Steve Ellner es un destacado investigador de la situación política venezolana y de América Latina y es profesor jubilado de la Universidad de Oriente. Ha publicado veintenas de artículos en revistas académicas y más de una docena de libros. Su último, La izquierda radical en América Latina: Complejidades del poder político en el siglo 21, […]
Steve Ellner es un destacado investigador de la situación política venezolana y de América Latina y es profesor jubilado de la Universidad de Oriente. Ha publicado veintenas de artículos en revistas académicas y más de una docena de libros. Su último, La izquierda radical en América Latina: Complejidades del poder político en el siglo 21, compilado por él, será publicado por CELARG en 2016.
Como docente universitario, ha sido invitado por destacadas universidades, entre las cuales mencionamos: Universidad Central de Venezuela (1994-2001), St. John Fisher College en Rochester, NY (2001), Georgetown University (2004), Duke University (2005), Universidad de Buenos Aires (2010), Australian National University (2013) y ahora Tulane University, y ha dado clases en la Columbia University (2011) y Johns Hopkins University (2012).
Evaristo Marcano: En un artículo suyo publicado en New Left Project, usted habló de las políticas pragmáticas y populistas del presidente Chávez y Maduro. Pero ese lenguaje puede prestarse a confusión. La oposición atribuye las dificultades económicas que enfrenta Venezuela en la actualidad a las políticas adoptadas por el Presidente Chávez desde el inicio de su gobierno y las llama «populistas» y «pragmáticas». Alegan que esas políticas representan una especie de pecado original que condujo inevitablemente a los problemas de ahora. ¿Este planteamiento tiene algún fundamento?
Steve Ellner: Los términos populismo y pragmatismo tienen muchas connotaciones y algunas son contradictorias. Pero cuando la oposición habla de ambos están refiriéndose a lo que se puede llamar el «populismo barato» y el «pragmatismo barato.» Las políticas de Chávez eran todo lo que quieras menos baratas.
E.M. Deme un ejemplo de las políticas pragmáticas a las cuales se refiere.
S.E. Si la palabra pragmático significa ser realista, Chávez actuaba en ese sentido durante y después del paro petrolero, cuando el gobierno se alió con los empresarios que se negaron a sumarse al paro. Políticamente, Chávez tenía toda la razón de actuar en contra de FEDECAMARAS. Desde su fundación en 1944 FEDECAMARAS alegaba que no podía asumir posiciones políticas, y por eso se negó a defender al gobierno de Rómulo Gallegos en 1948 (como Samuel Moncada demuestra en su libro Los huevos de la serpiente) y se negó a oponerse al gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez casi hasta al final de su régimen. Pero durante la campaña electoral de 1998, los portavoces de la organización empresarial se opusieron abiertamente a la candidatura de Chávez. Pedro Carmona, por ejemplo, advirtió que si Chávez ganaba en diciembre, liquidaría el sistema democrático, al mismo tiempo que alabó a sus contrincantes (ver El Universal, 15 de agosto de 1998, página 2-2). Luego en 2002 FEDECAMARAS – más que los partidos políticos y la dirigencia sindical anti-chavista – fue el actor principal en los dos esfuerzos de derrocar al gobierno democrático.
E.M. ¿Qué significa en la práctica esa relación amistosa con los empresarios disidentes?
S.E. El anuncio por parte del Presidente Chávez a raíz del paro petrolero de «ni un dólar más para los golpistas» marcó el comienzo de una política de favorecer a los empresarios que rompieron con FEDECAMARAS, a costa de los que apoyaron el paro. Como resultado, comenzó a surgir un grupo de empresarios emergentes, algunos de los cuales eran de origen árabe. El caso más prominente de los nuevos ricos fue el empresario transportista Wilmer Ruperti, quien importaba gasolina en tanqueros alquilados de los rusos en un momento durante el paro cuando la producción nacional llegó casi a cero. Otro empresario pro-chavista, Miguel Pérez Abad, quien dirige Fedeindustria y es miembro del PSUV, ha aspirado cargos públicos. Pérez Abad y otros empresarios pro-chavistas articulan los intereses del sector privado al mismo tiempo que defienden al gobierno. Por ejemplo, plantean que la aceptación de Venezuela como miembro pleno del MERCOSUR fue un éxito para el gobierno que abrió grandes oportunidades para las empresas venezolanas en el mercado extranjero. Además, sostienen que el gobierno ha logrado aumentar la producción nacional pero también ha aumentado el poder adquisitivo de los venezolanos, y por eso es necesario agilizar los procedimientos burocráticos con el fin de facilitar las importaciones. Los empresarios pro-chavistas regularmente asisten a las reuniones y asambleas convocadas por el gobierno y sus pronunciamientos públicos generalmente contrarrestan el discurso neoliberal de FEDECAMARAS. Así que la alianza con los empresarios emergentes ha dado cierto resultado en el plano político.
