Al inicio de esta crisis comenzó a circular por la red, casi como un mantra, un breve texto de Albert Einstein en el que el físico planteaba que toda crisis abre una puerta a un nuevo mundo de oportunidades. Conforme iban pasando los meses el mantra fue perdiendo su potencia viral. La toma de conciencia […]
Al inicio de esta crisis comenzó a circular por la red, casi como un mantra, un breve texto de Albert Einstein en el que el físico planteaba que toda crisis abre una puerta a un nuevo mundo de oportunidades.
Conforme iban pasando los meses el mantra fue perdiendo su potencia viral. La toma de conciencia de que estábamos ante una situación de una gravedad desconocida hasta ahora fue calando y la crisis dejó de ser vista como una oportunidad, como decía Einstein, para comenzar a ser tratada como una especie de plaga que iba asolando a su paso todo lo que encontraba.
Y es que esta crisis es mucho más que un mero bache en la tasa de crecimiento del producto interior bruto de nuestra economía. Más allá de lo cuantitativo, su verdadera y más profunda dimensión transformadora es de naturaleza cualitativa: nada va a volver a ser ya como fue antes.
Buena prueba de ello lo tenemos en que, por fin y abiertamente, el gobierno está promoviendo cambios para que, quienes se lo puedan permitir, comiencen a pensar en su futuro desvinculándolo de los mecanismos de solidaridad colectiva intra e intergeneracional y lo afronten en término de la gestión privada de sus riesgos particulares.
No otro es el sentido del Plan de Educación Financiera 2013-2017 cuya finalidad última es que, ante un proceso en el que las estructuras de bienestar que le dan contenido material a derechos sociales básicos están siendo desmanteladas, los ciudadanos puedan, presuntamente, gestionar sus planes y seguros financieros privados con un mayor conocimiento. A eso, y no a otra cosa, se refiere el gobierno cuando dice que el sistema educativo debe formar a los alumnos para que éstos, llegado el momento, tomen «decisiones financieras ajustadas».
Pero, además, el Plan no viene sólo y se complementa con una nueva vuelta de tuerca en la ofensiva que se hizo en su momento para introducir en la enseñanza secundaria una asignatura de economía que, casualmente, en lugar de dotar a los alumnos de algunos instrumentos económicos que les permitieran entender mejor el mundo en el que viven se orientó a enseñarles los principios de la economía de la empresa.
El resultado no ha podido ser más surrealista: a los cursos de introducción a la economía de las universidades llegan alumnos cuyo vocabulario económico es eminentemente empresarial y que, al mismo tiempo, ignoran todo lo relacionado con el sistema y el entorno económico en el que la empresa opera. Así, por ejemplo, cuando hablan de salario sólo lo conciben como un coste y si se refieren al trabajo son incapaces de percibir su dimensión social y se limitan a tratarlo como un factor de producción más.
De esa forma, los programas de Economía de la empresa de la educación secundaria se encargan de formatear sus cerebros aún vírgenes para que todo lo que venga con posterioridad esté ya filtrado por el tamiz que impone la identificación de lo económico con lo empresarial.
Pero, aún así, eso no debe parecerle suficiente a quienes creen que una asignatura de Educación para la Ciudadanía es adoctrinamiento en el civismo y una de Economía de la Empresa es ciencia económica aplicada.
Así, y dado que esta crisis también está arrasando la estructura productiva de nuestro país, dominada por pequeñas y medianas empresas, es necesario ir un paso más allá y fomentar eso que expresado como «emprendedurismo» suena tan moderno pero que cuando lo definimos como autoexplotación pasa a ser mucho menos atractivo.
Basta con ver la campaña que, por ejemplo, La Caixa está promoviendo con un nombre que apesta a infaustos tiempos pasados, «Formación del espíritu emprendedor en educación secundaria», para que terminemos de entender que de la actual crisis del capitalismo nuestro gobierno y las empresas que detentan el poder económico en este país creen que debemos salir con más capitalismo. Pero no un capitalismo cualquiera, no; sino un capitalismo sustentado sobre la intensificación de la autoexplotación y de la gestión privada y financiarizada de los riesgos sociales.
De esta forma, aquella educación que asumió como principio formar ciudadanos libres y críticos y que tan molesta resultó ser siempre para el poder está ahora, también, en vías de extinción.
Einstein tenía parcialmente razón: la crisis se ha convertido en una oportunidad; lo que no nos dijo era que lo está siendo para acabar con todo aquello que un día nos dio ciertas certezas y la capacidad para luchar por ellas.
http://www.diagonalperiodico.net/saberes/21738-emprendiendo-desde-la-escuela.html
Alberto Montero Soler (Twitter: @amonterosoler) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
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