El periodista y escritor argentino Luis Bilbao, afirma que las elecciones regionales del 23-N en Venezuela tienen enorme trascendencia para América Latina, ya que «está en juego si la continuidad acelerada de la Revolución Bolivariana se confirma con este resultado electoral o si tenemos una respuesta contraria a la profundización de los cambios en pos del socialismo».
¿Estas elecciones tienen alguna importancia más allá de las fronteras venezolanas?
Sí desde luego. No son elecciones normales dentro de Venezuela. Yo creo que la Revolución Bolivariana ha arribado a un límite. Ese límite en realidad debería haberse resuelto en la elección de diciembre de 2007 y, como sabemos, la aprobación de la transformación constitucional no fue posible en aquella oportunidad.
En este momento, lo que está en juego es si la continuidad acelerada de la Revolución Bolivariana se confirma con este resultado electoral o si, en realidad, tenemos una respuesta contraria a la aceleración y la profundización de los cambios en pos del socialismo en Venezuela.
Esto tiene una trascendencia extraordinaria para el resto de América Latina y mucho más allá, porque estamos en un cuadro mundial muy particular, en el cual quedó claro -ahora, yo creo, para todo el mundo- que el sistema capitalista no está en condiciones de tener una continuidad normal en la que mínimamente se resuelvan cuestiones elementales en la sociedad humana. El sistema capitalista muestra su incapacidad para dar estas soluciones mínimas y, por el contrario, empieza a plantear problemas gravísimos, como los que están viéndose hoy mismo: en Estados Unidos cunden los despidos en todos los rubros empresarios. Entonces, la idea de acabar con el capitalismo, de superarlo, es vital, ya no para Venezuela, sino para la sociedad mundial. De manera que, sin ninguna duda, las elecciones en Venezuela tienen una trascendencia en distintos planos, a escala internacional.
¿Cuál ha sido en estos días y cómo espera que sea la actitud de Estados Unidos y sus servicios de inteligencia para intervenir en la campaña electoral de Venezuela?
Creo que hay muchos elementos como para que sospechemos con mucha firmeza que hay un plan de Estados Unidos para desconocer los resultados electorales. En general, el departamento de Estado no aplica políticas singulares en cada país, y lo que ha pasado hace una semana en Nicaragua me parece que es un signo clarísimo de que, frente a la imposibilidad de contener la expresión electoral de los pueblos de América Latina, Estados Unidos, sencillamente, lo que va a intentar hacer es desconocer el resultado electoral.
Hay muchos elementos, también en el plano interno, que indican eso, y desde luego eso no es sencillo por varias razones, una de ellas no atinente a la propia revolución, sino a la oposición. La oposición no es homogénea, no está unívocamente resuelta a asumir todo lo que significaría desconocer el resultado de las elecciones, a la vista de los múltiples adelantos de encuestas y sondeos de opinión, que indican claramente una victoria oficial.
Yo creo que podemos esperar una intervención estadounidense a través de sus socios locales para desconocer el resultado electoral. La gran cuestión es si en el plano de la comunicación mundial, está la Revolución Bolivariana capacitada para hacer llegar su verdad a todo el mundo.
¿De qué dependería entonces que no se repita el escenario nicaragüense?
La primera cuestión es que haya una victoria de tal magnitud que no sea posible negarla sin incurrir en actitudes grotescas. Pero cuando Estados Unidos y toda su parafernalia político-comunicativa resuelve asumir una posición de este tipo, es prácticamente imposible evitarla a priori.
Lo único que se puede hacer es enfrentarla a posteriori, y desde luego, en ese terreno está todo resuelto. Lo han repetido todos los candidatos, a propuesta del propio presidente Chávez: se debe ganar la calle, no se le debe permitir la calle a la oposición.
Y hay una expresión muy clara que dijo el presidente Chávez en un acto en el Zulia, cuando repitió que no se puede asumir otra cosa que el hecho de que la calle no es de la oposición, sino del pueblo. Y que los cuarteles no son de la oposición, sino del pueblo.
Yo creo que con esta expresión: «La calle es del pueblo, los cuarteles son del pueblo», me parece que está muy clara cuál es la respuesta presumible en caso de que la oposición se animara a dar el paso de desconocer con movilizaciones el resultado electoral.
Imaginando un escenario ideal, como el que se presentaría con el triunfo en 21 gobernaciones y más de 300 alcaldías, ¿sería éste a su criterio un margen decisivo en la correlación de fuerzas a favor del cambio revolucionario que los sectores de izquierda de la Revolución y el Gobierno vienen empujando?
