Cuando faltan pocos días para la cita electoral del 3 de diciembre, todo hace pensar que salvo que se produzca un milagro, el presidente Hugo Chávez será reelecto con amplia ventaja sobre su adversario Manuel Rosales, actual gobernador del estado petrolero de Zulia. Sería la primera vez que un presidente en Venezuela sea reelegido de manera inmediata, con lo cual Chávez tendrá por delante otros 6 años de gobierno que sumados a los 8 que tiene en el poder, le podría permitir consolidar «el proyecto y el proceso bolivariano».
Las encuestas que se quisieron poner en guerra
Aunque parte de la estrategia de los medios de información fue declarar una guerra de encuestas, el hecho es que tal guerra no ha existido. Desde bien comenzada la campaña, la mayoría de las encuestadoras nacionales e internacionales dan como vencedor de los comicios de diciembre al Presidente Chávez, dejando clara constancia de su popularidad, la intención de voto y las percepciones de triunfo del presidente-candidato.
Algunos sondeos le dan hasta un margen de 20 puntos de diferencia, al candidato a la reelección presidencial, de su más cercano competidor, Manuel Rosales, el candidato que ha aglutinado a la mayoría de los partidos y agrupaciones políticas de la oposición.
Uno de los más recientes, de la firma norteamericana Zogby le otorga a Chávez el 60 % de los votos, el próximo 3 de diciembre, mientras que a Rosales le da el 31 %. La metodología de este estudio, realizado para la Universidad de Miami, tiene un margen de +/- 3.5 % de error sobre la base de 800 probables electores. Esta firma había realizado un mes antes, en octubre, un estudio sobre las preferencias electorales, en el cual obtuvo como resultado un 58% a favor de Chávez y 24% a favor de Rosales.
Igualmente, la encuestadora AP-Ipsos, que realizó el estudio para la agencia norteamericana Associated Press (AP), da como vencedor a Chávez con un 59 %, mientras que Rosales obtendría un 27%. Estos resultados fueron sobre la base de 2 mil 500 entrevistas cara a cara en sus hogares con un margen de +/-2 % de error de los electores registrados y +/-3 %.
Un grupo de profesores de la Universidad Complutense de Madrid consideran que es poco probable que se modifiquen los 20 puntos de ventaja que mantiene el candidato Chávez sobre Rosales. En rueda de prensa, la investigadora de la Universidad Complutense de Madrid Carolina Bescansa informó que, con base en el sondeo realizado entre el 10 y el 16 de noviembre, estiman que 59,7% de los venezolanos votará por Chávez, mientras que 39,6% lo hará por Rosales.
Firmas de reconocida trayectoria a favor de la oposición muestran en sus sondeos a Hugo Chávez como vencedor. Entre las que destacan Datanálisis (Chávez 52.5 % – Rosales 25.5 %) y Penn, Schoen y Berland (Chávez 48 % – Rosales 42 %).
La encuestadora estadounidense Penn, Schoen y Berland en el referéndum revocatorio de 2004 en Venezuela anunció resultados fraudulentos de boca de urna (exit poll) y apoyó a la oposición para demandar la manipulación del voto a pesar de la certificación de la elección por parte de Jimmy Carter, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea.
Solamente dos encuestadoras pretenden dar como un empate técnico, aunque dan como vencedor a Chávez. Es el caso de Alfredo Keller y Asociados (AKSA) (Chávez 52 % – Rosales 48 %) y Observatorio Hannah Arendt (Chávez 51 % – Rosales 49 %).
La credibilidad de estas dos empresas está claramente comprometida con la campaña de Manuel Rosales. AKSA tiene entre sus clientes a Radio Caracas Televisión, Veneconomía, Fundación Konrad Adenauer, entre otras que se han mostrado contrarias a la Revolución Bolivariana y participaron en el sabotaje petrolero de 2002. Mientras que el directorio del Observatorio Hannah Arendt está compuesto por activistas opositores como Heinz Sonntag, Elías Pino Iturrieta y Manuel Caballero, entre otros.
La única encuestadora que da como ganador a Manuel Rosales con un 41 % es la firma Cifras Online/Encuestadora CECA, otorgándole a Chávez el 39 %. El director de la empresa CECA, Víctor Manuel García, la mañana del 12 de abril de 2002 reveló a la audiencia del canal de televisión Venevisión, en entrevista con Napoleón Bravo, que él había participado en la preparación del golpe de Estado que se había perpetrado el día anterior en Venezuela.
