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El Zulia del Sur del Lago, entre Revolución y Contrarrevolución

Fuentes: Rebelión

«Nada hay mas contradictorio y tenso que un apacible Lugar donde la sangre del trabajo languidece en Forma de plusvalía» Jam. Al descubrir las extensas ganaderías donde pastan apaciblemente miles de vacunos con su rumia permanente sin importar lo que sucede a su alrededor, induce a pensar que la tranquilidad de los campos esta correlacionada […]

«Nada hay mas contradictorio y tenso que un apacible
Lugar donde la sangre del trabajo languidece en
Forma de plusvalía»
Jam.

Al descubrir las extensas ganaderías donde pastan apaciblemente miles de vacunos con su rumia permanente sin importar lo que sucede a su alrededor, induce a pensar que la tranquilidad de los campos esta correlacionada con el espíritu tranquilo de sus habitantes y de verdad sólo es cierto en un sentido. El atronar de Bocinas dispuestas en lugares públicos y privados, que reproducen estridentes, decadentes y mafiosos vallenatos, no propiamente aquellas legendarias piezas musicales que le cantan a la vida y que cuentan bellas historias de anhelos y luchas, nos ubican dramáticamente en que «culturalmente se permanece en la frontera costeña colombiana»; es evidente, que en el bullicio esta contenido todas las carencias e infelicidades soportadas por las gentes excluídas que al lado del alcohol convirtieron esos hábitos en una forma de vida, como indicador de existencia, de que se esta vivo.

La región, rica con exuberantes recursos naturales, se ha ido configurado por una vastísima e incesante inmigración de colombianos que le huyen al desplazamiento, la exclusión, el hambre el desarraigo y a la pobreza: Los mas precarios e ignorantes son absorbidos por las redes de la esclavitud en el trabajo «sin futuro del campo», conforman el 100%, de la fuerza de trabajo agropecuaria, otros mas afortunados montan sus modestos negocios de comercio al lado de los venezolanos que por razones deleznables detestan el trabajo agrícola, otra pequeña franja inician negocios familiares rentables que florecen ante la inactividad impávida de los venezolanos, muy buenos para consumir pero muy distraídos para producir; siempre a las espera que las migajas del recurso público les llegue en forma de limosna que los escuálidos administran y que casi siempre se las roban, y por último, aparecen los señores mafiosos colombianas ligados a la clase política colombiano que han trasladado capitales de distintas procedencias para fusionarse con los latifundistas y politiqueros locales usurpadores de los petrodólares y de la industria afín, hoy aspirantes a la secesión del lugar como cabeza de playa, para defender el status quo y expandir el proyecto hegemónico colombiano y del imperio del norte.

Los días pasan sin un aparente sentido, la revolución Bolivariana aún no sale del baúl, no cuenta con los pivotes humanos que la saquen de la atrofia y el marasmo; desde el poder, en manos escuálidas y de tránsfugas «bolivarianos» atorrantes, solo trabajan para torpedearla y desnaturalizarla a cambio de privilegios contingentes de los programas ideados desde el gobierno central y dotados con robustos presupuestos que se difuminan en las telarañas de la corrupción.

Existe una sensación de no futuro, pareciera que el tiempo está detenido, no hay flujo de ideas importantes, todo es Light, superficial, sin conocimiento, es como la muerte colectiva que se anega en abundantes dosis de alcohol como tratando de impedir cualquier tipo de movimiento o idea inteligente acerca del progreso; se presentan situaciones tan paradójicas e irracionales no vistas como tales por nadie, es una región donde la sinrazón es la lógica impuesta por verdaderos mercaderes feudales del atraso. Desde el poder se promueve subrepticiamente y aupadamente, la xenofobia contra el colombiano pobre, intentando responsabilizarlo de todo, escondiendo su propia mezquindad y mediocridad. Parece ser que escasean personas con educación integral liberadora, con muy honrosas excepciones, como el nuevo rector de la universidad del Sur, la educación carece de todo sentido inteligente, entonces, la tranquilidad aparente de sus gentes deviene de la anestesia política, ideológica y del miedo al método colombiano usado para quitarse de encima la protesta social con la consecuente aceptación por miles de marginados, de que es preferible vivir «callado, a la espera de:?» en este lugar, soportando cualquier cantidad de ultrajes, que esperar la muerte insoslayable, que no perdona, en sus múltiples modalidades en Colombia.