Sin duda. Una victoria contundente como la que es esperable el domingo próximo, es la plataforma necesaria y suficiente para que, efectivamente, la Revolución Bolivariana asuma los pasos de profundización en su proceso de superación del capitalismo y comience a afirmar estructuras y métodos ya claramente dentro del ámbito del socialismo.
Yo creo que a partir de una victoria contundente el domingo 23, podemos esperar para el año 2009 una verdadera revolución dentro de la revolución.
¿Qué pasaría si no se lograra un triunfo con un margen suficiente? ¿Qué riesgos estaríamos corriendo?
Habría, en primer lugar, una delimitación de campos, incluso dentro de las propias filas oficialistas. Porque todavía, una de las características de lo que está ocurriendo en Venezuela es que se están delimitando los campos, incluso dentro de las propias filas oficialistas, en el sentido de revolución, o no revolución, o contrarrevolución.
La decisión de dar los pasos para superar el sistema capitalista evidentemente pone en tensión alianzas internas, pone en tensión incluso la conciencia de cada individuo, porque es muy fácil decir «¡Viva el socialismo!»; no es tan fácil asumir que se avanza hacia una sociedad socialista, con todo lo que esto presupone en el plano interno y en el plano internacional.
De manera que una eventual victoria poco contundente en el resultado electoral alentaría las vacilaciones que han mostrado en el último período algunas franjas de las fuerzas que se han presentado desde hace 10 años aliadas a la revolución, pero que al momento mismo en que se comprueba que la revolución no es una palabra, sino una estrategia que se cumple de milimétrica, sistemática, implacablemente, en ese momento vacilan.
Habría más vacilaciones y habría más dificultades de orden político. Sería más necesaria la lucha ideológica y la lucha política, y no sería tan lineal el avance en pos de las medidas que urgentemente reclaman tanto la economía como la sociedad.
En este momento, ¿estamos ante una institucionalización de la revolución? ¿Las alcaldías y gobernaciones podrían ser espacios donde se expresara la revolución en el sentido de la irrupción de las masas en la política? ¿De qué forma cree usted que se está articulando el «doble poder» que ha caracterizado al proceso revolucionario venezolano?
La formulación del «doble poder» se planteó hace muchos años, y nos remite a la historia de las revoluciones y a las formas en que se han desarrollado, específicamente la Revolución Rusa, que es el prototipo precisamente de esa instauración de un doble poder.
En el caso venezolano, la circunstancia es completamente diferente. No hay un doble poder en ese sentido tradicional. Hay un doble poder con características absolutamente singulares, porque ese doble poder se expresa dentro de las propias instituciones: no está resuelto, no es algo neto, no es algo perceptible y palpable: «un poder aquí y el otro poder allá». El poder y el contrapoder están dentro de las mismas instituciones, dentro de los mismos organismos, en todos los niveles, en todos los planos, en todos los lugares.
La pregunta que ustedes hacen es uno de los problemas teóricos y prácticos más difíciles que plantea la revolución venezolana. Yo la resuelvo con una afirmación: la expresión se va a dar dentro de las instituciones, pero no necesariamente en su continuidad lineal. Ésta es una revolución que no ha apelado a la violencia para destruir los cimientos de la estructura sociopolítica anterior, y esa revolución está dentro mismo del edificio del status quo anterior.
Lo que me parece muy claro es que una victoria electoral sencillamente fortalecerá el factor revolucionario dentro del cuadro general que tenemos hoy, donde se combinan las instituciones legadas por la IV República o por el poder burgués con las instituciones que ha sistemáticamente ido creando la revolución, en una evolución que al menos yo no puedo prever, pero que necesariamente tiene que resolverse por la victoria de una u otra. Y eso estaba precisamente planeado para que pudiera resolverse de una manera pacífica e institucional, a través de la Reforma de la Constitución, pero en la medida en que esa reforma no ocurrió, continua la tensión interna.
No se puede pontificar cómo será esto. De lo que no tengo dudas es de que la fuerza de la revolución ha ido creciendo en muchos sentidos en la conciencia del conjunto social y ha dado un paso en mi opinión vital, que es la constitución del Partido Socialista Unido de Venezuela y, a partir de allí, la estructuración de una fuerza capaz de actuar en todos los terrenos.
Es allí precisamente donde vamos a ver el combate en el próximo período, porque el PSUV tendrá que dar el combate dentro de las instituciones, en los organismos del Poder Popular y, muy paradojalmente, dentro de su propia estructura para poder avanzar en el sentido revolucionario.