No fue por falta de advertencias bien fundamentadas que Brasil se metió en el atolladero haitiano. Entre otras, esta Reseña en su edición del 10 de marzo de 2004 (Vol. 1 No. 6), una semana después del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide, describía el trasfondo de la crisis y se adelantaba a enfatizar los riesgos […]
No fue por falta de advertencias bien fundamentadas que Brasil se metió en el atolladero haitiano. Entre otras, esta Reseña en su edición del 10 de marzo de 2004 (Vol. 1 No. 6), una semana después del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide, describía el trasfondo de la crisis y se adelantaba a enfatizar los riesgos que se corrían con una intervención. Entonces afirmamos: «La actual crisis de Haití que llevó al exilio forzado al presidente Jean-Bertrand Aristide, representa un mal presagio en el turbulento escenario mundial, además de sentar un peligroso precedente en las relaciones hemisféricas. Algunos de los elementos que deberán tomarse en consideración en Haití son:
1) Cualquier iniciativa de intervención externa que no incluya un programa de largo plazo para la reconstrucción y el desarrollo del país, será estéril. Mas que soldados extranjeros, Haití necesita de ayuda económica para la construcción de una sociedad moderna. Si tales vulnerabilidades fundamentales no fueran debidamente enfrentadas, los conflictos internos que han marcado la historia del país volverán a manifestarse -y posiblemente se exacerbaran- cuando las fuerzas extranjeras se retiren.
2) El conflicto fue nuevamente instigado por sectores del Establishment estadounidense vinculados al tristemente celebre Proyecto Democracia, en especial al Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute- IRI) y el Centro para las Empresas Privadas Internacionales (Center for International Private Enterprise-CIPE), que trabajaron con grupos de la llamada oposición a Aristide, con el apoyo de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Irónicamente el mismo Proyecto Democracia que puso al presidente Aristide en el poder en 1994. Según Robert Maguire, director del Programa de Estudios Haitianos del Trinity College de Washington, las reuniones del IRI ocurrieron en la Republica Dominicana y en los propios Estados Unidos. Otro factor significativo para promover la inestabilidad interna que creó las condiciones para el levantamiento armado fueron acciones del Presidente George Bush, que presionaron frente a organismos internacionales como el Banco
Mundial y el BID, para bloquear la concesión de créditos. El pretexto oficial para la negativa fue un contencioso en torno de la elección de siete senadores del partido Lavalas de Aristide, en las elecciones de 2001. De la misma forma, se comenta que el Departamento de Estado impidió que la Steele Foundation, empresa estadounidense responsable por la seguridad de Aristide, reforzara el aparato de protección del presidente haitiano, en los días anteriores a su deposición.
3) Aristide insiste en que fue retirado del palacio de gobierno por la fuerza de las armas de militares estadounidenses y franceses. De acuerdo a varios relatos, él fue llevado a la fuerza al avión y sólo se le informó de su destino 45 minutos antes de que el avión aterrizara en la Republica Centro Africana. Tal versión tiene el respaldo de la Comunidad Caribeña (CARICOM) y de la Unión Africana. La primera por intermedio del Primer Ministro de Jamaica, P.J. Patterson, manifestó su ‘extremo malestar’ con el entrometimiento de las ‘potencias occidentales’ en la rápida salida de Aristide, además de que se negaron a formar parte de la fuerza internacional que deberá ser enviada al país en abril. La segunda condenó la manera inconstitucional en que Aristide fue removido del poder. El comunicado oficial de la entidad afirma que la deposición de Aristide ‘establece un peligroso antecedente para una persona debidamente electa’.
Es evidente que el Establishment anglo-americano, con su componente francés, actuó en Haití sobre la base de una ley imperial no escrita que legitima el concepto de la soberanía limitada.»
Ahora, frente al agravamiento de la situación de seguridad en Haití y a la conmoción causada por el alegado suicidio del general brasileño, Urano Bacellar, comandante militar de la Misión de Paz de la ONU (MINUSTAH), autoridades gubernamentales y círculos militares de Brasil comenzaron a cuestionar públicamente, lo que ya se murmuraba en privado, que todo fue un serio error estratégico. Para los militares, además del obvio impacto negativo por la muerte del general Bacellar, la inquietud principal proviene de la constatación tardía de que la carencia mayor de Haití no es -y no era- la cacareada «democracia», sino una perspectiva real de prosperidad y desarrollo socioeconómico, cuya solución, todavía, no está a la vuelta de la esquina, debido a la ausencia de los recursos internacionales prometidos.