Estos resultados son estudios realizados en el mes de noviembre de 2006 y revelan una clara tendencia favorable al candidato Hugo Chávez, a tan sólo pocas horas de vencer el plazo para la publicación de encuestas electorales, según la normativa del Consejo Nacional Electoral de Venezuela.
Hay una evidente polarización en las elecciones presidenciales, por eso la gente sólo reconoce a dos candidatos: el presidente Chávez y Manuel Rosales. Ningún otro de los veintitantos candidatos presidenciales cuenta. Al revisar el tarjetón electoral, la mayor parte de los 88 partidos inscritos tienen las figuras de estos dos candidatos.
Para Oscar Schémel, director de otra empresa encuestadora, los venezolanos atraviesan una suerte de adolescencia política, en la que comienzan a madurar. El especialista opina que Manuel Rosales y Hugo Chávez no podrán subir sus niveles de preferencias. Sin embargo, hasta el momento el Presidente tiene más ventaja en la tarea de seducir al adolescente inconforme del electorado venezolano.
La campaña del Presidente-Candidato
Luego de mucho tiempo invertido en la política internacional al principio de la campaña, el presidente Chávez tuvo que asumir más decididamente el trabajo electoral recorriendo varias veces el país para entrar en contacto directo con sus seguidores.
En ese lapso, la constante en su campaña ha sido identificar y personificar su adversario en el presidente norteamericano Bush y su política imperialista, apenas denominando a los adversarios nacionales como lacayos de aquel. En la segunda parte de la campaña, introdujo una variante al vestirse de azul e impregnar de amor su mensaje. Esto que fue duramente criticado por la oposición, se convirtió en un bálsamo ante el discurso rojo radical que posiblemente le hizo ganar terreno en sectores de la clase media. Al mismo tiempo, el presidente candidato consciente de su ventaja, se ha negado a debatir con el «aspirante a frijolito» como denominó al adversario.
El Presidente Chávez ha sabido administrar los beneficios de las misiones, que contribuyeron de forma decisiva a que Chávez ganara el referendo. Según Schémel, «…alguna gente ya comenzó a reinterpretarlas. Consideran que son buenas pero no funcionan por la corrupción y la falta de eficiencia. Alivian la pobreza pero no saca a las personas de ella; prefieren un buen trabajo».
Sin embargo, en términos sociales, es indudable que juegan a favor del Presidente-candidato: la democratización de la renta y el aumento de la inversión social hacia la mayoría del pueblo. Sólo que nos debemos interrogar sobre la sostenibilidad de esta inversión que es a largo plazo y que no soportaría un descenso brusco en los precios del petróleo. Es indudable la penetración y los beneficios de las misiones sociales educativas, de salud, trabajo, alimentación, etc., también se puede comprobar, con las recientes inauguraciones, la alta inversión en infraestructura, transporte, vialidad, vivienda, etc. que buscan cubrir la inmensa deuda social acumulada, pero al mismo tiempo habría que interrogarse sobre las nuevas formas de clientelismo que podrían estarse generando, ya que se están generando protestas en todo el país de personas aún excluidas de programas, tales como de vivienda. Millones de ciudadanos/as venezolanos/as han sido alfabetizados, atendidos o beneficiados por programas de salud, vivienda, capacitación laboral, microcrédito, etc., pero aún la disminución de la pobreza es tímida, debido a que se trata de un asunto estructural y a que no se está cambiando sustancialmente el modelo capitalista que predomina en la economía venezolana y que en la coyuntura reciente está lejos de generar empleo productivo. El salario mínimo y el poder adquisitivo de los sectores D y E de la población ha aumentado de manera espectacular, producto de múltiples subsidios, y al mismo tiempo se puede comprobar que ello apenas sirve para la subsistencia y gastos superfluos (como demuestran estudios de consumo de bienes no esenciales).
Aún cuando ha contado con la ventaja de una obra de gobierno que se nota a simple vista en términos de las altas inversiones realizadas y la amplia cobertura de los programas ejecutados y en marcha, en el cierre de campaña recientemente en Caracas el Presidente-candidato hizo un llamado a no caer en el triunfalismo, por lo que declaró que «vamos a ganar pero aún no hemos ganado», invitando a los testigos de los batallones, escuadras y pelotones que conforman la organización electoral de los militantes a redoblar sus esfuerzos.