En la actividad económica, los afanes del capitalismo no aparecen manifiestamente; parece ser una reminiscencia de épocas premodernas con estructura de propiedad de la Europa de los años 1400; la desconexión integral de los pueblerinos de los cascos urbanos: Santa Helena, Concha, Moralito, Santa Bárbara, el Chivo, Encontrado, Valderrama etc.,, con lo que sucede en los verdes campos de su propio entorno, es el resultado de los prejuicios y fetiches construidos por lo que significa el campo en términos del trabajo y de quienes viven en él, conexo a las relaciones de producción subyacente a una forma de gobierno abyecta a las formas de propiedad semifeudal y a las inclinaciones ideológicas que las contienen que impiden equiparar la condición del pueblerino con el del campesino como IGUALES.

Los que se benefician de la «quietud», del trabajo barato, y del aparato parasitario del estado, no están interesados en construir capital social ni promover la idea de la modernidad desarrollada por la burguesía dentro de los postulados de la revolución francesa.

El precario conocimiento de los saberes universales humanistas de la élite propietaria politiquera, incluyendo a los que dicen ser mas avanzados, los delata al concebir el progreso social como su propia pérdida de privilegios políticos o económicos. La visión maniquea de que el progreso es acumulación individualizada sin cortapisas por los mas sagaces sobre la indefensión de los gobernados, ha resquebrajado los lazos de solidaridad y sociabilidad configurando un cuerpo antidemocrático que se ve así mismo como natural, donde los no propietarios terminan condenados a perpetuarse en la ignorancia, la sumisión y sea natural torpedear las misiones concebidas para hacer justicia social, particularmente la misión identidad, dirigida a legalizar a los trabajadores colombianos atrapados en las haciendas, y que intenta ponerle fin a la vergonzante e inescrupulosa cadena de verdugos de la explotación y la corrupción contra miles de personas que en la mayoría de los casos han entregado su vida al trabajo sacrificado sin ninguna contraprestación y sin que gocen de un documento de identidad que les de libertad siquiera de locomoción.

Desde esta percepción anacrónica, egoísta y pro imperialista, se percibe odio y desprecio por los postulados y esfuerzos de la revolución Bolivariana, se le macartiza, distorsiona, traiciona, atrofia, trampea, desvirtúa con una simpleza digna de un reinado de belleza, entre tanto, esos mismos plutócratas son muy diligentes para identificar a los prebostes revolucionarios para desmovilizarlos, desnaturalizarlos, corromperlos e impedir que aparezcan como tales en el escenario político.

En la región se han adaptado por conveniencia política algunas formas del modernismo, como el uso masivo de la teleinformática inducida a los juegos virtuales, mecanismo sutil que paralelo al alcohol, la desinformación cumple con la labor de idiotizar a miles de jóvenes que como zombis cuasi analfabetos, pasan horas en los cibers(centros de Internet) desconectados del mundo real, mientras que las categorías (igualdad, libertad, justicia, emancipación, progreso etc.) que provienen del gobierno central, para fomentar el valor del hombre y la cultura política se filtran y desfiguran para que no sean asumidas por la población.

Es incomprensible para un espectador desprevenido, asimilar que los hacendados prefieran incorporar a las faenas de sus fincas a trabajadores indocumentados, recibidos «entusiastamente» por los patronos[1] que los asimilan inmediatamente a su constelación de trabajadores en trance para ser domesticados como lo han sido ya legiones y generaciones enteras, muchas nacidas en las haciendas zulianas, como hijos, nietos y bisnietos de los primeros desplazados de las tierras colombianas desde la década de los cincuenta, sin que hoy cuenten siquiera con documentos de Identificación colombiana generalmente usurpados subrepticiamente por autoridades locales, como buenos tratantes de personas.

Invariablemente se hacen, gigantescos negocios de tierras entre grandes latifundistas, el comercio o la venta de una o dos hectáreas de tierra no existe, coherente con la estructura del capital en la región. En la mente del campesino colombiano es tan lejana la opción de ser propietario o poseedor o administrador autónomo de una sola hectárea de tierra, que aun no lo vislumbran en su mente como posible, por su propia condición, negando para si lo que escuchan por las rendijas y radio bemba (voz a voz) y que sucede en otras regiones: «Que Chávez y la revolución Bolivariana están entregando la tierra a quien la trabaja». Si ello se convirtiera en realidad en el Zulia y de facto seria un salto cualitativo sin precedentes que destruiría de contera el foco conspirativo contra el proyecto revolucionario; bastaría con que miles de campesinos pasaran a ser administradores temporales pero autónomos de la tierra, para hacerse matar mil veces si fuese necesario por la causa de la revolución, para poder sembrar siquiera una sola mata de frutales o pan coger, como símbolo de libertad, seguridad alimentaria y esperanza a sus familias. (Tema que me referiré en próximo artículo: soluciones Bolivarianas de impacto en el Zulia)

