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El último acto de la crisis de la deuda

Fuentes: Diagonal

El último acto de la obra teatral «Crisis de la Deuda», representada en la sala Bruselas con el nombre «Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria», ha cosechado un sonoro fracaso de asistencia con casi la totalidad de las butacas vacías, pese al esfuerzo de los productores, […]

El último acto de la obra teatral «Crisis de la Deuda», representada en la sala Bruselas con el nombre «Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria», ha cosechado un sonoro fracaso de asistencia con casi la totalidad de las butacas vacías, pese al esfuerzo de los productores, que destinaron incontables recursos en escenografía, luminotecnia y maquilladores. El clímax de la escena se alcanzó con la firma del Tratado, en cuyo reparto sólo actuaron 25 gobiernos de los países miembros de la Unión, con el mutis de Reino Unido e Irlanda. El texto entrará en vigor el 1 de enero de 2013 si doce de los 17 actores de la zona euro lo ratifican. Con el acuerdo se introducirá en las legislaciones internas la llamada «regla de oro» para el equilibrio presupuestario -un límite del 0,5% del PIB de déficit estructural, con la autorización de desvíos en casos excepcionales- , y se dotará a la Comisión y cualquier Estado de la UEM de poderes para denunciar ante el Tribunal de la Unión Europea a aquellos que no lo hayan inscrito en sus Constituciones.

Desde la productora y el personal de dirección y dirección técnica se insiste en que el guión y su adaptación pretenden trasladar al público un «importante paso para restablecer la confianza en la Unión Europea» y «prevenir la repetición de la crisis de la deuda soberana». A pesar de los esfuerzos pretenciosos, la obra sigue teniendo una trama llena de despropósitos, sobrescrita y con continuas transferencias de soberanía en ámbitos como el fiscal y el social, con supervisiones presupuestarias, tecnocracias, ataques al Estado del Bienestar en el empleo y sus derechos, las jubilaciones, la fijación de los salarios, la enseñanza pública y la sanidad. En suma, sin «querer» pertenecer al género de la farsa y la pantomima, sigue siendo un recopilatorio mix de tópicos burdos de ambas categorías.

Por tanto para conseguir que el mensaje cale en el público -cometido que ocurre en otras obras de culto sin llegar a ser superproducciones como este Tratado Internacional-, la trama necesita la ruptura total de los pueblos europeos con el ente Unión Europea.

Para ello, el mantenimiento y mejora del nivel de protección social y servicios sociales. La redefinición de la política de la competencia en pos de líneas de equidad y cohesión social, el desarrollo de un presupuesto europeo para la convergencia de los pueblos y economías europeas. La ejecución de una auditoria pública y ciudadana de los títulos de Deuda Pública, el incremento en los presupuestos nacionales en materia de educación, investigación y restitución de los daños medioambientales. Avance en el carácter redistributivo de la política fiscal, creación de una banca nacional y europea pública de crédito para la financiación de economía generadora de empleo e igualdad social, derogación de la desregulación en mercados financieros y los agentes financieros, evitando de esta forma la especulación. Fijación de tasas sobre las transacciones financieras especulativas con carácter disuasorio y recaudatorio, así como el fomento de las transacciones hacia la economía productiva. Regulación y establecimiento de las influencias de las agencias de calificación, así como un giro en el cometido del BCE con la creación de eurobonos. También establecer desincentivos a las empresas que no tenga efectos sobre el empleo por medio de la supresión de las exoneraciones concedidas, y la reducción de los desequilibrios comerciales entre los deficitarios y los superavitarios.

Como dijo el dramaturgo Antonin Artaud,»…se ha perdido una idea del teatro. Y mientras el teatro se limite a mostrarnos escenas íntimas de las vidas de unos pocos fantoches, transformando al público en voyeur, no será raro que las mayorías se aparten del teatro.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.