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Empresas socialistas crecen con modelo propio

Fuentes: Agencia Venezolana de Noticias

Toda fábrica capitalista persigue el mismo fin: incrementar la ganancia. El empleado es el medio para lograrlo y su bienestar figura poco o nada entre las metas del empleador. En una empresa socialista la ganancia no se descarta, pero se concibe como parte del proceso necesario para su crecimiento y sustentabilidad, con un fin distinto […]

Toda fábrica capitalista persigue el mismo fin: incrementar la ganancia. El empleado es el medio para lograrlo y su bienestar figura poco o nada entre las metas del empleador.

En una empresa socialista la ganancia no se descarta, pero se concibe como parte del proceso necesario para su crecimiento y sustentabilidad, con un fin distinto al capitalista: mejorar la calidad de vida del trabajador con algo más que un salario.

La reflexión corresponde al presidente de la fábrica china-venezolana Orinoquia, Kai Chen, quien refiere a elementos como la horizontalidad en la toma de decisiones y la conjunción de opiniones en la estructuración de las reglas, acordadas y nunca impuestas, en el diseño de un modelo propio.

Desde el pasado 21 de mayo, esta empresa trabaja en Caracas en la confección de celulares bajo el esquema de producción socialista que promueve el Gobierno Nacional, concebido como el revés del mecanismo capitalista de explotación laboral y de la máxima ganancia.

La experiencia se vive igual en la fábrica Venezolana de Telecomunicaciones (Vtelca), donde el ensamblaje de celulares «es un tránsito hacia el socialismo», tal como sostiene Akram Makarem, presidente de la empresa.

«Corresponsabilidad, solidaridad, democracia y unidad de acción son los valores que nos caracterizan como empresa socialista», señala, y pronostica perspectivas de crecimiento que satisfagan las elevadas exigencias de calidad del venezolano.

Asegura que la producción de Vtelca, hoy cercana a los 5 mil celulares diarios, no se quedará en los anaqueles, en virtud de la alta demanda que se registró en mayo del año pasado, con el lanzamiento del teléfono Vergatario.

«El creciente poder adquisitivo del venezolano y nuestros precios solidarios garantizan que todo lo producido será adquirido», afirma.

En socialismo, ha sido posible incrementar la producción de Vtelca hasta hacer en un día lo que hace un año se hacía en una semana, en condiciones de dignidad para los trabajadores.

«La aspiración es nunca bajar nuestro rendimiento sino seguir creciendo, en la misma medida en que crecen los beneficios de nuestros trabajadores y satisfacemos las necesidades de comunicación de los venezolanos».

Ciudadanos, luego empleados

Orinoquia funciona hoy con dos líneas de producción. Que marchen sin tropiezos en ninguno de sus procesos es responsabilidad de Olga Guerrero. Viene del 23 de Enero y fue seleccionada, a través de la Misión Sucre, para integrar el equipo de trabajadores.

«Es mi labor velar por que todo fluya sin problemas, que la producción no se detenga», dice orgullosa, tras dos meses de entrenamiento que hoy le permiten desenvolverse con total seguridad en su puesto de trabajo.

Asegura sentirse contenta como venezolana, por los pasos dados hacia la soberanía tecnológica, y como empleada de Vtelca, por la posibilidad de ejercer un oficio digno y de justa remuneración.

«Nos han tratado muy bien, todos los días nos dan entrenamiento para mejorar nuestro desempeño y además tenemos un buen paquete salarial», comenta.

Andry Medina, operador de línea de producción, comparte el sentimiento de Olga. Es de Petare y fue seleccionado por su consejo comunal para formar parte del equipo Orinoquia.

«El aprendizaje y conocimiento que estoy absorbiendo en materia tecnológica es una experiencia única para mí», comparte.

Kai Chen señala que más del 70% de los empleados de Orinoquia provienen de Petare, populoso sector del estado Miranda, quienes desarrollan procesos paralelos de desarrollo en sus comunidades con apoyo de la empresa.

«Hay una relación directa entre la productividad laboral y el progreso social, pues mantenemos el vínculo entre los trabajadores y su comunidad», destaca.

Así, proyectos socioproductivos que adelantan los consejos comunales reciben apoyo financiero por parte de Orinoquia, a través de sus excedentes.

Igualmente, se impulsa la creación de la empresas comunales conexas que, más adelante, podrán dedicarse a fabricar partes y complementos de los equipos, como forros, cargadores, carcasas, baterías y manos libres.

«No es sólo poner el dinero sino ayudar a que la comunidad se desarrolle a través de la capacitación, en contraste con los capitalistas que ven al empleado como su propiedad, no se detienen en sus individualidades y conciben sus actividades como oficios mecánicos con el único fin de producir», explica Chen.

La estrategia de Orinoquia responde al abordaje que una empresa socialista hace del ser humano y su contexto, entendiéndolo como ciudadano, con deberes y derechos, antes que como empleado.