La campaña de la oposición unificada
Luego de un proceso de lucha interesante entre grupos de presión de la «sociedad civil», los tres precandidatos: Teodoro Petkoff, Julio Borges y Manuel Rosales, tomaron las riendas de la oposición y mediante estudios realizados determinaron que el candidato ideal era Manuel Rosales, quien una vez que obtuvo el visto bueno del Consejo Nacional Electoral para separarse de la Gobernación del rico estado Zulia, y asegurarse de no perder el cargo, se dispuso a realizar una ardua tarea: unificar a la oposición, así como aislar y disminuir la fuerza de los abstencionistas.
Para tal fin, la estrategia electoral ha sido bastante original. Promete conservar todo lo bueno del gobierno de Chávez y mejorarlo. Pero a esto agrega una propuesta calificada de demagógica que consiste en depositar directamente en la cuenta de cada hogar venezolano pobre una significativa suma de dinero fruto de las entradas petroleras, mediante una tarjeta de débito denominada «Mi Negra». Esta propuesta sigue los pasos de aquellos años 90’s donde los pobres podrían disponer de bonos en dinero efectivo para decidir por las distintas ofertas de servicios educativos, de salud, etc.
En el camino, se fueron olvidando las exigencias de condiciones para la elección y fueron desapareciendo las expectativas de que ocurriera un retiro al igual que en las elecciones parlamentarias del año pasado. En general, se disminuyeron las posturas extremistas de la oposición y hasta agrupaciones como el «Comando de la Resistencia» se han sumado a la convocatoria electoral.
Desde temprano, el discurso del candidato opositor ha sido «Vamos a ganar y vamos a cobrar…», no dejando dudas de los objetivos finales que tiene aún cuando habla de gobernar para los 26 millones de venezolanos, unificar al país y no pasarle facturas a ningún sector.
Lo novedoso del período ha sido la rápida recuperación de la oposición, a raíz de una estrategia inteligente de autoproclamar una candidatura unitaria que logró recuperar la movilización de calle para quienes han adversado al gobierno todos estos años, y con ello la recuperación casi total del capital político que poseía en 2004 en el momento del referéndum revocatorio presidencial que posteriormente fue dilapidado por la campaña abstencionista
Esto es considerado un saldo muy positivo y de legitimidad para el proceso, ya que en las últimas semanas es increíble observar inusitados llamados a votar por parte de la oposición. Ya no se piensa en el fraude, en la vulnerabilidad del secreto del voto o las dudas sobre las máquinas de votación.
Poco debate o el «marketing» electoral en juego
El período de la campaña estuvo marcado por un debate de poca profundidad. Comenzando porque no se produce un reconocimiento del adversario. Para Chávez el enemigo a vencer es Bush y el Imperio, y el triunfalismo es un riesgo; Manuel Rosales es uno de los veinte candidatos. El Presidente Chávez apeló a manejarse en el rol de Presidente con inauguraciones por doquier y en el rol de candidato promoviendo las mareas rojas, con un evidente ventajismo en los medios de comunicación del Estado. Para Rosales, devolvió los golpes con certeza: 26 millones, cuestionar la «regaladora» de recursos a otros países, la tarjeta Mi Negra para otorgar a cada venezolano de entre 600 mil y un millón de bolívares mensuales, pero que no se atreve a cuestionar directamente a Chávez.
El director de Hinterlaces, Oscar Schémel asegura que gran parte de la población rechaza la tarjeta que promete Manuel Rosales para distribuir la riqueza petrolera. Los estudios cualitativos de la empresa advierten que la mayoría de los venezolanos prefiere empleos estables y una economía moderna antes que las medidas asistencialistas. En este sentido, sostiene que con este análisis, el país da los primeros pasos hacia una madurez política.
Sin embargo, no hubo espacio para visibilizar y aprovechar tal madurez política. No hubo debates en torno a modelos económicos, políticas sociales más allá de misiones y programas compensatorios. Al revisar la oferta de Rosales, salvo la política económica y algunas pinceladas, el resto del programa de gobierno se parece mucho a la gestión actual. De hecho, Rosales ha mantenido programas similares a los nacionales en la gobernación del estado Zulia. Sólo en algunas oportunidades arrecia la lucha ideologizada que coloca la elección de diciembre entre Capitalismo y Socialismo. Pero ambas terminan presas y cautivadas por el «jingle» de «Uh Ah Chávez no se va» y «Atrévete», respectivamente. Por momentos se ha reeditado la campaña de 1998, cuando la lucha se planteaba como en contra del diablo (Chávez). Ocho años después las fuerzas opositoras siguen considerando el mismo enemigo sólo que ahora es tan o más rojo que antes. Lo previsible es que la relación de fuerzas pueda volver al 60/40 del referéndum. 60% será el piso probable de Chávez. 40% puede ser el techo de Rosales.
