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El verdadero costo de la guerra

Fuentes: Página/12

Cuánto le está costando al mundo esta ocupación inmoral. George y su irresponsable guerra ya le costaron al contribuyente miles de millones que tendrían mejor uso en casa. Con Katrina, vimos que Irak le costó a nuestro país buena parte de su propia seguridad. También le costó a EE.UU. su imagen en el mundo, la […]

Cuánto le está costando al mundo esta ocupación inmoral. George y su irresponsable guerra ya le costaron al contribuyente miles de millones que tendrían mejor uso en casa. Con Katrina, vimos que Irak le costó a nuestro país buena parte de su propia seguridad. También le costó a EE.UU. su imagen en el mundo, la buena voluntad de casi todos los países después de los atentados. Ahora somos el hazmerreír internacional. No sólo desprecian a nuestra inmoral y descuidada conducción sino que nosotros, el pueblo, somos despreciados porque reelegimos a George y lo estamos dejando que siga llevando a nuestro país a la ruina.
El precio que muchos de nosotros estamos pagando es mayor al monetario o de imagen. Más de dos mil familias norteamericanas pagaron el precio de sangre de perder a un ser amado en esta insania. Más de 15.000 de nuestros jóvenes fueron heridos y cientos sufrieron amputaciones. La Administración de Veteranos estima que la cuarta parte de nuestros chicos va a volver con síndrome de estrés postraumático. Creo que ese número es todavía mayor, porque sé de muchos casos en los que los militares se niegan a tratar a soldados que lo sufren. A muchos los devuelven al frente apenas insinúan que tienen el síndrome. Aun cuando no sean heridos emocional o físicamente, nuestros soldados no serán los mismos cuando vuelvan.
Estaba parada frente a la Casa Blanca cuando se anunciaron las acusaciones contra los asesores de Bush. Yo bajé mi cartel y me puse a llorar.
Lloré porque en este mundo hay gente que mintió menos y fue castigada duramente. Lloré porque había una militante de derecha cerca mío con un cartel que decía «Manden a Cindy a Abu Ghraib», mientras nuestro país tiene en libertad a criminales de guerra y a especuladores con la guerra. Lloré porque George, Dick, Condi, Colin, Alberto, Donald, Scooter, Paul, Karl, Judith, O’Reilly, Hannity, Limbaugh, etc. mintieron sobre por qué había que invadir Irak y sus mentiras mataron a mi hijo, que raramente decía otra cosa que la verdad.
Los mentirosos y las mentiras que nos llevaron a invadir Irak son legión y están documentadas. Una vez, para divertirme, busqué «George+mentiras» en Google y encontré 272.000 archivos. Las mentiras para mantener la ocupación son las mismas. Los mentirosos ahora están redoblando el parche para invadir Siria.
Una madre cuyo hijo se suicidó «accidentalmente» en Irak hace siete meses me llamó hoy. Está quebrada por el dolor. Recuerdo que el período del séptimo al noveno mes es el peor. Creo que es así porque el shock comienza a pasar y entonces aparece el dolor. Recuerdo vívidamente los días en que me dolía tanto que no sabía qué hacer con tanto dolor. Tenía miedo de que si empezaba a gritar no iba a parar hasta que se me reventara una vena. Tenía miedo de que tendría que vivir cada día de mi vida con un dolor en el corazón tan intenso que me gastaría.
El noveno mes después de la muerte de mi hijo Casey fue absolutamente el más terrible para mí. Recordé sus primeros nueve meses de existencia en mi vientre, calentito y protegido. Recordé cómo con su padre esperamos su nacimiento con alegría e impaciencia. En contraste, los primeros nueve meses en el vientre de nuestra madre tierra fueron dolorosos, oscuros y abismales. Que nuestros hijos sean muertos por causa de mentiras, errores y traiciones es oscuro y abismal: nadie tendría que pasar lo que estamos pasando.
Pude decirle a esa madre dolorida que si podía pasar estos dos meses podría respirar un poquito mejor y hasta sonreír alguna vez. Los que hicimos el «sacrificio más alto» conocemos el costo de una guerra. Noventa y dos familias lo conocieron el mes pasado, uno de los peores meses de esta guerra. Siete de nuestros bravos soldados murieron el día en que escribo esto y sus familias pronto sabrán cuánto dolor les causan las mentiras de Bush. Para que lo sepan los demás, éste es el costo de la guerra:
Padres y madres a los que les arrancaron el corazón con violencia.
Una culpa intolerable que viene en oleadas imparables.
Maridos y esposas que tienen que enterrar con tristeza a parejas que murieron antes de tiempo. Un futuro de días y noches llenas de soledad y dolor.
Hermanos y hermanas a los que les roban partes enteras de sus historias, con crueldad. Vacaciones, cumpleaños, fiestas en las que siempre va a faltar alguien.
Hijos e hijas a los que se les niega el derecho humano básico de crecer con sus padres.
Familiares y amigos lamentando y extrañando a jóvenes a los que se les dijo que los iraquíes los recibirían con chocolates y flores en las calles, como libertadores.
Una nación soberana que no amenazaba a los Estados Unidos en ruinas, con decenas de miles de civiles inocentes asesinados porque sí.
¿Cuándo vamos a pararnos todos como una nación y decir: «Mentira»? Yo lo estoy gritando hasta quedarme ronca y hasta cansar a todos.
¿Cuánto más vamos a dejar que los mentirosos nos roben?
Yo digo, nunca más.

Cindy Sheehan perdió a su hijo en Iraq, es líder del movimiento antiguerra norteamericano.