Fue en ese virtual espacio de relaciones que es Facebook donde conocí la noticia de la muerte de Adrienne Rich. Alguien escribió: «he llorado a solas después de leer los versos suyos que me hicieron rencontrar mi identidad» y supe que era cierto. Aún presa del impacto de perder a quien se admira, sumé mi […]
Fue en ese virtual espacio de relaciones que es Facebook donde conocí la noticia de la muerte de Adrienne Rich. Alguien escribió: «he llorado a solas después de leer los versos suyos que me hicieron rencontrar mi identidad» y supe que era cierto. Aún presa del impacto de perder a quien se admira, sumé mi voz individual a la colectiva, en una sororidad de mujeres feministas de múltiples procedencias que intentamos brindar homenaje a una de las impulsoras fundamentales de este movimiento político e intelectual. Saber de la muerte a veces sobrecoge, pero quien ha dejado escrito un pensamiento coherente pervive en las palabras, las ideas, y contagia el encargo de saber defenderlas con integridad.
Cuando mis tiempos dieron signos/ de volverse/ políticamente correctos/ no imágenes indómitas/ que escapan de los límites/ cuando al caminar por la calle vi/ que se elegían temas por mí/ supe de qué cosas no hablaría/ por miedo del uso que les dieran los enemigos/ entonces empecé a hacerme preguntas…
Todo lo que escribamos/ será usado contra nosotros/ o contra quienes amamos./ Estas son las condiciones,/ las tomas o las dejas./ La poesía nunca tuvo ocasión/ de estar lejos de la historia…*
Tenía 82 años este 28 de marzo, cuando la artritis reumatoide que la aquejaba provocó la complicación definitiva. Vida suficiente, aunque no demasiada, para apostar por las causas más justas y revolucionarias de su tiempo y defender con coraje los presupuestos del socialismo y la paz, de los derechos de las mujeres, la existencia lesbiana, las personas negras, los seres desfavorecidos. Un repaso a la obra y biografía de la escritora estadounidense sirve para comprender la esencia de un arte responsable y comprometido que no defiende doctrinas o panfletos, sino la libertad plena del saber humano, que es lo mismo que el derecho a una existencia justa.
Las propuestas de Rich en varios de sus libros sobre las mujeres y el feminismo bien valdrían ser estudiadas en Cuba, un país en el cual la sola mención de esta palabra sigue provocando suspicacia y escozor. La intelectual nacida el 16 de mayo de 1929, en Baltimore, Maryland, fue una de las protagonistas de la segunda ola feminista desarrollada sobre la década del 70 de siglo pasado. Proponía una nueva ética y moralidad femenina, en las cuales el problema del habla, de la lengua, seguía siendo primordial . En su opinión, la ruptura del silencio tradicional de lo femenino lleva a la liberación de nuestros secretos y por tanto a una forma de acción concreta por la liberación.
Por eso defendió el derecho a vivir sin enmascaramientos y en 1970 terminó su matrimonio con el economista Alfred Conrad, padre de sus tres hijos, para unir su existencia a la escritora y editora Michelle Cliff. Las complejidades de su experiencia como madre le hicieron escribir Of Woman Born, una crítica contundente a la maternidad sublimada por las sociedades patriarcales.
No importa lo que piensas./ Las palabras serán consideradas responsables/ cuanto puedes hacer es elegirlas/ o elegir/ seguir en silencio. O nunca tuviste elección,/ que es por lo que las palabras que perduran/ son responsables/ y esto es privilegio verbal.
Pero Adrienne Rich, sobre todo, escribía poemas. Versos que impactaron a generaciones de lectores y lectoras sin prejuicios, en los cuales el lema del feminismo «lo personal es político» alcanza relevancia metafórica y expresiva pues reivindica la experiencia personal de las mujeres como recurso para construir un mejor futuro. Ante el rebuscamiento, eligió la frase clara y honesta, signos de un discurso estilísticamente auténtico.
La poesía se nutre de la vida y debe ser consciente, pensaba. En su caso, exploró sin doctrinas la identidad de las mujeres, el antirracismo, la sexualidad, la justicia económica y la experiencia lesbiana. Bien lo aclara María Soledad Sánchez Gómez, una de las principales estudiosas de su obra en la región hispana: «La poesía de Adrienne Rich tiene, en forma y contenido, la indudable precisión del arquero que atraviesa limpiamente la diana y la extraordinaria calidez de quien ha intentado transmitir a sus lectores la impresión de pertenecer a una comunidad en expansión; una comunidad que incluiría a la propia autora, a quienes la leen, y a la tradición literaria femenina que ella misma ha intentado recobrar por todos los medios a través de la (re)visión de una identidad colectiva que desde el pasado ha venido rescribiendo y renombrando, siempre contra corriente, la historia y la realidad».
