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Enrique Iglesias: 17 años frente al BID, y no entiende a América Latina

Fuentes: La Jornada

Enrique Iglesias: 17 años frente al BID, y no entiende a AL

CON «NUESTROS MEJORES» hombres y mujeres al frente del destino regional arranca hoy la 15 Cumbre Iberoamericana en Salamanca; entre los temas centrales que abordarán los jefes de Estado y de gobierno en ella participantes destacan pobreza y desarrollo.

QUINCE AÑOS ATRAS comenzó la primera Cumbre en Guadalajara, y la declaración conjunta de los participantes advertía sobre «la actual desigualdad del sistema económico internacional y sus consecuencias para gran parte de la humanidad que vive en la pobreza». Un año después, en Madrid, los jefes de Estado y de gobierno coincidían en que «la pobreza crítica puede conducir a la inestabilidad política con las consiguientes repercusiones sobre la economía; en consecuencia, es imperiosa una acción más eficaz para proteger a los sectores menos favorecidos de la población y así contribuir al pleno ejercicio de los derechos humanos».

DE NUEVA CUENTA en España -ahora en Salamanca- y dispuestos a hacer frente a los «desafíos esenciales» como las Metas del Milenio y la alianza contra el hambre y la pobreza, «nuestros mejores» hombres y mujeres una vez más subrayarán la «urgencia» y la «imperiosa necesidad» de combatir la desigualdad regional, aunque hasta ahora, más allá de los «apremiantes» discursos, en esos 15 años la pobreza muestre crecimiento cercano al 11 por ciento e involucre a más de 222 millones de latinoamericanos, 44 por ciento de la población regional.

EN SALAMANCA SE estrena la Secretaría General Iberoamericana (Segib), aprobada el año pasado en San José, órgano de apoyo institucional, técnico y administrativo de la Conferencia Iberoamericana, a cargo del ex presidente del BID, Enrique Iglesias, quien para abrir boca declaró que «algo bloquea el desarrollo en América Latina», no obstante que la región «vive un periodo de bonanza económica».

IGLESIAS PERMANECIO 17 años al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (1988-2005) y nunca se enteró de qué se trata: «algo está pasando que bloquea el crecimiento en América Latina». Tres lustros y pico al frente de un organismo regional y considera que Latinoamérica «vive un periodo de bonanza económica», aunque «el panorama social es muy insatisfactorio».

AMÉRICA LATINA acumula varias décadas perdidas no sólo en materia económica y social, sino en líderes y representantes. Los que se apersonan como tales no soportan la prueba más elemental. El discurso de «bonanza» y de «allí la vamos llevando» contrasta con una realidad apabullante que documentan los distintos organismos especializados, como el que durante 17 años presidió Enrique Iglesias.

EN 1990, EL BID -con dicho personaje en la presidencia- advirtió que América Latina «no ha podido progresar en relación al mundo desarrollado. Al comienzo del siglo XX el ingreso per cápita promedio de los países más grandes de la región equivalía a 14 por ciento del de Estados Unidos; hoy apenas llega al 13 por ciento. La industria ha crecido de 5 a 25 por ciento del PIB regional, pero la contribución latinoamericana al comercio mundial bajó de 7 a 3 por ciento del total y las materias primas aún representan más de la mitad de sus exportaciones. Pese al crecimiento, América Latina y el Caribe siguen dependiendo del capital foráneo. La desigualdad en la distribución del ingreso en América Latina, quizás su estigma más persistente, ya era la más marcada de todo el mundo en los años sesenta y se acentuó todavía más en las décadas siguientes. En la actualidad, dos de cada cinco familias latinoamericanas viven en la pobreza. La concentración del ingreso se mantuvo como rasgo característico de América Latina durante las etapas siguientes de su desarrollo».

UN LUSTRO DESPUÉS, el mismo organismo reconocía que los sucesivos ajustes económicos «condujeron a un viraje pronunciado en el modelo de desarrollo para colocar el énfasis en el crecimiento impulsado por el sector privado, la contracción del Estado y la liberalización de los mercados. Esta nueva estrategia exacerbó la desigualdad al empeorar la distribución del ingreso. El desempeño de América Latina durante los noventas no ha sido satisfactorio; aunque el crecimiento económico se ha recuperado, no ha regresado a los ritmos cercanos a 5 por ciento que eran comunes en la región en los 60 y 70, y es muy inferior a las tasas sostenidas superiores al 7 por ciento que han sido típicas de los países del sudeste asiático. En 1995, ocho de cada cien latinoamericanos dispuestos a trabajar se encontraban sin empleo; a fines de los 80 esa tasa estaba entre 5 y 6 por ciento. América Latina es la región del mundo donde los ingresos se encuentran peor distribuidos. El número de pobres tampoco ha descendido. Los niveles de concentración del ingreso no han sufrido mayores cambios para el conjunto de América Latina desde fines de los 80».

SI EL PATRON DE comparación son las tendencias pasadas de América Latina, no puede perderse de vista -señala el BID- que la distribución del ingreso de la región se deterioró severamente durante los años de la crisis de la deuda, de forma que si bien se quebró esa tendencia desde fines de los 80, la concentración se ha mantenido a niveles altos. El 20 por ciento más pobre de la población de cada país recibe sólo 3 por ciento de los ingresos totales, mientras en el otro extremo el 20 por ciento más rico detenta el 60 por ciento, las mismas proporciones que se tenían a principios de los setentas y que durante una época parecieron superadas.

ARRIBO AL 2000 sin modificaciones: «América Latina es la región con la distribución de ingresos más desigual del mundo; el ingreso total del 10 por ciento de los hogares más ricos supera 19 veces el que recibe el 40 por ciento de los hogares más pobres. Entre 65 y 75 por ciento de la población regional, según el país, perciben un ingreso per cápita inferior al promedio general.

AMÉRICA LATINA LLEGA a la 15 cumbre «siendo la región del planeta con peor distribución del ingreso e indicadores sociales, lo que se ve agravado porque en algunos países se observa incluso una acentuación de la concentración del ingreso. Por consiguiente, es imperioso el desarrollo de políticas distributivas que apunten a mejorar la capacidad de generación de ingresos de los estratos de menores recursos».