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En recuerdo de Paco Fernández Buey

Fuentes: Rebelión

Lo conocí en Barcelona a finales de los años 70. Los comunistas andaluces de entonces admirábamos el trabajo político del PSUC, sobre todo en el terreno cultural. Una especial influencia ejercía ya en mí la figura y la obra de Manuel Sacristán. Habiendo elegido a Gramsci como tema de mi tesis doctoral, mi referencia inicial […]

Lo conocí en Barcelona a finales de los años 70. Los comunistas andaluces de entonces admirábamos el trabajo político del PSUC, sobre todo en el terreno cultural. Una especial influencia ejercía ya en mí la figura y la obra de Manuel Sacristán. Habiendo elegido a Gramsci como tema de mi tesis doctoral, mi referencia inicial fue la Antología de Sacristán y los artículos de Fernández Buey. Ellos abrieron el camino y puede decirse que renovaron el marxismo en España, tanto a partir de sus fuentes como en la valiosa reelaboración llevada a cabo por el pensador sardo. Agotada la escolástica soviética y descarnada en la transición la pobreza teórica que envolvía el tacticismo de la dirección del PCE, los discípulos de Sacristán con Paco al frente hicieron una contribución de primer orden en el campo de la teoría: rigor intelectual, espíritu crítico, apertura mental a otras corrientes de pensamiento y compromiso político caracterizaron al grupo.

Aunque mi trabajo académico posterior se orientó hacia el pensamiento griego y medieval, siguiendo así la huella de nuestro maestro común Emilio Lledó, he seguido aprovechando las orientaciones de Gramsci y apreciando la lucha teórica y política de Paco Fernández Buey abierta a las nuevas realidades sociales. Nos reencontramos en

el Congreso Internacional «Gramsci y la sociedad intercultural» celebrado en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona a comienzos de diciembre de 2009. Allí volví a disfrutar del talento de sus intervenciones, de su hermosa voz (que recordaba Salvador López Arnal en su entrañable necrología) y de su afecto como compañero y amigo.

Siempre en la trinchera de la lucha ideológica contra los que edulcoran el desastre del capitalismo tardío y contra los que se resguardan de la lluvia y del viento en su pequeño confort, su coherencia intelectual, su dignidad personal y su temple moral me recuerdan a los viejos maestros de la Institución Libre de Enseñanza que dejaron una semilla imperecedera antes de ser dispersados por el exilio.

Continuar su lucha ─ nuestra lucha ─ y afinar nuestra contribución a ella me parece el mejor homenaje que podemos rendir a la memoria del compañero, amigo y maestro cuya muerte hoy lloramos. Podríamos grabar como epitafio el lema que Gramsci tenía escrito en su celda de la cárcel y que procedía de un proverbio zulú: Mejor caminar y morir que detenerse y morir.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.