«Queremos que la empresa sea un camino para que los empleados se desarrollen como personas, profesionales y ciudadanos integrales de la nación», señala Chen, en referencia a lo que califica como un paso más allá de las metas materiales o de producción.

«A medida que se fortalezca la fábrica se fortalecerá la comunidad, no en una relación directa pero sí consecuente», explica e insiste en la importancia de que el aporte no se limite a lo monetario.

«No queremos ser sólo una caja chica sino la palanca para que surjan otras formas de producción que se conviertan en herramientas para el desarrollo social».

Fábrica nuestra

Orinoquia, como cualquier industria socialista, tiene sus metas establecidas, pero el trabajo en equipo y el compromiso de los trabajadores acortan el camino y permiten ir más allá de lo planteado.

«Que se tome en cuenta la opinión del empleado y que el diálogo y el consenso sean nuestras principales herramientas de trabajo no significa que no tracemos objetivos o que no existan llamados de atención cuando ocurren fallas», afirma Kai Chen.

Sin embargo, destaca el hecho de que elevados niveles de compromiso y el claro entendimiento de lo que implica el trabajo en equipo propician un ambiente de disciplina mayor al que se observa en una empresa privada.

En Vtelca ocurre lo propio, y de ello da cuenta Akram Makarem, presidente de la empresa: «El compromiso y la conciencia de nuestros trabajadores nos permiten una eficiencia superior».

Asegura que la apropiación del conocimiento y del proceso hace que cada empleado sienta y haga suya la empresa y trabaje con celo por el logro de las metas.

«Es nuestra fábrica, aquí no le reportamos a un patrón que nos explota y nos exige por encima de lo posible para generar una plusvalía; aquí el espíritu es de corresponsabilidad, de cuidar lo que es nuestro», dice Makarem, quien se refiere a sí mismo no como un jefe sino como un trabajador más.

Él y el resto del equipo Vtelca velan por el cumplimiento de derechos que, en socialismo, abarcan mucho más que las prerrogativas que consagra la ley. En breve, contarán con un comedor, mientras atienden propuestas consensuadas de transporte, vivienda y educación. «Queremos ser más que un 15 y último», expresa.

Economía no financista

«La lógica capitalista indica que los productos valen todo lo que el cliente puede y es capaz de pagar», dice Kai Chen. En Orinoquia, la lógica apunta a que los costos se paguen y se genere una ganancia suficiente para cubrir los beneficios integrales del empleado.

Con menos de dos meses en el mercado aún no registran estadísticas de ahorro, pero, de alcanzar la meta de producción de 2 millones de equipos anuales, estiman gastar unos 20 millones de dólares menos al año por concepto de piezas y mano de obra nacionales que antes se importaban.

Akram Makarem, de Vtelca, no cuantifica con precisión el ahorro pero prefiere hablar del concepto de economía real, distinta a la financista, con el cual establecen sus verdaderos parámetros de ganancia.

«La economía financista contempla todos los antivalores que llevaron al quiebre en Wall Street, mientras la economía real alude a la necesidad de producir en el país, de reforzar la soberanía, es esa la mejor de las ganancias», sostiene.

Revela que en muchos casos importar mano de obra resulta menos costoso, pero es un mecanismo en el que subyacen procesos de explotación laboral. En cambio, cuando una fábrica socialista abre puestos de trabajo digno en Venezuela, se ataca el desempleo y se distribuye riqueza y bienestar social.

«El fracaso del modelo norteamericano fue por eso, por querer ahorrarse costos explotando a trabajadores externos y negando opciones de empleo en su país. Al final tuvieron un producto más barato pero que fue en detrimento de su economía nacional y de su fuerza de trabajo», detalla Makarem.

Señala que la procura de transferencia tecnológica para satisfacer necesidades propias, con producción criolla, comporta una valoración que no puede ser cuantificada financieramente y que permitirá transitar hacia procesos más eficientes bajo el modelo socialista.

«En capitalismo, el trabajador obtiene lo mínimo para vivir en condiciones de necesidad frente a un patrono que se queda con todo y vive grotescamente sobrado. Nosotros invertimos esa pirámide, en cuya base están los trabajadores con su gran esfuerzo y en la punta está quien obtiene el resultado de ese esfuerzo», resume.

Makarem no duda de la sustentabilidad de los procesos productivos socialistas, pues lo que ocurre no es una supresión de la ganancia sino de la acumulación de ésta en pocas manos. Así, la ganancia pasa de ser exacerbada a equilibrada y suficiente para sostener el proceso y garantizar los beneficios a los cuales tiene derecho el trabajador.

«No son sabios ni especialistas, son las mayorías excluidas las que hoy tienen la posibilidad de participar en la creación de un modelo que no podemos decretar pero sí desarrollar a través de procesos sustentables para la vida. Ese es nuestro socialismo del siglo XXI».

Fuente: http://avn.info.ve/node/3799