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Pacto con el diablo del gobierno de Iraq

«Entrega el país en bandeja de plata y por un período indefinido»

Fuentes: Asia Times

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El big bang no es que el gabinete de 37 miembros en su mayoría chiíes y kurdos, del primer ministro Nuri al-Maliki haya aprobado el borrador de un pacto de seguridad con los gobiernos de George W Bush (y Barack Obama) que permite que los militares de EE.UU. se queden en Iraq otros tres años; es que el bloque saderista de 30 miembros removerá cielo y tierra – incluyendo masivas manifestaciones nacionales de protesta – para bloquear el pacto en la Asamblea Nacional Iraquí.

El propuesto Acuerdo de Estatus de Fuerzas no sólo fija una fecha para la retirada de tropas de EE.UU. – 2011 – sino también establece nuevas restricciones a las operaciones de combate de EE.UU. en Iraq desde el 1 de enero y requiere una retirada de las áreas urbanas desde el 30 de junio. El pacto será presentado al parlamento en cerca de una semana.

El portavoz saderista Ahmed al-Masoudi subrayó el domingo que el pacto «no significa nada» y «entrega Iraq en una bandeja de plata y por un período indefinido.»

Masoudi tiene toda la razón cuando dice que la abrumadora mayoría de la opinión pública está contra el pacto y los saderistas y muchos partidos suníes insisten en que un referendo popular para aprobarlo es esencial.

La posición del líder chií Muqtada al-Sadr es y ha sido siempre «terminen ahora mismo con la ocupación.» Resulta que es el mismo punto de vista de Teherán: el pacto alarga la agonía de Iraq como colonia estadounidense. Pero la televisión estatal iraní lo ha estado presentando como una victoria para el gobierno de Maliki – subrayando que EE.UU. fue obligado a hacer concesiones (de hecho Maliki no extrajo todas las concesiones que quería en cuanto al procesamiento de soldados de EE.UU. por crímenes cometidos en Iraq).

La semana pasado, un portavoz del Gran Ayatolá Ali Sistani en Iraq dijo que éste «intervendrá directamente» si considera que el pacto viola la soberanía iraquí. Si es así, más vale que comience a intervenir esta semana – cuando un debate sobre el pacto comienza antes de una votación el 24 de noviembre. El parlamento puede votar a favor o en contra, pero no puede hacer cambios al texto.

En lo que se refiere a cuántos de los 275 miembros del parlamento en Bagdad están contra el pacto depende en la medida en EE.UU. los tenga metidos en sus bolsillos – como a los ministerios del interior y de defensa de Maliki. Nada menos que el general estadounidense Ray Odierno, máximo comandante de EE.UU. en Iraq, acusa a Irán de haber sobornado a parlamentarios para que rechacen el pacto. Lo contrario también corresponde a la realidad.

Muqtada, es tu turno

Esta versión del pacto fue apoyada básicamente por los ministerios de defensa, interior, exteriores y finanzas de Maliki, por la Alianza de Kurdistán y por el Frente de Acuerdo Suní Iraquí, dirigido por el ex recurso de inteligencia de EE.UU. y ex primer ministro interino, Iyad Allaui. De modo que la espina dorsal del apoyo es kurda y del «establishment» chií. Esto no toma en cuenta al crucial líder del Consejo Supremo Islámico Iraquí

(SIIC), Abdul Aziz al-Hakim, muy cercano a Irán, quien recientemente se ha mostrado menos crítico del pacto. El SIIC terminó por ceder.

En teoría, todas las tropas de EE.UU. deberían salir de Iraq antes del 1 de enero de 2012. Para todos los efectos prácticos, éste es el nuevo plazo para el fin de la ocupación – mucho más lejano que los 16 meses de Obama.

A pesar de que el pacto permite a Iraq una autoridad limitada para juzgar a soldados de EE.UU. y al ejército de contratistas de la defensa habilitado por el gobierno de Bush (sólo en el caso de crímenes graves cometidos fuera de servicio y fuera de las bases), y prohíbe oficialmente que el Pentágono utilice Iraq para atacar Siria o Irán, el pacto se mofa de la «soberanía» de Iraq. Por primera vez, las tropas ocupantes de EE.UU. tendrán un claro mandato directo de la dirigencia elegida de Iraq, en lugar de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estatuida después de que Bush invadiera Iraq en 2003.

EE.UU. tiene que terminar con todas las patrullas de calles iraquíes en junio de 2009 – cinco meses después de la toma del mando de Obama – y tiene que retirarse completamente a fines de 2011, a menos que el gobierno iraquí haga el milagro de pedir a EE.UU. que se quede.

Desde un punto de vista antiimperial, lo único bueno del pacto es que no permite el establecimiento de bases militares permanentes de EE.UU. en Iraq – un punto que ha sido subrayado ad infinitum por el Ministro de Exteriores Hoshyar Zebari. El corresponsal de Inter Press Service, Gareth Porter, entre otros, ha destacado que éste es el tiro de gracia para el sueño neoconservador, neoimperial de tener a Iraq como centro de un imperio de bases en Oriente Próximo. En un extraño giro histórico, Maliki pone fuera de combate al vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney.

En todo caso, los saderistas no están convencidos. El pasado mes, Muqtada dijo: «Si os dicen que el acuerdo termina con la presencia de la ocupación, dejad que os diga que el ocupante retendrá sus bases. Y quienquiera os diga que nos otorga soberanía es un mentiroso.»

¿Qué harán entonces en la práctica los saderistas? Antes de la aprobación, Muqtada, en una declaración leída por su portavoz Salah al-Ubaidi en la mezquita Kufa, dijo: «Si las fuerzas estadounidenses se quedan, reforzaré a los que se resistan, especialmente a las brigadas incorporadas tras el pendón del Día del Juicio.» Muqtada llamó a todos esos «Grupos de la Verdad Eterna» a «alistarse tras la bandera de los muyahidín.» Esta versión saderista de fuerzas especiales atacaría sólo a fuerzas estadounidenses, y no a los militares iraquíes (controlados por el gobierno de Maliki).

Muqtada está en una posición difícil. Tiene que enfrentar el problema de que estratégicamente Teherán está de acuerdo en que no se ataque a tropas de EE.UU. como la mejor manera para que los estadounidenses terminen por irse. Y Muqtada está por el momento estudiando en Qom, la capital espiritual de Irán – difícilmente puede permitirse antagonizar a sus anfitriones. Para colmo, el movimiento saderista ha estado adoptando una actitud similar a la de Hezbolá, reconvirtiéndose de actividades de milicia a un firme arraigo en el paisaje político iraquí. Maliki hizo su jugada. Ahora le toca a Muqtada.

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Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y de «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge.» Para contactos escriba a: [email protected].

http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JK18Ak01.html