Han dado, en Bagdad, los resultados electorales. Milimétricamente medidos, para que nada se salga del guión. Encajando sin fisuras en el plan diseñado por EEUU para quedarse.Quedarse en Iraq, quedarse con el petróleo, quedarse con todo lo que pueda tener valor. Ese, no otro, es el guión diseñado. Aplaudido a rabiar por los comunicadores occidentales. […]
Han dado, en Bagdad, los resultados electorales. Milimétricamente medidos, para que nada se salga del guión. Encajando sin fisuras en el plan diseñado por EEUU para quedarse.
Quedarse en Iraq, quedarse con el petróleo, quedarse con todo lo que pueda tener valor. Ese, no otro, es el guión diseñado. Aplaudido a rabiar por los comunicadores occidentales.
Los chiítas de Alí Al Sistani obtuvieron el 48,1%. Los kurdos, el 27.5%. Los serviles del Primer Ministro Allaui, chií, 13,8%. Al Sistani necesita, para gobernar, a uno de los otros.
Y los otros son, lo saben todos, fieles servidores del ejército ocupante. Al Sistani tiene la mayoría pero no puede gobernar contra EEUU. Ése era el juego. Elecciones para nada.
La participación fue del 59%, según lo oficializado. De ellos, el 70% chiítas. Que sacaron el 61%, sumándolos a todos. La lista de Al Sistani, 48%. Que no le da mayoría absoluta.
Lo cierto es que nadie, salvo el invasor, conoce los resultados reales. Lo presentado es una pura falacia. Juego malabar que cualquiera, con poco que supiera, habría anticipado.
Elecciones para validar la agresión. Legitimar la ocupación. Fingir que ya no pasa nada. Que todo terminó. Que los iraquíes son felices con la invasión. La atroz mentira de siempre.
Que, como siempre, se pagará con sangre. En Vietnam también organizaron elecciones…