Sin embargo los criterios políticos de los empresarios emergentes no siempre coinciden con los del gobierno. Toma, por ejemplo, el caso de Alberto Cudemus, quien como candidato a la presidencia de FEDECAMARAS en dos oportunidades abogó por relaciones amistosas con el gobierno y luego se retiró de la organización. Gracias a los contratos para el suministro de cerdo a las redes alimentarias del Estado, Cudemus llegó a ser el empresario más importante de ese rubro. Sin embargo, en 2014 Cudemus pareció ser partidario del neoliberalismo cuando criticó la Ley de Precios Justos por representar un retroceso en los conceptos intervencionistas de los años 60. También atribuyó la deficiente productividad de la economía venezolana a la Ley Orgánica del Trabajo de 2012, cuya redacción fue obra de una comisión dirigida por Maduro, cuando era canciller. Luego Maduro, ahora como presidente del país, arremetió contra Cudemus cuyos argumentos coincidieron con los de Jorge Roig, presidente de FEDECAMARAS. El caso de Cudemus demuestra las limitaciones de la estrategia de alianzas con los empresarios emergentes.
E.M. Usted dice que la política de favorecer a un grupo de empresarios emergentes fue relativamente exitosa en el plano político. ¿Y en el campo económico?
S.E. Sobra la evidencia de que la alianza con el sector emergente ha tenido resultados dudosos desde el punto de vista económico. El desenlace decepcionante se puso en evidencia con la crisis financiera de 2009, que implicó a algunos de los empresarios que emergieron durante el paro petrolero y estuvieron entre los detenidos por el gobierno de Chávez cuando expropió más de trece bancos. El más próspero de ellos fue el transportista Ricardo Fernández Barrueco con una fortuna estimada en más de mil millones de dólares y cuyas compañías principales fueron confiscadas mientras que él pasó tres años detenido. Durante su detención, se defendió con un argumento neoliberal. De acuerdo con Fernández, Chávez promovió la industria nacional en sus primeros años, pero después de declararse socialista en 2006 adoptó políticas intervencionistas que quebraron la producción nacional y condujeron al descalabro financiero de 2009. El escándalo de los 20 mil millones de CADIVI también involucró a algunos de los empresarios emergentes, así como a empresas tradicionales y a multinacionales.
E.M. Lo que usted plantea va en contra de la vieja estrategia del movimiento comunista pro-soviético de aliarse con la llamada «burguesía progresista».
S.E. En la época del frente popular contra el fascismo en los años 30 e inclusive en las décadas siguientes, esa estrategia tenía sentido, a pesar de que exageraron mucho el papel progresista de la llamada burguesía nacional. Pero desde los años 80 en la época de la globalización, la burguesía nacional en los países latinoamericanos ha dejado de ser «nacional». Lejos de representar una burguesía «compradora» con una función gerencial o administrativa, la burguesía latinoamericana cuenta con algunos de los hombres más ricos del mundo, como Carlos Slim y el fallecido Lorenzo Zambrano de Mexico, Alvaro Noboa de Ecuador, el fallecido Julio Mario Santo Domingo de Colombia, Andrónico Luksic de Chile y Gustavo Cisneros. Ahora está más estrechamente vinculada con el capitalismo global que en el pasado.
E.M. ¿Esa transformación incide en la estrategia revolucionaria?
Chávez abogó por una «alianza estratégica» con los llamados «empresarios productivos», pero ese planteamiento fue criticado por algunos analistas de la izquierda como Luis Bilbao (ver su Venezuela en revolución: el renacimiento del socialismo, p. 196). Sin embargo, la verdad es que ni Chávez ni Maduro, que también habla de los «empresarios productivos», realmente tenían en mente una «alianza estratégica» que significa un alto grado de confianza entre las dos partes y metas en común a largo plazo. Lo que está planteado es lo que yo llamaría una «alianza táctica» con un alcance mucho menor y objetivos limitados. Por ejemplo, cuando el gobierno dialogó con representantes de FEDECAMARAS el año pasado, en el marco del diálogo de paz, el objetivo era salir de la violencia generada por la guarimba, y ahora el objetivo es superar problemas coyunturales como la inflación, la escasez y las fallas en la distribución de bienes.
