Hay vidas que, de muertas, sólo son biografía, ese largo o corto prontuario de cuentos y de cuentas, acaso un patrimonio y algunos herederos, un perro que les ladre, poco más. Y con los aniversarios y misas de difuntos, aquellas rutilantes biografías del entierro van perdiendo su labia y sus enseres hasta arrepentirse en vagas […]
Hay vidas que, de muertas, sólo son biografía, ese largo o corto prontuario de cuentos y de cuentas, acaso un patrimonio y algunos herederos, un perro que les ladre, poco más. Y con los aniversarios y misas de difuntos, aquellas rutilantes biografías del entierro van perdiendo su labia y sus enseres hasta arrepentirse en vagas referencias a un extraviado año y a un olvidado nombre. Las fortunas han cambiado de manos y los perros ya no saben ladrar.
Y así, esas vidas, se pierden en el tiempo, sin un beso en la espalda y una mano en el pecho, absolutamente muertas,
Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas horas, nos lustran la sonrisa, nos ponen los zapatos con los que andar el día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos, son esas muertes de nuestra felicidad que cantara Silvio, esas muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo.
Y así, esas muertes, siempre están con nosotros, como memoria que rescribe, como ladrillo que construye, absolutamente vivas.
PD: Esto es algo que nunca van a poder comprender los idiotas porque si lo comprendieran no serían idiotas.