Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
¡Qué semana en el mercado de valores! El miércoles la bolsa vivió una bajada en picada de 360 puntos, seguida, dos días después, por un planchazo de 220 puntos. Cuando terminó, los trading pits se parecían más a una planta de embalaje de salchichas que al epicentro financiero del mundo. Después de la campana, negociantes abatidos pasaban de puntillas por la masacre camino a la botillería cercana para cargarse de vodka y cajas de vino barato – cualquier cosa que ayude a calmar los nervios y a olvidar la semana.
Todos lo veían venir: el choque de trenes. Fue sobre todo una continuación de la noche anterior, cuando los valores asiáticos fueron aporreados al llegar informes sobre un crecimiento más lento en EE.UU. y crecientes problemas en los mercados crediticios. Eso hizo tambalear el primer dominó. El anuncio del jefe de la Reserva Federal, Bernanke, de que la economía enfrentará «una aguda deceleración por la contracción del mercado de la vivienda» y un «aumento inflacionario por precios mucho más elevados del petróleo y por la debilidad del dólar,» tampoco ayudó a aliviar la situación. Sus observaciones provocaron una volatilización en los mercados monetarios mientras las acciones eran arrastradas al desolladero.
El mercado de Shangai fue el más afectado, cayendo cerca de un 5% antes de terminar el día. Taiwán y Hong-Kong le siguieron, cayendo un 3,9% y un 3,2% respectivamente. Los precios de las acciones en Japón bajaron un 2%. A la mañana siguiente, Wall Street se derrumbó. Fue una masacre.
Ahora es un mercado en baja. Al último toro se lo llevaron de Wall Street el viernes con un arpón en el pecho.
El contagio de las hipotecas subpreferenciales se ha extendido ahora más allá de EE.UU. y Europa a mercados en el Lejano Oriente. A nadie lo engañan las predicciones optimistas de Bernanke de que la economía se recuperará el próximo año, con resultados fuertes en el primer trimestre. Son estupideces y todo el mundo lo sabe. La economía se cayó por el pozo del ascensor y va camino al fondo. La confianza de los consumidores tambalea, la vivienda se desmorona, el capital extranjero escapa y bastaría un enjuague para los billetes verdes caigan a la alcantarilla. Los tranquilizantes de Bernanke no tienen sentido.
«No veo ningún cambio significativo en las amplias tenencias de dólares en todo el mundo. El dólar sigue siendo el activo de reserva predominante y preveo que ese continúe siendo el caso,» sostuvo ante el Comité Económico del Congreso. ¿De verdad? ¿Por qué entonces se derrumba el dólar si la gente no se está deshaciendo de esa moneda, Ben? ¡Qué comentario absurdo! El dólar ha perdido un 63% contra el euro y ha caído a un nivel bajo récord contra una canasta de divisas internacionales. Los bancos centrales e inversionistas extranjeros se libran del dólar lo más rápido posible antes de que pierda aún más valor. La caída del dólar ha sido el más deslumbrante cortocircuito de una moneda en los tiempos modernos y Bernanke actúa como si siguiera dormido con el interruptor en sus manos. Es una locura. El dólar sigue siendo apaleado por la poción milagrosa del bajo interés y el gigantesco déficit de la cuenta corriente. Si Bernanke vuelve a recortar las tasas de interés para sacar de aprietos al mercado bursátil, el dólar caerá por una falla irreversible de su sistema respiratorio. Los precios de los alimentos y del petróleo se dispararán hasta el cielo de un día al otro y se llevarán los despojos del dólar al cementerio más cercano.
El déficit comercial de septiembre fue otro golpe para el dólar menguante. El Buró del Censo informó el viernes que el déficit fue de 56.500 millones de dólares. ¡Son 684.000 millones de dólares por año! Bush ha estado cacareando sobre el «déficit en disminución,» pero las cifras no son como para cantar victoria. Todavía pedimos prestado más de lo que producimos. Todavía vivimos más allá de nuestros medios. Las cifras menores sólo reflejan la decadencia en la construcción de viviendas que es intensiva en su contenido importado. El hecho es que somos adictos al consumo alimentado por la deuda y que hemos olvidado que, en última instancia, los billones que hemos pedido prestados a acreedores extranjeros, tendrán que ser pagados. Si el dólar es reemplazado como la divisa de reserva mundial, tendremos que devolver 9 billones de dólares en deudas pendientes. Igual podríamos colgar ahora mismo el letrero «embargado» y ponernos trajes de trabajadores chinos.