La biblioteca de su padre la alentó a escribir versos y ya en 1951 publica A Change of World, seleccionado por W.H. Auden para el Premio Yale de poesía Joven. Se dio a conocer nacionalmente con su tercer título de poemas, Snapshots of a Daughter-in-Law, de 1963, en el cual ya era visible su necesidad por registrar las pulsiones de la existencia femenina colocándose en el centro de la escritura y expandiendo con eso el alcance de su obra. Por entonces el profesor de la Universidad de Maryland Rudd Fleming escribía en el Washington Post que este libro «demuestra poéticamente lo difícil que es ser una mujer: una integrante del segundo sexo».
Publicó más de una decena de volúmenes de poesía y cinco colecciones de textos ensayísticos. Entre ellos figuran The Diamond Cutters, 1956; Necessities of Life, 1966; Leaflets, 1969; Will to Change, 1971; Diving Into the Wreck, 1972; Of Woman Born: Motherhood, 1976; Twenty-One Love Poems, 1974-1976, publicado en 1977; Dream of a Common Language, 1978; A Wild Patience Has Taken Me This Far, 1981; The Fact of a Doorframe, 2001; On Lies, Secrets and Silence: Selected Prose 1966-1978, 1979; Blood, Bread, and Poetry: Selected Prose 1979-1985; An Atlas of the Difficult World, 1991; Dark Fields of the Republic, 1995 y Telephone Ringing in the Labyrinth: Poems 2004-2006.
Obtuvo el Premio Nacional del Libro de Estados Unidos por su colección de poemas Diving into the Wreck, en 1974; el premio Nacional del Círculo de Críticos Literarios de poesía por The School Among the Ruins; la beca MacArthur «genius», dos becas Guggenheim; el Premio Bollingen; la medalla a las artes creativas Brandeis; el premio de poesía Ruth Lilly; el Wallace Stevens y fue nominada al Nobel. Sin embargo, los reconocimientos no eran bienvenidos en su vida si simbolizaban injusticia e hipocresía. Por eso se negó a aceptar la Medalla Nacional de las Artes en 1997 que le otorgó el presidente Bill Clinton debido a las «políticas cínicas» de esa administración y, en 2003, tampoco asistió a un simposio de poesía en la Casa Blanca para protestar por la invasión a Irak y la gestión del presidente Bush hijo.
A pesar de su dolencia, se mantuvo activa mientras pudo, siguiendo la voluntad de enseñar que marcó su trabajo como profesora en muchos colegios y universidades, incluyendo Brandeis, Rutgers, Cornell, San Jose State y Stanford.
Convencida de que la literatura, cuando se ejerce consciente, incide en la transformación del mundo, la obra de Rich constituye una crítica directa al patriarcado como sistema de dominación, palpable también en la hegemonía masculina del pensamiento literario y artístico en general. Cada obra, en su criterio, debe ser analizada a partir del contexto y experiencia de vida de quien la produce. En palabras de Sánchez Gómez, Rich explotó de manera incansable » la relación entre la poesía, la política y la historia, así como la necesidad de las visiones utópicas frente a la complacencia y desesperanza de nuestro tiempo».
Imagina que quieres escribir/ sobre una mujer que entreteje/ el pelo de otra mujer-/ dejando que cuelgue, o con cuentas y conchas/ en trenzas de tres cabos o como filas de granos-/ mejor sería que supieras el grosor/ la largura el modelo/ por qué decide trenzarse el pelo/ cómo se lo hacen/ en qué país sucede/ qué más sucede en ese país/ Tienes que saber estas cosas.
Poeta: hermana: palabras-/ nos guste o no-/ perduran en un tiempo propio./No sirve lamentarse Lo escribí/antes de que Kollontai fuese exiliada/Rosa Luxemburg, Malcolm,/ Anna Mae Aquash, asesinados,/ antes de Treblinka, Birkenau,/ Hiroshima, antes de Sharpeville,/ Biafra, Bangladesh, Boston,/ Atlanta, Soweto, Beirut, Assam/ -esos rostros, nombres de lugares/ cercenados del calendario/ del tiempo norteamericano .
Arte y política, según Rich, no debían separarse, como tampoco las luchas por los derechos civiles fundamentales. «Para mí, el socialismo representa el valor moral, la dignidad y los derechos humanos de todos los ciudadanos… Es decir, los recursos de una sociedad deberían ser compartidos y la riqueza distribuida tanto como sea posible», dijo al diario San Francisco Chronicle en 2005.