Por cierto Chávez reconoció lo frágil de cualquier entendimiento con los empresarios. Sostuvo que la burguesía venezolana era «transnacionalizada», tenía una mentalidad rentista y era menos dispuesta asumir riesgos que sus equivalentes brasileños y de otros países del continente. Inclusive, varios años antes de que el dólar se disparara en 2012, Chávez acusó a la burguesía de inflar los precios de los productos importados con el fin de estafar a CADIVI. Como solución abogó por la estatización de las importaciones (ver http://www.aporrea.org/media/2014/09/burguesi_a_transnacionalizada2.mp3).
E.M. ¿No hay ningún apoyo dentro del chavismo para una alianza estratégica?
Luis Miquilena era partidario de una alianza estratégica con el sector empresarial. Como jefe de finanza de la campaña presidencial de 1998, estableció relaciones con grupos económicos de los grandes, tanto venezolanos como extranjeros, como, por ejemplo, el banco español Bilbao Vizcaya (dueño del Banco Provincial), como también el actual opositor Tobías Carrero. Además, Alejandro Armas, una ficha de Miquilena, quien dirigió la Comisión de Finanza de la Asamblea Nacional, fue acusado de estar vinculado con intereses financieros. No sorprende que la primera Ministra de Hacienda era Maritza Izaguirre del Banco Interamericano de Desarrollo pero duró solamente cinco meses en el cargo. Por cierto, un punto de honor de Chávez fue que después de Izaguirre, ningún representante empresarial ocuparía puestos en la formulación de política económica, como sí ocurrió en la cuarta en el caso de casi todos los Ministros de Hacienda, Cordiplan, Finanza y los presidentes del Banco Central. Además, el triunfo electoral de Chávez en 1998 se debió a la creencia muy generalizada entre los votantes que la corrupción en Venezuela no era solamente por culpa de los políticos, sino también del sector privado. Ese hecho fue demostrado empíricamente por la politóloga norteamericana Leslie Gates en su libro Electing Chávez.
E.M. ¿Qué pasó después de que Miquilena salió del movimiento chavista en 2002?
Aurora Morales, quien dirigió el departamento de formación ideológica del Movimiento Quinta República, me dijo en una entrevista que la tesis de Miquilena de una alianza estratégica con representantes del sector privado fue derrotada dentro del MVR en 2002 cuando él salió del campo chavista. Sin embargo, en los años siguientes su posición fue defendida, aunque menos explícitamente, por Luis Alfonso Dávila, quien dirigió una corriente chavista, lo que algunos chavistas llamaron la tendencia «derechista». Dávila también fue derrotado en las elecciones internas del MVR en 2003 y luego abandonó las filas chavistas.
En el pasado reciente la tesis de una alianza estratégica con una burguesía productiva ha sido defendida por Temir Porras, quien fue vice-ministro de relaciones exteriores y secretario ejecutivo de Fonden antes de salir del gobierno. Porras abogó por una política de fomentar la producción nacional capitalista con el fin de limitar las importaciones. Ese récipe rememora la época de la política de sustitución de importaciones de hace medio siglo atrás. Al mismo tiempo, Porras propuso una estrategia «pragmática». En un artículo publicado en Rebelión en junio del año pasado, Porras preguntó «¿quién puede negar que el pragmatismo es una virtud extremadamente necesaria en las circunstancias complejas que vivimos»? y agregó «el Maduro pragmático nos hace mucha falta». Por cierto, usó las palabras «pragmatismo» y «pragmático» no menos de diez veces en el artículo. Para Porras y otros, las políticas pragmáticas están diseñadas para garantizar la estabilidad y la consolidación de los logros alcanzados desde 1998. Por supuesto, la estabilidad y la consolidación son deseables, pero como banderas pueden frenar la profundización del proceso de cambio. Una vez que se privilegia la estabilidad a costa de la lucha y se desenfoca la centralidad e inevitabilidad del conflicto, el resultante enfriamiento del ánimo popular conduce a reveses.
E.M. ¿Cómo se manifiesta la «alianza táctica» que usted menciona a nivel local?