Lo siguiente es de Bloomberg News:
«Mientras cae el dólar, crece la preocupación de que su debilidad pueda augurar el fin del reino de 62 años de la divisa de EE.UU. como la moneda preferida del mundo para el comercio, las transacciones financieras y las reservas de los bancos centrales. El dólar debe su posición como la primera divisa internacional del mundo a su condición como un refugio durante tiempos de agitación, la ausencia de un rival adecuado, la débil demanda interior en otros países y simplemente la vieja inercia. La geopolítica también juega un papel.»
Tontería. ¿Quién cree esas estupideces? El dólar es la así llamada «divisa internacional» porque la Reserva Federal y sus acaudalados protectores son los directores de la cábala bancaria EE.UU.-Europa-Japón que está al centro del timo global del dinero fiat [sin respaldo]. No significa nada más que eso. Nótense las recientes duras medidas «unilaterales» contra Irán adoptadas por el sindicato bancario dirigido por EE.UU. La acción fue iniciada sin aprobación de la ONU por el simple motivo de que la ONU, el Banco Mundial, el FMI, la OMC y ONGs sólo son otras propiedades de primera de los Bancos Centrales. No hay que esperar que el padre le pida permiso al niño para castigar a uno de sus hijos vagos. Los bancos son los que realmente toman las decisiones y – detrás de la cortina de una respetabilidad fingida – son la fuerza motriz detrás de las interminables guerras.
El plan de la Reserva Federal de «devaluar» nuestro camino hacia la prosperidad parece haber chocado contra algunos badenes mal colocados. El mercado de valores cuelga de un hilo y la confianza de los consumidores está a su nivel más bajo desde el comienzo de la Guerra de Iraq. Se espera que la caída del dólar amargue los gastos de Navidad y deje fuera de combate a los valores bursátiles. No puede ser bueno para la economía – especialmente en circunstancias que un 72% del PIB proviene de gastos de consumo.
Ya comenzamos a ver las señales que delatan que el consumidor pierde terreno y que está a punto de caer en un coma inducido por las deudas. Según datos de la Universidad de Michigan:
«La confianza del consumidor llegó este mes a su nivel más bajo en más de dos años entre inquietudes por los precios del petróleo a niveles récord, los problemas permanentes en el mercado de la vivienda y la mayor inflación. Aunque las actitudes de los consumidores se deterioraron en general, la caída sustancial en las expectativas contribuyó fuertemente a la considerable disminución en el índice general.»
El mentecato promedio no da crédito alguno al palabreo de Bernanke. Ve por sí mismo lo que le pasa cada vez que se detiene en la gasolinera o va al supermercado. No necesita que la Universidad de Michigan le diga que lo están jodiendo; ¡lo sabe! La economía se hunde, la inflación se dispara, y el país va a la deriva. Cada céntimo en el tesoro público ha sido engullido por el agujero negro de Oriente Próximo. ¿Piensa Bernanke realmente que los que trabajan no lo saben? Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe que la vida de la economía es mantenida artificialmente; casi todos saben que el país se derrumba como resultado de la mala administración. Incluso los maníacos que agitan la bandera, que llaman a la guerra en la página editorial del Wall Street Journal, comienzan a protegerse de la avalancha de malas noticias. Ven lo que pasa y tienen miedo – se c*gan de miedo.
Por desgracia, el repentino cambio en los sentimientos de los consumidores afecta a los comerciantes minoristas que dependen de Navidad para que los sustente durante el año. Ya hemos visto la lentitud en las ventas de viviendas y coches. Ahora se ve en el comercio minorista. Abercrombie, American Eagle, Ann Taylor, Chicos, Dillards, The Gap y Nordstrom informan todos sobre un decrecimiento en las ventas. Walmart, Lowes y los otros grandes también rebajan sus proyecciones. Va a ser una Navidad magra.
