El triunfo de Fernando Haddad en la elección por la alcaldía de San Pablo resulta un importante avance político para el Partido de los Trabajadores (PT). La capital paulista había resultado -a pesar de las experiencias de gobierno petistas de Luiza Erundina (1989-1993) y de Marta Suplicy (2001-2005)- un distrito donde se concentraban rechazos al […]
El triunfo de Fernando Haddad en la elección por la alcaldía de San Pablo resulta un importante avance político para el Partido de los Trabajadores (PT). La capital paulista había resultado -a pesar de las experiencias de gobierno petistas de Luiza Erundina (1989-1993) y de Marta Suplicy (2001-2005)- un distrito donde se concentraban rechazos al oficialismo y un bastión electoral del opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). En esta última elección, el candidato del PSDB, el ex alcalde de San Pablo José Serra no pudo evitar quedar -según ciertas encuestas- restringido a franjas de mayor edad, renta y más conservadoras de San Pablo. De este modo, una parte importante del voto entusiasmado con una innovación que en primera vuelta se había volcado por Celso Russomanno -el candidato evangelista-televisivo que tuvo un estelar ascenso en el primer tramo de la campaña y se desinfló en las últimas semanas a partir de los ataques de los candidatos del PT y PSDB- se volcó en el ballottage hacia Haddad.
Este triunfo alimenta el capital político de Lula, quien apostó personalmente por este candidato, participando activamente en la campaña electoral. Una muestra más de la aguda percepción de este último para elegir candidatos viables para su partido, que ya había demostrado en ocasión de pronunciarse por la actual presidenta Rousseff para su sucesión. La importancia de este nuevo triunfo para Lula no es menor, puesto que el ex mandatario fue duramente criticado en los últimos meses por los medios de comunicación durante el juzgamiento del escándalo del «mensalao», a partir del cual se condenó a funcionarios clave de su gobierno -incluyendo a los históricos dirigentes partidarios José Dirceu y José Genoíno- bajo la acusación de haber comandado pagos a parlamentarios de la base aliada a cambio de votos en el Congreso. Finalmente, el impacto en el electorado de este juzgamiento, anunciado como el «juicio del siglo» por la gran prensa paulista, fue menor del esperado por estos vehículos de comunicación.
Entre las múltiples consecuencias que se pueden interpretar a partir de estos resultados, se afirma la posibilidad de concebir al PSDB como un «partido en crisis». A pesar de conservar importantes alcaldías y gobiernos estaduales, y representar dentro del sistema político brasileño el partido más competitivo de oposición al PT, el PSDB atraviesa actualmente una crisis política e ideológica que permite una ampliación de perspectivas para pequeños partidos (el PSB y el PSD, entre otros).
La crisis ideológica de los tucanos del PSDB remite a su incapacidad para defender su ideología pro-mercado frente a una ciudadanía que mayoritariamente valora los resultados de una sostenida intervención del Estado en la economía de los gobiernos petistas (que incluye el exitoso plan Bolsa Familia, el cual ha contribuido para el ascenso de una franja popular hacia lo que se ha denominado como una «nueva clase media»). En reemplazo de sus carencias ideológicas, el PSDB ha intentado de forma infructuosa centrar su estrategia en las denuncias por ineficiencia y corrupción hacia el PT (quienes busquen un ejemplo, vean la actuación de Serra en estas últimas elecciones paulistas).
Por otra parte, aunque directamente relacionada, se encuentra su crisis política. En este partido débilmente articulado a nivel de su densidad militante, la crisis resulta claramente identificable en la ausencia de liderazgos competitivos del partido a nivel nacional, capaces de proyectarse frente a los líderes del PT (las últimas encuestas ubican tanto a Lula como a Dilma por encima del 60 por ciento del apoyo de los brasileños para las elecciones de 2014). En este sentido, sus tres figuras más importantes y que se encuentran activas políticamente han perdido competitividad para una disputa electoral a nivel presidencial. Comenzando por José Serra, que a su última derrota en San Pablo suma las de 2002 frente a Lula y las de 2010 frente a Dilma; le siguen el actual gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, quien perdió en 2006 frente a Lula; así como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, quien se mantiene como la conciencia simbólica del partido a sus más de 80 años.
Frente a este escenario, la única figura con posibilidades de disputar la presidencia resulta quien seguramente enfrentará al candidato del PT en 2014: Aécio Neves. Político moderado de Minas Gerais, nieto del fallecido Tancredo Neves y ajeno al núcleo fundador paulista al que pertenecen los anteriores mencionados, tiene muchos desafíos por delante. El primero, demostrar qué trae de nuevo a la escena política que le permita competir con los exitosos gobiernos del PT a nivel nacional.
Ariel Goldstein es Sociólogo (UBA). Becario Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc).
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-206671-2012-10-30.html
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