Muchas veces miramos al futuro porque no somos capaces de actuar en el presente. Es una buena analogía cuando vemos que la mayor parte de la atención del mundo político se dirige a la contienda electoral de octubre de 2022 a pesar del agravamiento de la crisis social, sanitaria y económica en Brasil, especialmente con la profundización del hambre y la miseria, así como las consecuencias de la pandemia aún en curso.
Por mucho que existan redes de solidaridad, son cuestiones que sólo se pueden abordar con un compromiso estatal que el morboso neoliberalismo del actual gobierno no permite, seguido de diferentes instancias de gobierno, además.
¿Sigue preocupando Bolsonaro para 2022? Sí, yo diría que mucho. A pesar del favoritismo de Lula, con la perspectiva de que vuelvan los buenos tiempos, sabemos que, además de que falta un año para la contienda electoral, esta ecuación no es tan simple como se dice. El escenario es muy diferente al de 2003-2010, podemos decir que encontrará tierras arrasadas, un techo de gasto y una serie de acuerdos que van mucho más allá de la Carta al Pueblo Brasileño [1].
Que Lula será mejor que Bolsonaro no está en discusión. Lula no es un nazi como Bolsonaro. Sin embargo, no será en absoluto tan fácil como se lee entre los militantes más eufóricos que anticipan la campaña en las redes sociales.
Y sospecho que, además de una unión nacional en la que todos estén en el mismo barco, remando en la misma dirección, Lula necesita voces disidentes, después de todo, él sabe más que nadie sobre la importancia de la crítica en la dirección de los procesos políticos. Lo que me parece obvio es que una capitulación total ante el petismo no es conveniente ante los tiempos sombríos que vivimos con Bolsonaro.
Ni siquiera hablo de un voto crítico, porque el voto es sólo un momento, un momento importante que define muchas cosas. Hablo de la postura que creo que es necesario que adoptemos como sociedad frente a cualquier gobierno. Para llegar a Bolsonaro se ha recorrido un largo camino de agotamiento y falta de organización en el terreno social, así como de distanciamiento de las decisiones que importan a todos en el ámbito de la institucionalidad política.
Es necesario, por tanto, encontrar el equilibrio en la postura a adoptar incluso en los momentos más delicados. Apoyar a Lula no significa dar un cheque en blanco para sus maridajes con los militares y segmentos políticos como el MDB y el centrão, que serán decisivos para su reelección como presidente.
Estos acuerdos están siendo sellados a la luz del día, observados y aceptados por todos los que lo apoyen. Al mismo tiempo que no existe espacio para que se forme una «tercera vía» para sacar a Bolsonaro de la carrera en 2022, Lula lidera la que parece ser la única vía para derrotar a Bolsonaro.
Ahora debemos empezar a preguntarnos: ¿cómo gobernará Lula una tierra arrasada? Esa es la cuestión que está en el aire.
P.D.: Una pista: hay un «Plan de reconstrucción y transformación de Brasil», elaborado por la Fundación Perseu Abramo, de septiembre de 2020, que parece muy amplio y puede ser la base de una discusión (está aquí: https://pt.org.br/a-integra-do-plano-de-reconstrucao-e-transformacao-do-brasil). En una lectura rápida, me parece que sigue muy ligado al desarrollismo, pero señala que lo están pensando a lo largo de la pandemia.
Marcelo Castañeda es sociólogo y profesor de la UFRJ (Universidad Federal de Río de Janeiro).
Nota (Correspondencia de Prensa)
Leída públicamente por Lula el 22 de junio de 2002, con el objetivo de “calmar a los mercados financieros” y reafirmar ante el gran capital nacional e internacional, su compromiso de continuidad macroeconómica en un futuro gobierno del PT. Ver la carta integra en portugués: https://www1.folha.uol.com.br/folha/brasil/ult96u33908.shtml
Traducción: Correspondencia de Prensa.
Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=21178
Fuente (del original): https://www.correiocidadania.com.br/2-uncategorised/14779-e-hora-de-perguntar-como-governar-uma-terra-arrasada