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Érase una vez…

Fuentes: Rebelión

Una plantación de caña de azúcar situada en la fértil América, propiedad de unos europeos, corrían los primeros años del siglo XX, la esclavitud se había abolido hace unos años y los braceros exigían paga por su trabajo pues eran hombres libres. Los astutos amos de la plantación idearon un método eficaz para burlar la […]

Una plantación de caña de azúcar situada en la fértil América, propiedad de unos europeos, corrían los primeros años del siglo XX, la esclavitud se había abolido hace unos años y los braceros exigían paga por su trabajo pues eran hombres libres. Los astutos amos de la plantación idearon un método eficaz para burlar la norma abolicionista: crearon unos vales con los que pagaban a sus braceros. Vales que les permitían comprar aquello que necesitasen en las tiendas que los propios amos habían instalado allí mismo, en la finca para comodidad de los operarios ¡faltaba más! Todo funcionaba a las mil maravillas, los operarios compraban con los vales del salario el aguardiente en la cantina de los amos y se emborrachaban de cánticos soul según su costumbre, cuando querían aumento de sueldo les daban vales por mayor cantidad pero como los precios de la cantina y el colmado subían en la misma o mayor medida, el sal-ario se les volvía insípido. SE HABÍA INVENTADO LA NUEVA ESCLAVITUD.

La práctica del pago mediante vales está abolida pero todavía, de vez en cuando, la TV nos regala un affaire de esas características.

ÉRASE OTRA VEZ que en la remota China se inventó el ábaco para hacer cuentas mejor que con los dedos. Érase otra vez allá por el año 1500 un monje veneciano publicó un tratado de contabilidad. Érase otra vez allá después de la Gran Depresión de 1929 que los gobiernos del mundo «civilizado» acordaron que los billetes bancarios llamados dinero ya no fueran canjeables por su valor en oro. En realidad el dinero se convirtió en una especie de vales. Érase otra vez que todos los humanos del planeta, siguiendo las directrices emanadas de nuestros gobernantes, acordamos trabajar de sol a sol a cambio de unos vales con los que pagar la casa, la comida, el coche, las vacaciones, la sanidad, la escuela… Érase otra vez que los amos de las plantaciones mundiales, esas 225 familias que detentan la mitad de la riqueza mundial, decidieron que había que subir los precios de las casas para que así las gentes se sintieran más ricas y gastasen más en comprar las cosas que ellos, los Mandamases, producían ( tanto bienes de consumo como bienes de inversión llamados acciones ), con lo que podían recoger la parte de riqueza que los asalariados habían acumulado con su hormiguil ahorro.

Ahora que el trasvase de riqueza se ha producido y los 225 Mandamases se están diezmando entre ellos, los demás, los braceros, seguimos en Babia pues a pesar de que vemos a nuestros gobernantes entregar a manos llenas nuestros vales a los gansters financieros y magos de la contabilidad, seguimos votando a gobiernos conservadores, como ha pasado en Canadá.

Desde que unos monos se irguieron sobre la corteza terrestre y se autodenominaron hombres la fuerza ha imperado. Sólo algunos idealistas como Marx y compañía creyeron en otro mundo basado en la razón y, por tanto, en la solidaridad y el reparto equitativo de la riqueza. Hora es ya que intentemos seguir sus dictados, pues a la vista está que el camino andado hasta hoy no es un buen camino, unámonos a los nórdicos en su búsqueda de un socialismo humanizante, no sigamos siendo tan animales, evitemos las guerras, salvemos el planeta de su contaminante destrucción, dediquémonos a construir, votemos verde y rojo, mojémonos. De lo contrario pronto llegará el THE END. Todo se acabará sin remedio si dejamos que nos sigan mandando los mismos, si dejamos seguir fluyendo tóxicos vertidos hacia los fondos abisales, si….