Además, para esos círculos, es difícil aceptar la explicación oficial sobre la muerte del general Bacellar, que tanto las Naciones Unidas como el gobierno brasileño se apresuraron a dictaminar como suicidio. Una dura manifestación de tal controvertida explicación fue un extenso artículo divulgado el 15 de enero por el periodista Oliveiros S. Ferreira, ex editorialista y ex directivo del influyente periódico O Estado de São Paulo y especialista en asuntos militares, en el que afirma que «la situación que se creó para el gobierno de Lula después de la muerte del general que comandaba las fuerzas de la ONU en aquel país…puede originar un proceso social y político de consecuencias imprevisibles».
Tras presentar argumentos detallados que, a su modo de ver, lanzan dudas sobre la versión de suicidio, Ferreira reproduce trechos de una entrevista concedida por el periodista haitiano Wienner K. Fleurimond, editorialista del periódico Haití Tribune, publicada en el Estado de São Paulo el 10 de enero. En ésta, Fleurimond dice estar convencido de que Bacellar «pudo haber sido ejecutado por la acción de un grupo armado al servicio de la mafia y del narcotráfico haitianos, ambas organizaciones muy activas en el país». Según él, «tengo informaciones de que el jueves (5/01/2006) el general fue insultado por hombres que controlan el poder económico del país. Él venía sufriendo fuertes presiones, como su antecesor, el general Augusto Heleno, para utilizar sus tropas en el barrio Cité Soleil, y reprimir los movimientos que ahí actúan, pero reaccionó contra eso. No creo que un general acostumbrado a ese tipo de presiones pueda reaccionar suicidándose».
Ferreira analiza: «Juntemos A): el general Bacellar fue insultado seguramente porque repelía presiones de los hombres que controlan el poder económico en el país, para invadir Cité Soleil con el objetivo de reprimir los movimientos que ahí tienen su base de operaciones -con B): el general Bacellar estaba tenso porque debería decidir si enviaba o no a sus fuerzas a Cité Soleil- y con C): el general Heleno no creía que en Cité Solei estuvieran los ‘reyes del narcotráfico’. Esos son los únicos hechos conocidos sobre la situación antes de que el cuerpo del general Bacellar fuera encontrado. Cada uno de los lectores puede sacar sus conclusiones de la ecuación que construí arriba, A+B+C, en que Cité Soleil no es una variable, sino una constante, de la misma manera que son constantes los ‘hombres que controlan el poder económico en el país».
Enfático asegura que, «no creo y nunca creeré en la tesis de suicidio… Creo que él fue asesinado por orden o de los «hombres que controlan el poder económico en el país», o de la mafia del narcotráfico (si es que ambas categorías sociales no se confunden en un país en que el Estado ya no existe)». Con gran amargura, complementa: «¿Por qué, puede preguntarse, tanto misterio? ¿Por qué no decir desde el inicio que el general fue asesinado? Por una razón muy simple, que admitir el homicidio sería confesar en público que el Secretariado General de la ONU, junto con las grandes potencias en el Consejo de Seguridad interesadas en retirarse de Haití sin parecer que renunciaban a sus deberes ‘humanitarios’, había engañado a latinoamericanos y a otros, todos integrando aquello que se puede llamar los cipayos de la globalización y de la nueva forma de imperialismo».
Como otros, Ferreira también se lamenta que la intervención brasileña fue consecuencia del ansia del gobierno de Lula da Silva de mostrar buen comportamiento para justificar la pretensión de ganar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Resta esperar que el doloroso fin de las ilusiones haitianas sirva de lección. Por lo pronto la crisis, además del descontento entre las Fuerzas Armadas, ya produjo la renuncia inminente del Ministro de Defensa, José Alencar quien se opuso públicamente a la versión oficial del suicidio.//pll www.porlalibre.org