Los resultados obtenidos en la pasada contienda electoral del 14 de abril han sorprendido a todos. Es la prueba irrefutable de que casi la mitad de la población no comparte el proceso bolivariano. ¿No lo comparte desde su formulación ideológica? ¿No lo comparte desde su implementación práctica? ¿Desde ambas instancias? En un pasado ensayo (CORRUPCIÓN […]
Los resultados obtenidos en la pasada contienda electoral del 14 de abril han sorprendido a todos. Es la prueba irrefutable de que casi la mitad de la población no comparte el proceso bolivariano. ¿No lo comparte desde su formulación ideológica? ¿No lo comparte desde su implementación práctica? ¿Desde ambas instancias?
En un pasado ensayo (CORRUPCIÓN E INSEGURIDAD: RETOS ESTRATÉGICOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA ) luego del triunfo de Chávez en octubre pasado sostuve que de no abordarse la corrupción y la inseguridad la «revolución bolivariana» se iría al traste. ¡Qué poco ha faltado!
La corrupción, la apropiación privada de lo público, da ira. Peor aún en quienes dicen odiarla por principio. La izquierda se supone es incorruptible. ¿La «boliburguesía» es una leyenda urbana o una realidad tangible que ven los venezolanos? Esa respuesta debe darla sin lugar a dudas el Partido Socialista Unido de Venezuela – PSUV-. En caso de que exista el poder popular debe expulsarlos de inmediato y cortarles el negocio: están vendiendo el futuro del pueblo venezolano, la esperanza de millones de latinoamericanos y de ciudadanos honrados en el mundo entero.
La delincuencia es la prueba irrefutable de la debilidad del poder popular bolivariano. Si hay una banda de matones y atracadores que manda en el barrio, en el centro, en la playa, en las afueras, auspiciados por policías y jueces corruptos, quedan en suspenso los logros en educación, en salud, en participación, pues si tu vida, tu integridad y tus bienes quedan a merced de lo más descompuesto de la sociedad la revolución bolivariana queda reducida a una caricatura.
La prepotencia, altanería y subversivo papel de la burguesía opositora y sus seguidores es inadmisible. La revolución bolivariana ha sido permisiva con quienes tras el derecho a pensar distinto lo han convertido en el derecho a insultar, a difamar, a calumniar y tras ello ha se han arrogado el derecho a desestabilizar, a agredir e incluso a asesinar.
Poner en su sitio a corruptos, delincuentes y burguesía subversiva es un ejercicio que servirá para depurar las mismas filas del PSUV y del proyecto bolivariano mismo. La danza de millones que hoy debe estar recorriendo oficinas públicas y cuarteles por parte de la oligarquía venezolana y los EEUU debe ser monumental. La oposición en el poder no dudará en derramar ríos de sangre para defender sus intereses. No es casual su fuerza en los estados fronterizos con Colombia en los que se rumora, por decir lo menos, que la presencia paramilitar colombiana es visible. Alterarían el transparente sistema electoral bolivariano: fraude, intimidación, asesinatos y masacres será su forma de defender la democracia.
Para tan compleja tarea es necesario profundizar un cambio cultural en el pueblo. No siempre el consumo es sinónimo de calidad de vida, no siempre robarle al Estado es síntoma de ser «muy vivo (listo)». Nuevas personas, nuevos liderazgos construidos desde abajo se requieren en el poder macro y micro. Ciudadanos leales a una utopía, a una causa, serán inmunes a las veleidades del dinero.
Por último, se hace urgente un cambio de estética en el ejercicio del poder, empezando por el Presidente Maduro. Ha sido elegido por la mayoría de los venezolanos y hay que apoyarlo hasta las últimas consecuencias, de eso no debe caber duda. Es un hombre del pueblo. Con que sea honrado basta y sobra, pero el ejercicio de poder popular debe pulirlo, formarlo como estadista, como intelectual, a marchas forzadas, sí. Debe ser una obra colectiva, si existieron o existen «asesores de imagen» es algo secundario, pero la «comunicación con Chávez por medio del pajarito» dio una apariencia de frivolidad a alguien que se supone será quien conduzca a un pueblo, a un Estado y eso no puede ocurrir.
Es hora de apretar la tuerca al socialismo, con la participación del pueblo, con la ley en la mano y con la certeza que más temprano que tarde la revolución bolivariana habrá de templarse como lo han hecho las revoluciones a lo largo de la historia, como se templó la gesta libertadora de Simón Bolívar, sin ir más lejos.
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