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¿Es posible una sociedad sostenible?

Fuentes: CTXT

                                                                                                                                                                                                KAMIEL79 Los alumnos de un centro de formación profesional me hicieron hace poco esta pregunta. Y lejos de encontrar a jóvenes sin inquietudes y absortos en sus problemas, me encontré con personas socialmente muy responsables y comprometidas. Precisando el concepto de sociedad sostenible, teniendo en cuenta la definición del Informe Brundtland, como aquella en […]

                                                                                                                                                                                                KAMIEL79

Los alumnos de un centro de formación profesional me hicieron hace poco esta pregunta. Y lejos de encontrar a jóvenes sin inquietudes y absortos en sus problemas, me encontré con personas socialmente muy responsables y comprometidas.

Precisando el concepto de sociedad sostenible, teniendo en cuenta la definición del Informe Brundtland, como aquella en la que todos tengamos cubiertas nuestras necesidades de forma digna y que garantice para las generaciones futuras esas mismas condiciones de vida, se llega a la conclusión de la necesidad de recorrer un largo camino hasta conseguirlo.

El camino es realmente difícil. Vivimos en una sociedad desarrollada y, sin embargo, según el 7º informe AROPE sobre el Estado de la pobreza, casi 13 millones de personas en España se encuentran en riesgo de pobreza o de exclusión social. Esto supone casi el 28% de la población. El porcentaje de población que vive en pobreza severa, hogares cuyo ingreso total por unidad de consumo es inferior a 342 euros mensuales, es de un 6,4%. Las personas adultas jóvenes, entre 16 y 29 años, son las peor paradas, llegan al 37,6% y ha aumentado un 1,2% desde el 2015. Y, sin embargo, no pierden la esperanza de invertir la situación.

Lo más sangrante sigue siendo la situación de los niños menores de 16 años. Un 31,7% se encuentra en riesgo de exclusión social o pobreza, aunque su situación ha mejorado desde 2015, cuando la tasa llegaba hasta un 33,4%. Si una sociedad sostenible tiene que garantizar las necesidades de las generaciones futuras, no parece que se esté cerca de su cumplimiento. Las personas que viven en hogares con niños y niñas tienen tasas de AROPE (At-Risk-Of Poverty and Exclusion) –en las que se basa este informe– hasta 30 puntos porcentuales por encima de aquellas que viven en hogares compuestos sólo por adultos. Otro dato interesante es que de esos 13 millones de personas en riesgo de pobreza, un 30% está trabajando y un 15% tiene estudios superiores. Una sociedad, en la que aun trabajando o estando formado, no permite vivir con dignidad a sus miembros no es sostenible.

Por otra parte, una sociedad sostenible tiene que ser una sociedad que se integre con el ecosistema en el que se encuentra. Tiene que convivir con la naturaleza en la que se establece. Tiene que respetar el medio en el que se ubica. Integración, convivencia y respeto por la naturaleza parece difícil si no paramos de expoliar los recursos de la Tierra sin dejar el tiempo suficiente para su regeneración. Una sociedad que pretende ser sostenible tiene que debatir y repensar qué produce, cómo produce, para qué produce, cómo consume, y posteriormente cómo gestiona los residuos de esa producción. Parece que se han olvidado los límites de nuestro planeta creando la falsa idea de que el crecimiento económico es la única manera que obtener bienestar y dignidad para todos los ciudadanos.

Para hacer frente a los problemas que acarrea un crecimiento sin sentido se posiciona el decrecimiento. El decrecimiento no significa dejar de producir o dejar de consumir. Significa producir y consumir con sentido. En los países desarrollados se ha acuñado el concepto de decrecimiento como término provocador. Para entender lo que significa este concepto hay que tener claro su opuesto, entender qué supone el crecimiento que se ha venido produciendo en nuestra sociedad y qué supone vivir en una sociedad basada exclusivamente en ese crecimiento económico. Un crecimiento que tuvo sentido tras las grandes guerras, pues tras ellas todo estaba por construir, pero que ahora parece ya anacrónico, porque no se da esa circunstancia. Fue un periodo glorioso, sí, pero que ya ha pasado.

Crecimiento supone un aumento continuo de producción de bienes, servicios e intercambios económicos. Este se mide a través del PIB y los políticos alardean de su aumento en todos los medios de comunicación. Lo que no explican es su calidad, qué tipo de producción ha hecho que suba. Una sociedad cuya salud está basada en curar crece más que una en la que se trabaja más por la prevención. El PIB crece igual si se limpia un vertido o si se construyen casas de alquiler social. Por lo que no todo incremento del PIB es igual de bueno.

Sin embargo, los ingresos fiscales del Estado varían con la tasa de crecimiento. Cuanto más crecimiento, más presupuesto para el Estado y más posibilidad de llevar a la práctica sus ideas políticas. Esas ideas pueden ser beneficiosas para toda la ciudadanía o beneficiar a unos pocos, en todo caso se produce una dependencia del crecimiento que pone en duda el funcionamiento democrático de las instituciones.

Hablando de crecimiento también se suele decir que es sinónimo de empleo, pero esto no es realmente así si no existe una redistribución de los beneficios de ese crecimiento. Redistribución que se puede hacer, por ejemplo, bien invirtiendo en la propia empresa productiva o bien reduciendo el tiempo de trabajo de los empleados para contratar a más personal. En estos momentos eso no se hace, los beneficios se utilizan para especular y obtener más beneficios a corto plazo sin tener una verdadera conciencia de la responsabilidad social que tienen los productores.

Las generaciones jóvenes tienen un duro trabajo si quieren cambiar la sociedad actual por una sostenible, pero viendo y escuchando a los jóvenes con los que me encontré no tengo la menor duda de que el cambio es posible. Los jóvenes son el futuro. Un futuro que necesariamente tendrá que ser mejor.

Txaro Goñi es delegada de Economistas sin Fronteras en Euskadi, además de doctoranda y máster en integración política y económica de la UE.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con las opiniones de la autora y éstas no comprometen a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

Fuente: http://ctxt.es/es/20171206/Firmas/16559/sociedad-sostenible-crecimiento-economico-PIB-ecologia-decrecimiento-economista-sin-fronteras.htm