La interrelación no visible entre las discriminaciones cobró en su obra importancia medular. El famoso ensayo Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana analiza la historia de la orientación sexual no canónica con un enfoque que entiende las diferencias entre mujeres, hombres, lugares, épocas, culturas, condiciones, clases y movimientos a la hora de reconocer la experiencia individual en la esfera política.
Aunque algunos de sus presupuestos han sido cuestionados a partir de la evolución teórica del propio feminismo, la aparición de estas ideas en la década del 70 arrojó luz sobre aspectos poco profundizados en los estudios y reflexiones sobre la condición social de la mujer. En su criterio la heterosexualidad debe ser estudiada como una institución política que debilita a las mujeres y hombres al ejercer su poder hegemónico. En las notas escritas para una edición posterior del texto, la escritora reveló que «esperaba también que otras lesbianas percibieran la profundidad y la amplitud de la identificación con mujeres y de la vinculación entre mujeres que han recorrido como un tema continuo, aunque yerto, la experiencia heterosexual, y que esto se convertiría en un impulso cada vez más activo políticamente, no sólo en una ratificación de vivencias personales».
En sentido general su obra demuestra cómo se ha conceptualizado al lesbianismo desde la aberración o se le ha invisibilizado a partir de los relatos culturales. Se opone de igual manera al racismo y la homofobia, y plantea problemas viscerales de este tiempo como la feminización de la pobreza, la exclusión y la discriminación por cuestiones de género.
Otro de sus textos reflexivos fundamentales, Sobre mentiras, secretos y silencios , devela la manera en que el ocultamiento de la identidad se ha convertido en estrategia de sobrevivencia por los grupos desposeídos, de modo que defender la franqueza como esencia de vida constituye un acto de liberación. Así, «cuando una mujer dice la verdad está creando la posibilidad de que haya más verdad alrededor de ella (…) Las mujeres solo estamos empezando a descubrir nuestras propias verdades».
El conservadurismo de la sociedad en la que vivió Rich, dominada casi siempre por la derecha, constituía a su juicio uno de los agravantes de la inequidad entre los géneros: «Las instituciones que han controlado tradicionalmente a las mujeres -maternidad patriarcal, explotación económica, familia nuclear, heterosexualidad obligatoria- se están viendo fortalecidas por la legislación, por los mandatos religiosos, por las imágenes de los medios de comunicación y por los esfuerzos de la censura».
Pero esta realidad no ha concluido. Algunas de las reivindicaciones alcanzadas por la generación de feministas y activistas sociales de la cual formó parte la poetisa norteamericana han logrado afianzarse, mas siguen siendo las mujeres desfavorecidas en el orden social vigente. Cuando se conoce de las violaciones correctivas, los crímenes de odio y los feminicidios las ideas de sus textos resultan un llamado al activismo y la lucha, lo mismo que cuando se propaga la superficialidad, la sexualización y el consumo como centros de las representaciones culturales de lo femenino.
La escritura desde el yo cuando este es expresión de conciencia puede resultar un antídoto. Fabular una realidad alterna a la hegemonía opresiva es también una manera de cambiar el mundo. Con Rich aprendemos esta práctica lúcida y liberadora, pero también, como confiesa María Soledad Sánchez Gómez, que «el lenguaje es poder y que el desprecio del otro es ya de por sí un gesto que antecede a cualquier política autoritaria y fascista».
Pienso esto en un país/ donde las palabras se quitan de las bocas/ como el pan se quita de las bocas/ donde los poetas no van a la cárcel/ por ser poetas, sino por ser/ de piel oscura, mujeres, pobres./ Escribo esto en un tiempo/ en el cual lo que escribimos/ puede usarse contra quienes amamos/ en el que no se da nunca el contexto/ aunque intentemos explicarlo, una y otra vez./ Por el bien de la poesía al menos/ tengo que saber estas cosas (…)
En Norteamérica el tiempo tropieza/ sin avanzar, liberando sólo/ un cierto dolor norteamericano./ Julia de Burgos escribió:/ Que mi padre fuera esclavo/ es mi dolor; que hubiera sido amo/ habría sido mi vergüenza./ Palabras de una poeta, colgadas de una puerta/ en Norteamérica, en el año/ mil novecientos ochenta y tres./ La luna casi llena se levanta/ hablando eternamente de cambio/ por encima del Bronx, el río Harlem/ las ciudades sumergidas de Quabbin/ los túmulos funerarios saqueados/ las ciénagas tóxicas, los campos de pruebas/ y empiezo a hablar otra vez.
* Todos los fragmentos utilizados corresponden al poema «Tiempo norteamericano», de Adrienne Rich.