total un Producto Interno Bruto (PIB) de 66 500 millones de dólares mientras que su contraparte estadounidense cuenta con 11 500 billones de dólares, además de poseer enormes y poderosas empresas transnacionales.

Hasta el momento los parlamentos de El Salvador, Honduras y Guatemala han ratificado el Tratado y quedan pendiente que lo hagan los Congresos de Costa Rica, Nicaragua, Dominicana y Estados Unidos.

Desde hace varios meses, organizaciones sociales, sindicales y partidos de oposición en los diferentes países han salido a las calles para protestar contra la conclusión del acuerdo pues saben que se les viene encima un período de mayor pobreza e inseguridad cuando las compañías privadas se acaben de adueñar de las industrias y los servicios nacionales en detrimento de la mayoría de la población.

En El Salvador, miles de manifestantes han recorrido las principales avenidas de la capital para protestar por la decisión de los parlamentarios de ratificar el TLC y contra las políticas neoliberales.

Raúl Moreno de la organización Sinti Techan, aseguró que en las demostraciones participan muchas personas del interior del país y aseguró que el Acuerdo traerá el aumento de las privatizaciones, retroceso en la aplicación de los derechos laborales, el irrespeto de la propiedad intelectual nacional y obstaculizará la producción de medicamentos genéricos.

Más de 80 organizaciones, entre ellas indígenas, campesinas, sindicales y gremios de maestros, aglutinadas en el Bloque Popular y la Coordinadora Nacional de Resistencia acusaron al gobierno y a parlamentarios hondureños de «traidores a la patria» por haber ratificado el Tratado con Estados Unidos. Numerosas demostraciones se han sucedido en Tegucigalpa y otras ciudades como San Pedro Sula, Choluteca, El Paraíso y Danli.

Similar situación ocurrió en Guatemala pero en esta nación, el ejército arremetió contra los manifestantes con saldo de cuatro muertos y decenas de heridos.

En Nicaragua, el segundo país más pobre de América Latina y el Caribe después de Haití, la situación es asfixiante. Con exportaciones anuales que solo le representan entradas por 1 030 millones de dólares, deberá pagar en el 2005, cerca de 500 millones de dólares por la adquisición de petróleo.

El aumento en el precio del combustible motivó que la distribuidora española FENOSA presionara para que se aumentara el costo de la electricidad en un 11.83 %.

El Instituto Nicaragüense de Energía determinó que el alza fuera de 5,9 % lo que afectará directamente a la población que sobrevive con altos índices de pobreza e inseguridad.

Pero el mayor temor entre sus habitantes es que tras la conclusión del TLC, las compañías privadas nacionales y multinacionales impondrán y fijarán a su arbitrio los precios de los productos de primera necesidad y de servicios como el agua, la salud y la educación sin que el Estado pueda tener fuerzas para contrarrestarlo.

El problema fundamental estriba en que, según los acápites del Tratado, se da un trato igualitario a las diferentes partes a pesar de que no lo son pues existen diferencias económicas abismales entre Estados Unidos y los demás futuros miembros, lo que provoca la competencia injusta.

Es decir, no servirá para nada que Honduras tenga en Estados Unidos 250 millones de clientes cuando su país no tiene capacidad para producir algo que valga la pena o sea competitivo con los que tienen la tecnología.

En las empobrecidas naciones centroamericanas, el sector agrícola, que aporta el 30 % del Producto Interno Bruto (PIB) también estará destinado a desaparecer pues a las transnacionales les será relativamente fácil adueñarse de las tierras para imponer el tipo de producciones que determinen, con la consecuente desnacionalización del país.

Organismos internacionales aseguran que cerca del 60 % de los pobladores de Centroamérica (un poco más de 30 millones de personas) viven en los distintos niveles de pobreza y la mayoría subsiste del trabajo agrícola.

La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) puntualiza que otro 40 % de esa población se encuentra en el sector informal de la economía, en empresas de autoempleo que reflejan un elevado grado de pobreza, sin capacidad de capitalización y expuestas a permanente riego.

En la práctica, las negociaciones del TLC son desiguales pues los borradores han sido elaborados en Estados Unidos bajo sus propios patrones y los temas neurálgicos para los centroamericanos como el migratorio, laboral y ambiental no son del interés de Washington y pasan a segundos y terceros planos.

A pesar de estas realidades, el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su Panorama de la Economía Mundial-Abril 2005 insistió en que esas naciones deben ratificar el Tratado para promover el «largamente esperado impulso al desarrollo» y entre las orientaciones a seguir afirma que deberán «acelerar reformas estructurales apoyadas por políticas fiscales y monetarias firmes, así como encarar los retos de competitividad en los mercados más importantes de sus exportaciones».

¿Podrán los agricultores centroamericanos sin subsidios y con enormes atrasos técnicos competir con compañías multinacionales agroalimentarias que desbordan los mercados con maíz, arroz, sorgo y otros productos? ¿Qué será de los cientos de pequeñas empresas nicaragüenses, hondureñas, dominicanas o guatemaltecas cuando las cadenas como Wal-Mart llenen sus países con todo tipo de materiales y productos?

No es menos cierto que el FMI, como ya es costumbre, está ayudando a que el peligroso tiburón devore a las pequeñas y endeudadas sardinas.