Mientras que algunos consideran el filme una apología de la brutalidad policial, otros opinan que no hace mas que mostrar la realidad del combate al narcotráfico, con sus claros y oscuros. «Tropa de Elite», del director Alberto Padilla, se adentra en los vericuetos del Batallón Policial de Operaciones Especiales (BOPE) de Río de Janeiro, un […]
Mientras que algunos consideran el filme una apología de la brutalidad policial, otros opinan que no hace mas que mostrar la realidad del combate al narcotráfico, con sus claros y oscuros.
«Tropa de Elite», del director Alberto Padilla, se adentra en los vericuetos del Batallón Policial de Operaciones Especiales (BOPE) de Río de Janeiro, un escuadrón entrenado especialmente para trabajar en operativos de alto riesgo y cuyos métodos han sido criticados frecuentemente por organizaciones defensoras de los derechos humanos.
La película, que antes de su estreno fue la más pirateada de la historia del cine brasileño, cuenta una historia desde el punto de vista de un policía de ese batallón en su lucha contra el narcotráfico en las favelas (asentamientos irregulares y hacinados).
A la vez que retrata a los efectivos del BOPE como inmaculados, en contraposición a los «corruptos» de la Policía Militar, también los muestra torturando para arrancar confesiones y no dudando en ejecutar a narcotraficantes en las favelas cariocas.
Es, precisamente, esa exposición llana y sin supuesta crítica la que incomodo a muchos que no dudaron en calificar el planteo de fascista, como por ejemplo el columnista Arnaldo Bloch, del diario O Globo.
Bloch, quien al igual que otros se atrevió a desafiar los elogios que inicialmente cosechó la película desde el punto de vista técnico cinematográfico, entiende que el guión asume el discurso real del BOPE y muestra como héroes a los personajes de la trama, justificando algunos «pequeños deslices» -como dice irónicamente– a la tortura y la ejecución extrajudicial.
Por su parte, el sociólogo Ignacio Cano, del Laboratorio de Análisis de Violencia de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ), se refirió al libro que dio origen a la película indicando que le resultó «un tanto perturbardor, porque en ocasiones no está claro si el tono es de crítica, de condescendencia o de simple descripción de atrocidades diversas».
Cano, también profesor de Ciencias Sociales de la UERJ, todavía no vio el filme, que fue presentado a mediados de septiembre ante un círculo reducido durante la apertura del Festival de Cine de Río.
El libro, de igual título que la película, fue escrito por el sociólogo Luiz Eduardo Soarez, ex secretario de Seguridad de Río de Janeiro, y por Andre Batista y Rodrigo Pimentel, ex capitanes del BOPE.
Pimentel también es productor y guionista de la película.
Padilla, el director, es también el autor del documental «Ómnibus 174» (2002), que relata, con muchas escenas grabadas en vivo, un secuestro con rehenes en un autobús urbano en el barrio carioca de Jardim Botanico, que concluyó con la muerte del secuestrador y de una rehén. Inicialmente, el director pensó en hacer de «Tropa de elite» un documental, pero volvió atrás al percibir que ningún miembro de la policía se atrevería a relatar frente a una cámara los pormenores del combate contra el narcotráfico, que algunos en Brasil elevan al nivel de «guerra urbana».
Lo que más «perturbó» a Cano, como a activistas defensores de los derechos humanos, es la reacción de la platea aplaudiendo o vitoreando a coro escenas como la ejecución de un traficante o las de torturas.
Algunos gritaban «!caveirao!», el nombre que se le da en las favelas a las patrullas del BOPE, identificado con una calavera y una daga que la perfora.
«Los gritos de caveirao y la exaltaciones a la tortura no me sorprenden. Encajan dentro de la concepción actual como si fuera una guerra entre ellos y nosotros, en la que mucha gente esta dispuesta a que se tome cualquier medida contra los «enemigos», analizó Cano.
Para el sociólogo, el BOPE representa simbólicamente la idea del «policía incorruptible», de «guerrero» que mata para defender.
«Creo que el BOPE de hecho es menos corrupto que el resto de los batallones, pero no inmaculado. Pero ellos también tienen sus compensaciones económicas, de formas diversas. Así, contratar como seguridad privado a un policía del BOPE es más caro que un policía normal», aclaró.