En los negocios de grandes haciendas, están contenidos implícitamente el número de trabajadores que la contengan, es difícil asimilar que muchos colombianos no hayan salido de las haciendas por periodos superiores a 15 años, temiéndole a que cuando pidan sus prestaciones sociales, para visitar a sus familias en Colombia sean atracados y en no pocos casos asesinados «misteriosamente» después de recibir su liquidación. La mayoría de las haciendas funcionan con «ejércitos de mercenarios» privados coordinados, controlados o monitoreados por autoridades civiles y militares locales muy corruptas al servicio del capital Adeco o Copeyano, cuyos miembros son generalmente contratados en Colombia para amedrentar al trabajador y descabezar a quien ose cuestionar la injusticia o mostrar explícitamente afecto a la revolución e impedir cualquier brote de insubordinación.

Los acuciosos propietarios de las haciendas, muchos de los cuales las recorren en helicópteros, proveen a sus trabajadores de mini mercados con productos de baja calidad; les construyen tascas, o lugares donde se toma el alcohol a cantaros dentro de las haciendas para el desahogo de los labriegos y sus vástagos e impedir su salida de los campos para quedarse con sus salarios; y coadyuvar a sobrellevar las depresiones inherentes a la ausencia de futuro. Resulta portentoso y patético ver que dentro del avituallamiento ideológico y logístico muchas de estas haciendas cuenten con iglesias muy bien terminadas con vistosos sacerdotes, que religiosamente van los domingos a celebrar la «santa misa», donde el sermón va dirigido a resaltar el valor de su abnegación y de la gran recompensa que tendrán después de la muerte si se resignan a su suerte y a ignorar las enseñanza de ese diablo que habla de revoluciones, de cambios y de justicia social, el señor Satanás Chávez.

El modelo paramilitar, mafioso y oligárquico colombiano hecho realidad en el Zulia.

En la región se ven crecer inmensos monocultivos de palma africana, no es desconocido que esos mismos cultivos surgieron en los campos colombianos, como continuidad a una política contrainsurgente de despoblamiento de amplias zonas de pequeños propietarios de tierras, como un mega proyecto promovido por los organismos multilaterales de crédito para los países subdesarrollados como gran panacea, y que en Colombia coadyuvo a fortalecer la política de quitarle el agua al pez, es decir la base social al movimiento insurgente, lo que significo el desplazamiento forzado de 3. 5 Millones de colombianos, obligados mediante asesinatos selectivos a abandonar sus tierras[2], y que económicamente ha resultado en un fiasco por la saturación del mercado, la tendencia a la baja del precio y la destrucción del ecosistema.

A la par del monocultivo escasea cada vez mas la producción de alimentes de pan coger, aumentando los casos de desnutrición muy evidentes en los rostros de los trabajadores del campo y en los pueblerinos de las barriadas pobres. Esta prohibido al campesino sembrar una sola mata de plátano, yuca, frutales, leguminosas, cereales etc., en tierra «ajena», para el consumo de su familia; el capataz de la hacienda tiene ordenes perentorias de tumbar cualquier mata como gran delito, ello contiene el mensaje romper la conexidad entre el trabajo y alguna forma de propiedad; La contradicción subyacente es que el campesino añora su tierra, la tierra es su vida, quiere arraigarse con algo inmanente a si mismo, a su existencia; los latifundistas lo interpretan como mejoras y a largo plazo imaginan un conflicto por la tierra.

La realidad medieval-capitalista, propia de una escenario que no reconoce al otro como un igual, fue facilitada por formas culturales, políticas y antidemocráticas, que han fomentado los escuálidos Venezolanos mediante leyes inmanentes a la cuarta republica, sumado a la especulación, el lucro inmediato, el racismo, los prejuicios de la enajenación y alineación ideológica y la nula noción de soberanía , han acrecentado la labor del proyecto colombiano de colonización paramilitar mafiosa del sur zuliano, hoy al servicio del imperio.

Un matrimonio por conveniencia.