El debate sigue pendiente luego de las elecciones
Con nuevos elementos en el frente internacional como la victoria de Correa en Ecuador, el avance de las reformas en Bolivia, la incertidumbre en Cuba, la segura reelección de los presidentes en MERCOSUR y nuevos escenarios en Centroamérica, el proceso bolivariano parece contar con una posibilidad de consolidarse a lo interno y seguir contando con un soporte externo
El mayor reto pendiente de avanzar serán las definiciones y praxis del «Socialismo del Siglo XXI». Cuestiones tales como el partido único o la democratización de las organizaciones políticas existentes (incluidas las opositoras); el modelo económico de desarrollo endógeno que de manera incipiente se comienza a levantar y las insuficiencias de la economía social como parte de ese modelo.
El aspecto económico es particularmente importante. Puede que la coyuntura nos apunte a «una película que ya vimos». Los indicadores macroeconómicos expresan una vuelta a la «bonanza petrolera» de los años 70’s y 80’s. El alto crecimiento económico (PIB), las altas reservas internacionales, el exceso de liquidez, disminución del desempleo, el alza desmedida del consumo y de las importaciones, etc., nos señala un cuadro al parecer positivo, pero que al mismo tiempo tiene su otra cada de la moneda: altos precios (inflación) y escasez (a pesar del control de cambio y el control de precios) todas figuras ya conocidas por la sociedad venezolana, amén de altos niveles de endeudamiento interno. Como también es conocida la fragilidad de este modelo mono-productor que profundiza la dependencia de un recurso y su aporte fiscal. El resto lo pagan los propios ciudadanos a través de los impuestos que han mantenido su peso en el presupuesto nacional. En todo caso, están avanzando proyecciones que nos recuerdan «La Gran Venezuela» con toda su carga de obras y sueños que generaron tras de sí pobreza y corrupción.
Finalmente, para comentar sobre los movimientos sociales. Podemos observar el incremento de la participación ciudadana por todos los rincones del país, alentada por la mano del Estado/Gobierno que cada vez es más larga y poderosa. Es decir, si bien proliferan por todos lados los comités de tierra, las mesas técnicas de agua, los comités de salud, las mesas de energía, y ahora los consejos comunales, todas estas iniciativas está de alguna manera u otra subordinadas a entes gubernamentales/estatales o responde a un programa de la administración pública. Esto nos interroga sobre la capacidad real de incidencia política y la autonomía de estos «nuevos movimientos sociales» que de hecho expresan una institucionalización de la participación y de los movimientos sociales como ya venía ocurriendo con el movimiento de mujeres, por ejemplo, pero que ya alcanza a sectores indígenas y juveniles, entre otros. En sectores como el sindical, los problemas internos como divisiones y personalismos impiden mayores controles. Es muy pobre y muy poco el debate que se produce al interior de estas organizaciones y la alineación directa con las políticas gubernamentales encubre el problema de fondo de la sociedad venezolana: una desarticulación y poco desarrollo del tejido social, incluidas las organizaciones políticas que hagan la intermediación entre el Estado y la Sociedad, teniendo que sustituir las organizaciones populares a los partidos para poder alcanzar los objetivos del gobierno.
Pero al mismo tiempo, muchos de los debates desde las organizaciones de base y en los movimientos sociales se han pospuesto debido a la ofensiva de sectores de la derecha opositora para derrocar el proceso bolivariano, especialmente en lo relacionado con la participación protagónica. Según Marta Harnecker «Todo indica que a medida que la llamada revolución bolivariana se consolide, la contradicción entre centralización y participación se irá acentuando. La coyuntura postelectoral parece favorable a la ampliación de esos debates que, casi inevitablemente, chocarán con funcionarios gubernamentales proclives a tomar decisiones desde las alturas».
– Julio Fermín es miembro de ALAI y del Equipo de Formación, Información y Publicaciones (EFIP) de Caracas.