Apenas vamos en la segunda fase del tsunami financiero global, creado por EU, el país más irresponsable del mundo. Dean Baker, analista del rotativo británico The Guardian (3/10/08), fustiga que «el pánico financiero fue provocado por el presidente Bush». El rescate de Paulson-Bernanke-Bush se parece más a sus similares fracasados de Japón y México, en […]
Apenas vamos en la segunda fase del tsunami financiero global, creado por EU, el país más irresponsable del mundo. Dean Baker, analista del rotativo británico The Guardian (3/10/08), fustiga que «el pánico financiero fue provocado por el presidente Bush».
El rescate de Paulson-Bernanke-Bush se parece más a sus similares fracasados de Japón y México, en lugar del exitoso modelo escandinavo. Desde la década de los noventa Japón no sale de su inopia económica (ahora acaba de volver a entrar en recesión, según The Economist, 03/10/08) y sobre el cataclismo del Fobaproa/IPAB en el «México neoliberal prianista» es preferible callar ante tanta evidencia nauseabunda. Apenas vamos en la segunda fase del tsunami financiero global (ver Bajo la Lupa, 21/9/08), creado por EU, el país más irresponsable del mundo. Dean Baker, analista del rotativo británico The Guardian (3/10/08), fustiga que «el pánico financiero fue provocado por el presidente Bush».
Una «deflación financiera» con un «desapalancamiento» brutal (deleveraging) sumado de una «estanflación económica» -por cierto, título de nuestra reciente ponencia magistral premonitoria en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM (ver Bajo la Lupa, 17/9/08)- no deja ileso a nadie; ni a las ilusiones del jihadista neoliberal Calderón.
Los suicidios ya empezaron, los linchamientos de empresarios y el reclamo de encarcelar a los banqueros (sobra sentenciar que son unos «bandidos», como les llaman en EU, porque constituye un pleonasmo a su profesión desregulada), en particular, los gobernadores centralbanquistas del G-7 correctamente puestos en la picota por Ambrose Evans-Pritchard, aterrado ante la probabilidad de una «desintegración» (¡súper sic!) del sistema financiero internacional (The Daily Telegraph, 6/10/08).
¿Y qué de la periferia tropical como el «gobernador» cordobista Ortiz Martínez, del Banco de México, quien tanto daño ha causado en México desde el Fobaproa/IPAB, al unísono de los hermanos Werner Wainfeld (Martín y Alejandro Mariano), quienes se despachan con la cuchara grande en la Secretaría de Hacienda mediante sus presuntos vínculos obscenos con Goldman Sachs y banca Mifel?
En forma demencial, Ortiz Martínez elevó las tasas de interés en la peor coyuntura, en lugar de reducirlas, lo cual aceleró la inanición económica en México. Su demencia es producto de la «autonomía» del Banco de México, «un estado dentro del Estado», gracias a un Congreso castrado y a un Ejecutivo postrado ante el fracasado monetarismo neoliberal centralbanquista.
La prensa europea, en particular la británica, exhibe un pánico indescriptible y pone en evidencia la falta de acciones colectivas. Ambrose Evans-Pritchard alerta a la «desintegración de las finanzas globales en pocos días» de la que «nadie escapará» y hace el recuento de las múltiples nacionalizaciones de bancos en toda Europa.
Revela que el «mercado de papel comercial en EU ha sido cerrado. Se contrajo a 95 mil millones de dólares la semana pasada y ha perdido 208 mil millones de dólares en tres semanas», y los préstamos interbancarios son inexistentes: «es un mercado fantasma».
Bajo la Lupa (28/09/08) ya había descrito al «fantasma financiero» de los «derivados» para lo cual «hasta la fecha no existe terapia alguna para su captura».
Al The Financial Times le aflora su racismo antilatino y anti Mediterráneo al burlarse del acrónimo despectivo «PIGS», que engloba en sus siglas en inglés a Portugal, Italia, Grecia y España.
El presidente francés Nicolas Sarkozy, actualmente a cargo de la rotación de la presidencia de la Unión Europea, convocó a una reunión urgente de los cuatro miembros europeos del G-7 (Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia), que desafortunadamente no consiguió una posición unificada cuando cada país prefirió adoptar sus propias medidas de emergencia. Es el caso de Alemania, que después de haber criticado las medidas unilaterales de Irlanda (que garantizó los ahorros individuales y los extensos depósitos de las empresas), acabó aplicando la misma receta, mientras rescataba con 250 mil millones de dólares a su segundo banco hipotecario Hypo Real Estate, que había exhibido profundas horadaciones en su filial irlandesa Depfa.
Sucedió que las exageradas garantías a los depósitos en Irlanda provocaron una atracción masiva de capitales de Alemania y Gran Bretaña. ¿Quién empujó a Irlanda a tomar tal medida desestabilizadora? ¿Habrá sido Wall Stret, que aplicó el «síndrome Sansón»?
David Wighton (The Times, 6/10/08) teme que «el peor escenario se acerca rápidamente», pues pone en peligro la cohesión de la eurozona (a la que no pertenece Gran Bretaña). Asistimos a la balcanización financiera de la Unión Europea y a la congelación del tratado de Maastricht que obliga a un tope deficitario de 3 por ciento, que no podrá ser respetado en un mínimo de cuatro años debido a las múltiples nacionalizaciones y rescates in extremis, que sería el caso de los despreciados «PIGS» y la respetable Francia.
La desarticulación es enorme y ha golpeado la cotización del otrora invencible euro. Es valiosa la idea francesa de convocar al G-8, sumada de China e India, para formular un nuevo sistema financiero internacional. Urge un nuevo Bretton Woods entre las grandes potencias del planeta, específicamente EU, la UE y el BRIC para limitar los daños creados por el régimen torturador bushiano. Solamente un triunfo de Obama en el espíritu de un nuevo pacto social al estilo de Franklin Roosevelt podría apaciguar el tsunami financiero y atemperar la neurosis entendible de los ahorradores.
El primer ministro francés François Fillon no se masca las palabras y sentencia que «el mundo se encuentra al borde del precipicio por culpa de un sistema irresponsable» y denuncia sin tapujos al «capitalismo descarriado». A su juicio, «el desplome era «previsible (¡súper sic!) y obliga a ordenar un sistema «incontrolable y sin ética» mediante la «construcción de nuevas regulaciones» y la «instauración de nuevas relaciones entre el Estado y el mercado» (Le Monde, 4/10/08).
Lo peor es creer que algún rincón del planeta escapará del tsunami financiero estadunidense que se tornó global. Nadie se salvará: ni el fantasioso jihadista neoliberal Calderón, quien alardea de que le fascinan las «emociones fuertes». La verdadera contabilidad consistirá en registrar quiénes perderán menos, como China, que, pese a todo, sufrirá severos coletazos económicos, según admiten sus lúcidos analistas. Hoy Calderón, como ayer el locuaz Fox, no se percata de la decadencia (peor aún: desintegración) del modelo estadunidense y su pulverización financiera, al haber alcanzado tales grados de adicción ideológica y/o sometimiento geopolítico petrolero para hacer el ridículo de tocar la campana, como vulgar monaguillo de Wall Street, del cierre bursátil en Nueva York en plena debacle.