Cuando estallan las burbujas de esta espuma especulativa sin precedentes, en el mayor auge en la historia desde de la Gran Depresión de 1929 del nuevo liberalismo o «laissez faire» (dejar hacer), el Estado comienza a intervenir en la economía, por lo que cabe preguntarse si este es el preludio de su final. La primera […]
Cuando estallan las burbujas de esta espuma especulativa sin precedentes, en el mayor auge en la historia desde de la Gran Depresión de 1929 del nuevo liberalismo o «laissez faire» (dejar hacer), el Estado comienza a intervenir en la economía, por lo que cabe preguntarse si este es el preludio de su final.
La primera confesión, de uno de los arquitectos del neoliberalismo financiero, Benjamin Barber, ex asesor de William Clinton y actual profesor en las universidades de Princeton y Harvard, fue hecha en entrevista con la British Broadcasting Corporation (BBC), de Londres, el 19 de septiembre, llamando las cosas por su nombre: «Hemos vivido 30 años de neoliberalismo en el mercado, que significa déjenos ganar y ayúdenos cuando nos va mal (…) Mis impuestos se usarán para salvar banqueros».
Y agregó: «La desregulación que se hizo en los últimos 15 años, incluyendo al gobierno de William Clinton, del cual fui parte, creó una atmósfera de casino en la que cualquier banco podía hacer dinero sin importar sus niveles de deuda y sin siquiera saber qué tipo de papeles compraban».
Pero el ministro de Economía de Italia, Giulio Tremonti, fue más expresivo aún en una entrevista de la televisión estatal: «No es un banco el que fracasó, es un sistema entero. Debemos tener nuevos reglamentos y es opción de los gobiernos hacerlos».
La primera intervención del Estado en la economía se produjo en los años 30 del siglo pasado, después del crack financiero del 29 octubre de 1929, el cual está siendo desplazado como mayor de la historia con el desinfle de la burbuja inmobiliaria, las quiebras en curso y la crisis crediticia, que han intentado contener a duras penas con medidas de todo tipo desde agosto del pasado año, pero acaba de entrar en fase de derrumbe total precisamente un mes de octubre, precedido del ultimo fuerte sismo un día 29, pero de septiembre.
En el decursar de los años 30 y 40 se produjo la participación estatal, se pusieron en vigor una treintena de leyes reguladoras y se creó el actual sistema financiero que inicio su declive, junto al surgimiento de la política neoliberal, que estableció como principio fundamental la desregulación en todos los ámbitos y en especial en el sector financiero, anulando normativas, dejando de aplicar las existentes y no actuando deliberadamente ante violaciones y delitos financieros de toda índole.
Entre las legislaciones más importantes que se derogaron figuró la Ley Glass-Steagall, de 1934, que se dejó sin efecto en 1999 y clave en el funcionamiento de la banca regulada, prohibiendo a los bancos comerciales asumir funciones de la banca de inversión y permitiéndoles entrar en los negocios de valores y especular, creándose gigantescas corporaciones con operaciones diversificadas que extendieron sus tentáculos por el mundo, lo que denominaron «modelo de banca universal».
Está última etapa del imperialismo se inició en los años 70, cuando se hizo evidente la decadencia del sistema financiero internacional, con el desarrollo sin precedentes de la política de guerra e intervención, y del Complejo Militar Industrial, el abandono del respaldo en oro al dólar, debido al fracaso en la guerra contra Vietnam, el auge de la Guerra Fría con la URSS y otros factores socioeconómico-financieros, como el surgimiento de los mercados emergentes y la evolución del comercio mundial.
Funcionarios, legisladores y los candidatos presidenciales de Estados Unidos hacen propuestas de solución, pero el próximo presidente no podrá repetir a Herbert C. Hoovert ni a Theodore Roosevelt -que sustituyó Hoovert en marzo de 1933-, tampoco contará con John Maynard Keynes (creador de la teoría de la intervención del Estado) o Milton Freeman (principal ideólogo del neoliberalismo), cuando resurgen en el orbe las ideas socialistas y del cambio, que amenazaron entonces la existencia del sistema.
Hoy el capitalismo no cuenta con ideólogos salvadores, ni mecanismos económicos-financieros para salir de la crisis, porque el sistema agotó sus posibilidades, solo ven y aspiran regresar al asado, a repetir del ciclo bonanza y recesión (que en esta ocasión, como en los años 70, se trata de estanflación o estancamiento económico con inflación), volver a la estatización (limitada al control y la supervisión) y hablan de «nacionalización», que no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo en América Latina.
Las medidas que se están adoptando y otras, no surtirán efecto, pues las herramientas de política financiera ya no funcionan, y aunque las causas de la crisis actual se parecen a las cíclicas anteriores (especialmente la de los años 30), los fundamentos estructurales macroeconómicos cambiaron tanto en Estados Unidos como en el planeta, que probablemente no sea posible otro «New Deal» (era de «prosperidad»), pero exclusiva para los ricos, los especuladores y explotadores, para la oligarquía financiera.
Al igual que lo ocurrido en Latinoamérica, región en la que llevó a la práctica como en ninguna otra, el neoliberalismo en el comercio, las consecuencias están mostrando sus verdaderas entrañas, y los ciudadanos, especialmente los norteamericanos, comienzan a ganar conciencia de que hay que cambiar el sistema; tarde o temprano el líder y el movimiento de masas surgirán por necesidad de las propias contradicciones, es una ley demostrada por la historia.
La crisis amenaza paralizar y desmantelar lo que queda del actual sistema neoliberal financiero global, pero no se debe confiar en los nuevos trucos que pretenden transformarlo y disfrazarlo para prolongarle la existencia, hay que descubrir las maniobras, denunciarlas y combatirlas.
El neoliberalismo no ha muerto, hay que ajusticiarlo.