Los terratenientes, mafiosos paramilitares colombianos y los terratenientes escuálidos venezolanos, desarrollaron una unidad y complementariedad eficaz, se necesitan mutuamente: los primeros han encontrado en el Zulia agrícola el escenario «perfecto» para acumular y legalizar capitales en tranquilidad; no cuentan con el acoso de la insurgencia guerrillera colombiana y la presión de los campesinos por rescatar su tierra, y se favorecen por el apoyo de los escuálidos que a su vez les conviene fortalecer su proyecto contrarrevolucionario, antibolivariano y secesionista; Es coherente para la lógica de los escuálidos y latifundistas creer que el protector a su proyecto terrateniente es el presidente Álvaro Uribe Vélez, lo asemejan como suyo, esa penetración política e ideológica colombiana abarca diversas esferas de la vida zuliana, incluyendo los métodos coercitivos, represivos y criminales contra labriegos que levantan su voz dándole el trato de auxiliadores de la guerrilla dentro del contexto de la lucha contrainsurgente colombiana.

Diversas autoridades militares locales caen en la lógica de tolerar la «justicia» privada-paraca, aunque no abiertamente; porque es necesario reconocer que el ejercito venezolano ha ido quitándoles espacio a las corruptas policías locales y su entorno civil, y cada vez lo tolera menos, logrando inmiscuirse tenuemente para distensionar la región, por ello el paramilitarismo no se hace presente en la misma forma que lo hace en Colombia donde cuenta con la aquiescencia descarada de las fuerzas militares colombianas, pero no deja de ser preocupante el fenómeno, toda vez que la practica del soborno y la coima esta muy generalizada y difícil de extirpar mientras no se destruya la base que la sustenta. La propiedad privada esclavista y especuladora: El latifundio.

Algunas preguntas cuando el imperio acecha en el sur del Zulia.

¿Es pertinente preguntarse, porque en el Zulia la revolución bolivariana no ha echado suficientes raíces y porque aun carece de cuadros que la promuevan y la profundicen?

La cosmovisión idealista, religiosa acientífica y a histórica, es el sumo que contiene un sistema popular de creencias que facilitaron el clientelismo, la politiquería, la mentira generalizada y la idiotez permanente aparejada con la influencia Santandereana, de la derecha colombiana. Esta inmaterialidad idealista y especuladora conforman el sustrato material mental humano del Zulia y seguramente de muy buena parte de toda Venezuela donde: la superchería, las seudo ciencias, las tradiciones y ritos mesiánicos religiosos se confabulan y conforman un cuadro ideológico que impide los saberes y la secularización. Conforman el referente político y social del cómo se reproduce la sociedad zuliana para beneficiar al status quo.

Naturalmente ha habido un «gigantesco» cambio en cuanto al significado de lo político y lo que representa el referente Chavista, que por razones obvias es el punto de la acción política dentro de un contexto con muchos chavistas pero muy pocos revolucionarios formados.

Si todo lo que se hace desde los medios de comunicación es para desvirtuar la revolución es porque la revolución a pesar de sus carencias esta ahí latente, como una espada de Damocles dispuesta a sembrar su semilla, cuando se aborde el problema cultural desde su raíz y se reconozca que la dinámica del Zulia se sostiene subrepticiamente por intereses foráneos muy definidos, y por la ausencia de conocimientos científicos masificados en teoría revolucionaria.

El hecho de que los gobiernos municipales de los pueblos del entorno al sur del lago de Maracaibo, como Santa Bárbara y Santa Helena, hayan por fin emprendido obras postergadas durante décadas; como hacer alcantarillados a las vergonzosas cloacas o zanjas superficiales receptoras de aguas negras de las casas que recorren los cascos urbanos y hacen del lugar un escenario dantesco de contaminación, muestra que ya no se roban el 100% sino el 70%, por el temor a la avalancha revolucionaria.

La presencia de gobiernos reaccionarios y criminales contra los pobres en Colombia ha favorecido a la vieja oligarquía venezolana fronteriza que en contubernio con el imperio anhelan el magnicidio del presidente Hugo Chávez; obliga con urgencia a reconocer que existe un fenómeno al cual no se le puede dar largas irresponsablemente pensando que los enemigos de los cambios por las buenas aceptaran perder sus privilegios, ahí sobrevive un campo abonado para la cabeza de playa contrarrevolucionaria, que en cualquier momento puede desatar y recibir los apoyos militares y paramilitares colombianos para una invasión yanqui, con consecuencias insospechadas para la revolución que por ser tan » religiosamente bonita» perdería a lo menos esa región.