Los integrantes de BOPE se autodefinen como los guerreros urbanos más eficientes del mundo y es esa, aparentemente, según Cano, la visión que da el libro que originó la película.
«Deja abierta la posibilidad de que se diga que son héroes luchando a favor de la sociedad. El fenómeno Rambo (héroe de la pantalla de Hollywood), del tipo que transgrede la ley para salvar la sociedad, esa visión que tienen las películas norteamericanas», subrayó.
Una visión de «ir más allá de la propia ley para salvar a la sociedad en una situación de emergencia», que Cano hubiese preferido que se deje más clara como critica y no como un simple relato de hechos.
«Desde el punto de vista del marketing deja abierta todas las puertas para que toda las personas puedan consumir el producto. Tanto los que apoyan como quienes critican la barbarie», destacó.
No fue la misma opinión que la expresada por los responsables de la seguridad publica del estado de Río de Janeiro.
Tanto José Mario Beltrame, secretario de Seguridad, como el propio gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, calificaron a la película de «excelente».
Cabral dijo, además, que el relato en la pantalla es «fiel» al «mostrar los problemas que enfrentamos en términos de seguridad publica».
Pero la película, que muestra a un policía que mata a un traficante con un tiro en la cabeza y torturas para arrancar confesiones, preocupó a algunos integrantes de BOPE, que intentaron sin éxito impedir su exhibición.
También preocupó al actor Wagner Moura, quien interpreta al protagonista del filme, el Capitán Nascimento, que su personaje sea tratado por algunos en el público como un héroe.
«Pienso cómo reaccionaría ante esta película una platea sueca. No creo que verían a esos policías torturadores como héroes, así como también mucha gente que la vio aquí tampoco lo piensa», dijo en un articulo que escribió para O Globo.
Pero el actor, reacciona con enojo ante las críticas de que la película es deliberadamente «fascista». «En mi opinión, ‘Tropa de Elite’ contribuyó con lo más importante en épocas de crisis: el debate (enemigo del fascismo)», escribió.
La crítica apuntó, por otra parte, a la relación promiscua que se muestra entre el narcotráfico y las organizaciones no gubernamentales que actúan en las favelas, que, desde el punto de vista del discurso de los policías de la trama, son cómplices u omisos ante el delito, al igual que los son las clases media y alta por consumir drogas.
Eso preocupa a Cano, quien observa en esa interpretación una reafirmación del discurso de los que atacan a los defensores de los derechos humanos con caricaturizaciones de ese tipo.
Grupos como Amnistía Internacional suelen criticar los métodos violentos del BOPE al entrar en las favelas y disparar contra blancos inocentes desde su tristemente famoso «caveirao».
Entrevistado por IPS, un habitante de la Rocínha, la favela más populosa de Río de Janeiro, se refirió a esa práctica aclarando antes que ni piensa ver la película, «porque nosotros sabemos más que nadie que es el BOPE».
«Tuvimos que sacar una escuela¬ de una organización no gubernamental¬ porque siempre quedaba en medio del fuego cruzado. El Caveirao entraba y disparaba contra la escuela también», recordó el trabajador, que no quiso ser identificado por temor a represalias policiales.
Desde la inocencia del discurso infantil, un niño de la misma favela transitó el mismo discurso sobre el BOPE.
Papá Noel no venía a veces a la favela en Navidad, «porque no le gusta que le den tiros» y añadió que sólo viene cuando «el cielo esta limpito» de helicópteros policiales, o de «caveiroes»
«Yo me quiero ir de acá, porque a veces los helicópteros nos apuntan y pueden matarnos», agregó el niño.
Aunque no hay cifras claras sobre esas muertes de inocentes ni sobre las perpetradas por el BOPE en particular, el Instituto de Seguridad Publica del gobierno de Río de Janeiro admite en sus boletines oficiales unos 1.000 fallecimientos por año de lo que llama «auto-resistencia», es decir supuestas bajas en enfrentamientos.
En cambio, según cifras oficiales, se registran 150 muertes de policías militares por año.
Cano aclara que, de esas bajas en filas policiales, apenas unas 20 son en enfrentamientos, y la mayoría se registran fuera de servicio o sin uniforme, en casos de disputas personales o de trabajos «extras» como en seguridad privada.