Nos reunimos con el gobierno federal para presentar las alternativas construidas por más de 50 entidades. Nuestro país tiene una importante oportunidad de aprovechar la crisis económica mundial para dejar atrás la actual política económica neoliberal y tomar medidas para adoptar un nuevo modelo de desarrollo nacional, basado en la distribución de la renta, generación […]
Nos reunimos con el gobierno federal para presentar las alternativas construidas por más de 50 entidades.
Nuestro país tiene una importante oportunidad de aprovechar la crisis económica mundial para dejar atrás la actual política económica neoliberal y tomar medidas para adoptar un nuevo modelo de desarrollo nacional, basado en la distribución de la renta, generación de empleos y fortalecimiento de la industria y del mercado interno, mejorando las condiciones de vida del pueblo brasileño.
La crisis demuestra en todo el mundo que el neoliberalismo no tiene condiciones para sustentar el desarrollo social, ambiental y económico, siendo necesario aplicar medidas de regulación de la economía y fortalecimiento del Estado. Quebró el modelo económico caracterizado por la hegemonía del capital financiero, altas tasas de interés, superávit primario y prioridad del sector exportador.
No encontraremos la solución en políticas que refuercen o suavicen los problemas del neoliberalismo, apoyando bancos y grandes empresas, sino con iniciativas que apunten a cambios estructurales. En Brasil, necesitamos reducir inmediatamente las tasas de interés y controlar el movimiento del capital especulativo, impidiendo la libre circulación, instituyendo cuarentenas y taxaciones.
El gobierno debe revisar la desgastada orientación del FMI, uno de los responsables de la crisis, que llevó a establecer el superávit primario. El Tesoro Nacional gastó, en los primeros cuatro años del gobierno Lula, cerca de R$ 600 mil millones por concepto de los intereses de la deuda pública. Tenemos que usar esos recursos para construir escuelas y contratar profesores para universalizar el acceso a la educación pública.
En las grandes ciudades, es urgente hacer inversiones en transporte público, hospitales y viviendas populares, llevando a cabo una reforma urbana. En el campo, la producción de alimentos de la agricultura familiar y campesina necesita recibir inversiones públicas, junto con el fortalecimiento de la pequeña y mediana propiedad y la realización de la reforma agraria.
El gobierno debe establecer metas de generación de puestos de trabajo formales, dentro de un amplio programa público, reaccionando al aumento del desempleo causado por la crisis. A la vez, para dar fuerza al mercado interno y garantizar el consumo, deben aumentar el salario mínimo y los beneficios de la Seguridad Social, distribuyendo la renta.
Esas medidas sólo serán viables si los recursos públicos son invertidos con responsabilidad. Los subsidios para salvar bancos y empresas especuladoras -que ganaron mucho dinero con el neoliberalismo- sólo refuerzan las contradicciones del modelo que entró en crisis.
Es una incoherencia que aquellos que siempre defendieron el mercado como el «dios regulador» recurran al Estado en un momento de dificultad. Los bancos públicos, como el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), Banco de Brasil y Caja de Ahorros Federal, no tienen que socorrer el gran capital y sólo deben aprobar préstamos con la garantía de desempleo cero.
Estamos preocupados también con la ofensiva predatoria sobre los recursos naturales, que aumenta en tiempos de crisis, porque proporciona acumulación rápida.
No podemos aceptar las propuestas irresponsables del agronegocio que pretende cambiar la legislación ambiental, reduciendo las áreas de preservación en la Amazonia y en lo que resta de la mata atlántica. Las grandes empresas del la rama petrolífera han puesto el ojo en una gigantesca área de alta mar, llamada del pré-sal, y quieren mantener el régimen de concesión, impidiendo cambios legales que garanticen la soberanía nacional.
Los responsables de la actual crisis económica son los países centrales y los organismos dirigidos por ellos, como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Defendemos un nuevo orden internacional, que respete la soberanía de pueblos y naciones. Brasil necesita fortalecer la estrategia de integración regional, dando atención principal al MERCOSUR, a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Con ello, por ejemplo, podríamos sustituir el dólar en las transacciones comerciales por monedas locales en toda América Latina, como recientemente hicieron Brasil y Argentina.
Nos reunimos con el gobierno federal para presentar estas alternativas, construidas por más de 50 entidades. No estamos preocupados por las elecciones, sino por el futuro del país. Queremos contribuir al debate para que el pueblo brasileño se movilice por un nuevo modelo económico para enfrentar la gravedad de la crisis.
No podemos perder esta oportunidad de hacer los cambios necesarios que requiere nuestro país. (Traducción ALAI).
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João Pedro Stedile, 54 años, economista, es integrante de la Coordinación Nacional del Movimiento Sin Tierra (MST) y de la Vía Campesina de Brasil.
José Antônio Moroni, 45, filósofo, es miembro del INESC (Instituto de Estudios Socioeconómicos) y director de la ABONG (Asociación Brasileña de ONGS).
Nalu Faría, 50, sicóloga, es coordinadora general de la Sempreviva Organización Feminista (SOF) e integrante de la Secretaría Nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil.
Más información: http://alainet.org