Se comprende porque los consulados Colombianos en la región y seguramente en toda Venezuela son muy activos para inmovilizar, desinformar y engañar generalizadamente a la población colombiana. Existe un temor real a que en Colombia se desaten las contradicciones y surja un gobierno democrático y pluralista, cualquiera que sea distinto al del asesino minifhurer, que respete la autonomía del pueblo venezolano, porque se derrumbarían las vigas que sostienen la forma de gobierno impuesta por la decadente clase dominante zuliana. Con sus implicaciones estratégicas en contra de los intereses imperiales y a favor de la integración real entre los pueblos hermanos.

Por ello, el gobierno Colombiano decidió no permitir que los colombianos residentes en ese lugar y en muchos otros de Venezuela, se expresasen políticamente y muchísimo menos a favor de expresiones democráticas y revolucionarias en Colombia, consecuentemente decidieron NEGAR EL VOTO A COLOMBIANOS EN VENEZUELA, implementando un Mega fraude electoral para congreso en Colombia el 12 de marzo, hoy acallado, y que seguramente se repetirá en las próximas elecciones para presidente. (Ver: artículo, como operó el mega fraude)

¿Porque el temor al voto colombiano?

El pueblito trabajador colombiano tiene corazón revolucionario, solo bastaría elevar la conciencia política para transformarse en una gran fuerza transformadora y creadora para el futuro de la patria Bolivariana, su sufrimiento y sus carencias históricas lo han templado para asumir sacrificios; las mujeres trabajadoras campesinas colombianas, en su totalidad, aman a Chávez lo ven como su opción única de vida, los trabajadores sienten la revolución como algo bonito que va liberando en silencio, que la misión identidad, una quimera hoy viable, llegue sin intermediarios y sin corrompidos negociantes de documentos, y beneficie a quienes verdaderamente tengan el derecho, pues de ello dependerá su libertad.

Una cédula coadyuvará a hacer realidad el derecho de locomoción y contratación, que cambiara sustancialmente la forma de hacer política en el Zulia. De esclavos a individuos con derechos a movilizarse de alcabala en alcabala sin pagar reales de coima; seria por si mismo un gran avance que potenciara la lucha por la democratización de la tierra para quien la quiera trabajar y marcara el inicio de la lucha por incidir, como es su derecho, en los asuntos de Colombia, y romper de una vez por todas la intención oficial de la oligarquía Colombiana de mantener silenciada la diáspora pobre colombiana en Venezuela con el propósito de que se olvide para siempre de su propio país. ¿De de otra manera como entender que se dilate e ignore desde que Chávez llego al poder la solicitud de un duplicado de la cedula colombiana?

Los chavistas del sur del Zulia.

Es sospechosa la ignorancia desenfrenada de las organizaciones que dicen ser chavistas, en el Zulia como Quinta Republica, PPT y otras, y «desprecien» o no entiendan el papel político de los colombianos en el Zulia cuando intentan organizarse autónomamente para que los colombianos también decidan sobre su país; su actitud despreciable, parasitaria, mezquina, arrogante con que miran a las nacientes organizaciones autónomas de colombianos en Venezuela afectas a la revolución y practicantes del internacionalismo; las hacen mas vulnerables quedando a merced de la guerra sucia por parte de los organismos asesinos oficiales de Colombia, siempre al acecho allende las fronteras para secuestrar o asesinar.

De otro lado, denotan que no tienen cuadros de verdad y que sus actuales miembros carecen de elemental formación teórica revolucionaria, desconocen por completo la filosofía de la praxis y sus leyes contenidas en la dialéctica de la naturaleza y la sociedad. Son incapaces de entender la etiología, la epistemología y la ontología de la revolución Bolivariana y particularmente del conflicto colombiano. Desconocen completamente la filosofía materialista marxista; la lógica dialéctica, por ello no comprenden la dialéctica de los dos pueblos, sucintamente coadyuvan a que no haya emancipación de colombianos y menos a que tengan presencia con sus propias organizaciones revolucionarias. Las perciben como competidoras porque supuestamente les van a quitar sus votos cautivos, amarrados a cambio de su intermediación para obtener una cedula de ciudadanía venezolana.

! ! Hay que decirlo con franqueza ¡ Los actuales dirigentes de esas organizaciones usan los peores métodos clientelistas para hacer política, jugando con la esperanza de la gente. Aún no han avanzado al mundo de las ideas y de los postulados teóricos, tácticos y estratégicos de la revolución socialista Bolivariana.