S.E. La misma política de alianza se aplicó a nivel local. El razonamiento fue lo siguiente: Después de varios esfuerzos de tumbar al gobierno, y después de la violencia y los disturbios generados por la guarimba, y con una oposición que no reconoce la legitimidad del gobierno, hay que tomar en cuenta que la situación en Venezuela no es normal. El anuncio de Chávez de «ni un dólar para los golpistas» apuntó a una política a nivel local de evitar el otorgamiento de contratos a grupos que apoyaron el golpe de estado y el paro petrolero. El argumento era: ¿por qué el gobierno va a asignar dinero a alguien que va a usar parte de la ganancia para apoyar un movimiento subversivo? El argumento demostró el grado en el cual la polarización política había abrumado al país. De todos modos, la aceptación de ese criterio exige nuevos mecanismos para garantizar la transparencia en el otorgamiento de contratos. La contraloría social es esencial, y por esa razón la entrega a los consejos comunales de los proyectos de las obras en sus comunidades respetivas reviste de una gran importancia.
E.M. ¿Si el gobierno está aliado con una burguesía emergente, por qué FEDECAMARAS aceptó participar en el diálogo de paz el año pasado?
S.E. La decisión de castigar a los empresarios de FEDECAMARAS por su actividad insurgente en 2002 los golpeó y puede explicar su receptividad a la solicitud del gobierno de sentarse y dialogar en 2014. La aceptación de FEDECAMARAS a la iniciativa del diálogo de paz, realizado en Miraflores, representó un éxito político para el Presidente Maduro. Ocurrió en un momento en el cual los líderes de la oposición agrupados en la MUD rechazaron la propuesta del gobierno y así significó una ruptura entre los anti-chavistas políticos y la clase empresarial, algo muy contrario a lo que pasó en 2002. Al mismo tiempo, la posición más conciliatoria del gobierno hacia FEDECAMARAS durante la guarimba representó un reconocimiento por parte de los chavistas que los empresarios emergentes no fueron capaces de convertirse en una fuerza productiva que podría reemplazar los grupos económicos tradicionales. Más recientemente, el anuncio de Maduro en abril de no otorgar dólares preferenciales a FEDECAMARAS también surtió efecto políticamente. Pocos meses después la organización empresarial eligió como presidente a Francisco Martínez, quien inmediatamente hizo un llamado al entendimiento entre los dos entes, al mismo tiempo que reconoció los errores cometidos por FEDECAMARAS en el pasado. Sin embargo, una postura conciliatoria no implica un cambio en el frente económico. Puediese ser que FEDECAMARAS decidió abandonar el papel de opositor político que había desempeñado anteriormente, porque considera el frente económico como un campo de batalla mucho más efectivo.
E.M. Antes de comenzar la segunda parte de la entrevista sobre las políticas populistas, puede resumir sus conclusiones principales referente a las relaciones del gobierno chavista y el sector privado?
S.E. En el campo político la alianza tácita o táctica con los empresarios que se han beneficiado de las vinculaciones con el Estado ha servido para fortalecer la posición del gobierno frente a la agresividad de grupos opositores, incluyendo FEDECAMARAS. Pero los empresarios supuestamente aliados no han sido confiables, no han llenado las expectativas de la dirigencia chavista y están muy lejos de ser consistentemente «productivos». Ese dilema demuestra que una etapa de consolidación y armonía en la vía al cambio estructural o el socialismo es poco probable. El camino necesariamente está lleno de contradicciones, conflictos y luchas. Es necesario preparar al pueblo para ese tipo de escenario y no sembrar un exceso de optimismo que minimiza los desafíos en el proceso de cambio verdadero.
Una segunda conclusión es que un gobierno comprometido con el socialismo pero con una economía (o «estructura») capitalista no puede ser inmune a la presión empresarial a pesar de que los empresarios no cuentan con representantes en las altas esferas del Estado (como sí fue el caso en la cuarta república). Nicos Poulantzas, el gran teórico sobre el Estado, de tendencia marxista, describió esta dinámica metafóricamente cuando postuló que a pesar de los compromisos y lealtad de los líderes en el poder, el Estado es «una relación de las fuerzas» de la sociedad y más específicamente la «condensación» de ellas (entrevista con Poulantzas en Marxism Today, julio de 1979, página 197). En otras palabras, el Estado hasta cierto punto internaliza los intereses del sector privado aun cuando no tiene representantes de esa clase en su seno. Este planteamiento conduce a la siguiente observación: si el gobierno socialista no profundiza el proceso de cambio y no abre canales para la participación popular y la autocrítica, con el tiempo la influencia empresarial se institucionalizará y los logros revolucionarios corren el riesgo de ser desmantelados.
Nota: En la segunda parte de la entrevista, Profesor Ellner examinará la contextualización de las políticas populistas y sus lecciones para el proceso revolucionario.
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