El pobre consumidor estadounidense ha terminado por llegar al límite de su capacidad y ya no puede recurrir al valor de su casa para conseguir un crédito rápido. Tiene hipotecas hasta el cuello y ya ha agotado 6 o 7 tarjetas de crédito hasta su límite. En los hechos, la deuda de las tarjetas de crédito es otra preocupación creciente de los bancos.
Los bancos comerciales son víctimas de su propio éxito. Después de años de seductivas promociones y campañas de correo de saturación, la industria de las tarjetas de crédito está en su cenit dejando a los consumidores con una cuenta asombrosa de casi 1 billón de dólares. (915.000 millones de dólares). Cada vez más clientes ni siquiera pueden realizar pagos mínimos de sus cuentas y los incumplimientos de pagos se acumulan a un ritmo récord. Es la próxima fase del fiasco de los préstamos subpreferenciales y tiene el potencial se ser casi tan destructora como la catástrofe inmobiliaria. El problema también es completo. Después de todo, la deuda de las tarjetas de crédito en los últimos 6 años ha sido «titularizada» y traspasada a inversionistas en el mercado secundario, (fondos de pensión, fondos de alto riesgo, etc.) Eso significa que podemos esperar más temblores en el mercado de valores cuando los beneficios corporativos partan hacia el sur después de que los bonos respaldados por tarjetas de crédito sean degradados. Es más del mismo embuste de las «finanzas estructuradas»; deudas apiladas sobre deudas, hasta que todo el edificio se derrumba.
Se ve cada vez más que la «brillante ciudad sobre el monte» de Reagan fue erigida sobre un montón de deuda tóxica. Es sorprendente que no se haya hundido todavía.
El país va a hacia la recesión y no hay nada que Bernanke pueda hacer para impedirlo. La única pregunta es si enfrentaremos una colosal catástrofe de estallido de la economía como en 1929 o una caída más suave de 5 o 6 años. Eso depende de la Reserva Federal. Si el jefe de la Reserva decide oponerse a la caída de los mercados reduciendo drásticamente las tasas y destruyendo la moneda, es probable que tengamos que desenterrarnos durante años. Pero si Bernanke se echa a un lado, y deja que caiga quien caiga, el ritmo de la recuperación será más rápido.
Sea cual sea su decisión, no hay forma de evitar la inevitable depresión. El martillo está preparado para golpear el yunque. El mercado de valores caerá, los bancos extralimitados y los fondos de alto riesgo se derrumbarán, y el país entrará en una prolongada caída económica. Eso es seguro. Uno solo puede dejar de lado los fundamentos económicos durante un cierto tiempo. Cuando los mercados se corrigen es como una marea que barre la bazofia de las apuestas equivocadas e inversiones sobre-apalancadas dejando detrás una amplia playa vacía.
Una recesión es una parte normal del ciclo de los negocios. No puede ser evitada. La economía tiene que desarrollarse para que se puedan cancelar las deudas y los negocios puedan reequiparse para el futuro. La próxima recesión se presenta como peor que las precedentes – una verdadera maravilla.
El daño causado por el crédito excesivo de la Reserva Federal ha sido considerable. Tomará años hasta que se seque la tinta roja y se ponga la casa en orden. Los mercados están patas arriba, los inversionistas han sido vapuleados y la confianza se acabó.
Las finanzas estructuradas han sido un desastre absoluto. Deben ser eliminadas. Necesitamos un nuevo sistema financiero para una nueva época; un sistema que sea fuertemente regulado y supervisado para cortar las alas de pillos y artistas del timo; un sistema que mantenga su vínculo esencial con la economía subyacente real, productiva, y evite la galaxia de derivados complejos, obligaciones «titularizadas», y documentos de débito intransparentes que han llevado a la actual crisis; un sistema que responda a las necesidades de la gente trabajadora y tome en consideración los amenazadores problemas de la degradación medioambiental, la escasez de materias primas, y el cambio climático; un sistema que reinvierta en comunidades, en la educación y la atención sanitaria en lugar de engordar los resultados de estafadores corporativos, y de elites sedientas de coñac.
Es hora de sacar el andamiaje podrido y reconstruir ladrillo sobre ladrillo todo el armatoste.
El sistema está roto. Tal vez Greenspan nos hizo a todos un favor al hacerlo reventar con su dinamita de los «intereses bajos». ¡Hasta nunca!»