Sin duda, sigue siendo válida la imagen del optimismo como la percepción de que el vaso mediado, digamos de agua o de vino, está «medio lleno», mientras el pesimismo vendría a resultar la «comprensión» de que el recipiente está «medio vacío». Generalizaciones en que «reincidimos» ante análisis que se contradicen en un tropel al cual […]
Sin duda, sigue siendo válida la imagen del optimismo como la percepción de que el vaso mediado, digamos de agua o de vino, está «medio lleno», mientras el pesimismo vendría a resultar la «comprensión» de que el recipiente está «medio vacío». Generalizaciones en que «reincidimos» ante análisis que se contradicen en un tropel al cual quizás solo el tiempo imprima orden y concierto.
Veamos. Para ciertas personas, la mayoría de las señales vitales de la economía de todo el mundo, desde el PIB estadounidense a la producción fabril japonesa, pasando por los precios de las casas británicas y las ventas minoristas en Alemania, genera esperanzas de una reacción positiva tras meses de terapia intensiva. «Sí, pero…» parece constituir la frase-comodín de estos sempiternos optimistas. SÍ, la economía de Estados Unidos se contrajo 5,7 por ciento desde el primer trimestre de 2008, PERO menos de lo estimado previamente: una caída del 6,1 por ciento. SÍ, la actividad económica bajó tres trimestres continuos por primera vez desde 1974-1975, PERO la Bolsa de Nueva York ha repuntado en parte: las utilidades empresariales experimentaron el primer incremento en un año (1,1 por ciento) y una reversión desde el derrumbe de 10,7 por ciento, en el cuarto trimestre.
«(Esto) es favorable en el sentido de que no es malo; es mejor que la caída original estimada para el producto interno bruto…», aseveran, con aire seráfico de proverbiales optimistas, observadores como Frank Lesh, operador de Futurepaht Trading. Incluso, señores, el dólar se ha debilitado en parte por la sensación de que se acerca una recuperación global y, por ende, de que esa moneda ya no deviene tan necesaria como refugio seguro.
«Sí, pero…»: he ahí el enfoque bienhechor e imprescindible, el que tal vez dé el puntillazo final en una desesperada carrera por vaticinios que inspiren confianza al consumidor, como vía expedita para salir del atolladero en que el sistema se halla, por obra y gracia de sus contradicciones internas. Porque de confianza se trata. No de endrinas aves del infortunio, como la propia ONU, que se empecina en garrapatear informes en los que asienta, salomónica, hierática, discordante, que, «aunque es posible que se produzca una ligera recuperación económica mundial el próximo año (2010), el pronóstico financiero es particularmente sombrío. Si los mercados financieros no se descongestionan pronto y si los estímulos fiscales no ganan suficiente tracción, la recesión se prolongará en la mayoría de los países y la economía mundial se estancará en niveles de bienestar más bajos hasta bien entrado el 2010».
Veleidad de la dialéctica, ¿no? De una relatividad que difumina el sentido del «Sí, pero…» ¿Dependerá todo de la mirada al vaso mediado, o constituirán verdades pesimistas pero acendradas cosas como que la economía mundial se reducirá en 2,6 por ciento en 2009, lo cual afectará de manera desproporcionada a los países en desarrollo, aquejados de las retiradas de capital, el costo creciente de los préstamos, la disminución del flujo de remesas y un comercio planetario en precario?
Bueno, no creo que la ONU se comporte tan marcadamente lúgubre, porque en un reciente informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales concibió también un escenario en el que la recuperación económica podría comenzar en la segunda mitad de 2009 y en el que el producto mundial bruto crecería 2,3 por ciento en 2010… Solo que (de nuevo el «Sí, pero…», en sentido contrario) ello requeriría resolver los problemas de los mercados financieros en la primera mitad de 2009, y «puesto que estamos en mayo y el panorama económico sigue siendo glacial», este pronóstico deviene poco probable.
Poco probable a despecho de señores como Frank Lesh, verbigracia, que tal vez no deseen ver signos de los tiempos como la quiebra de la General Motors, gigante industrial con cuya salud se equiparaba la del resto del país. Así que aquellos para quienes el recipiente está «medio lleno» deberían reparar en lo irrecusable: el crack de la GM no solo agrava la situación de EE.UU., sino que profundiza la crisis en un planeta nivelado por el sistema capitalista «único» y asolado por los mismos males: deflación de los precios internacionales de las materias primas, devaluación de las monedas, colapso financiero con quiebra de bancos, crisis crediticia con achicamiento del consumo, oleadas de despidos laborales constantes en USA y las potencias centrales…
De modo que, en la rumbosa dialéctica del «Sí, pero…» los claramente interesados en que el vaso esté casi repleto andan procurando componer, a pesar de su condición de golondrinas ralas o solas en grima, todo un verano de optimismo en el sistema. Por nuestro lado, intentaremos mantener el ánimo sereno y corregir el tiro en la medida en que el viento de la vida cambie en una u otra dirección. Pero hasta ahora, sinceramente, apenas distinguimos agua o vino en el dichoso recipiente.