Algunos fenómenos sociales recientes han trastornado la mente de mucha gente en el campo político de izquierda. Es que hace mucho que habíamos aprendido a comprender que la economía representaba el factor social más relevante para determinar el curso de las transformaciones sociales. Sin embargo, estamos viendo que suceden ciertas cosas que amenazan con colapsar esta idea que hemos estado cultivando durante mucho tiempo.
Los procesos electorales que acaban de tener lugar en nuestro país y en los Estados Unidos parecen asestar un golpe violento a nuestra creencia de que la economía es el principal factor que marca la pauta de cómo se comportará la gente. Como hemos podido darnos cuenta, tanto allí como aquí, la mayoría de los votantes emitieron su voto motivados por cuestiones que evidentemente no revelan ninguna relación directa con factores económicos.
Prueba de lo que se acaba de mencionar es la constatación de que, si bien los indicadores económicos prevalecientes en Brasil y en los Estados Unidos en este período en el que se celebraron las elecciones fueran comparativamente muy positivos, las fuerzas políticas asociadas a los gobernantes del momento sufrieron reveses significativos.
En el caso de Brasil, el PT y las fuerzas de izquierda salieron del proceso electoral en condiciones muy debilitadas, mientras que la derecha conservadora y la extrema derecha obtuvieron resultados mucho más favorables. En los Estados Unidos, el panorama se mostrómuy similar. Aunque las estadísticas indicaban crecimiento económico y un desempleo muy bajo, el partido al mando del gobierno (Partido Demócrata) fue estrepitosamente derrotado por el Partido Republicano, agrupado en torno al extremista de derecha Donald Trump.
Además, como pudimos observar en las elecciones municipales brasileñas, las razones que motivaron a grandes contingentes de personas a votar por candidatos abiertamente vinculados a la derecha y a la extrema derecha tuvieron mucho más que ver con temas relacionados con cuestiones morales, consuetudinarias y religiosas, que con preocupaciones identificadas como económicas.
Por lo tanto, lo que ha estado ocurriendo por aquí es que mucha gente pobre ha dejado absolutamente de exigir medidas que sirvieran para elevar su nivel de vida y el de sus familias para centrarse en temas de índole moral, ideológica o religiosa, que nada, o muy poco, les ayudarían a salir de la situación de penuria en la que se encuentran. Así, en lugar de priorizar a los candidatos con propuestas de mejores condiciones de vivienda, mejor sanidad pública, escuelas públicas de mejor calidad, etc., la preferencia de una parte importante de los votantes ha sido conquistada sobre la base de preocupaciones acercadel matrimonio entre personas del mismo sexo, el divorcio, el predominio de su credo sobre los de otros, es decir, cuestiones morales,de costumbre, de familia o religión, por ejemplo.
Algo análogo también se observa en relación con los estratos medios de la población. Tanto es así que, en los últimos años, muchas personas pertenecientes a estos sectores medios han salido a las calles a gritar furiosamente en protesto contra la corrupción y, bajo esta alegación, dar su consentimiento a medidas políticas claramente destructivas de las estructuras básicas de nuestra economía, como, entre otros ejemplos, el desmantelamiento de Petrobras, la entrega de nuestro pre-sal a grupos multinacionales petroleros y la aniquilación de nuestras grandes empresasdeingeniería. Al final, todo esto contribuiría a profundizar el nivel de deterioro de sus propias condiciones de vida.
A la vista de lo que hemos explicado en los párrafos anteriores, nos vemos obligados a concluir que tanto los pobres como las personas de clase media a las que nos hemos referido han actuado mucho más por motivaciones ligadas a cuestiones morales que a influencias económicas. De esto no tenemos ninguna duda.
No obstante, a pesar de todo lo que se acaba de decir, queremos demostrar que los factores que en última instancia impulsan a todas estas personas de sectores sociales no dominantes a dejar de lado las proposiciones que conciernen a sus verdaderos intereses económicos son, de hecho, motivaciones también basadas esencialmente en factores relacionados con disputas claramente asociadas a intereses económicos. Lo que sucede es que estas motivaciones no se originan en estos grupos socialmente subordinados, sino en aquellos que tienen el poder de manipularlos y desviarlos de los temas económicos que les beneficiarían directamente.
Como sabemos por los estudios sociológicos basados en el materialismo histórico, las clases que controlan el proceso de producción de riqueza en una sociedad también ejercen su dominación a través de su influencia ideológica. Así, este poder ideológico de las clases dominantes es utilizado sobre los grupos sociales a ellas subordinados con el fin de inducirlos a asumir como propios los objetivos y deseos infundidos por sus dominadores. Sin embargo, el verdadero objetivo de estas clases que ostentan el poder de manipulación no es otro que preservar y ampliar los privilegios económicos de los que gozan.
Cuando los pobres son instigados a gritar y rebelarse contra una hipotética liberación de baños unisex en escuelas y centros comerciales, se les incita a hacerlo para que no se pongan a cuestionar los privilegios económicos de los banqueros, terratenientes y grandes capitalistas en general. Lo mismo puede decirse con respecto a aquellos elementos de clase media que se disponen a aceptar la destrucción de la base económica del país y, como consecuencia, sufren los severos impactos del desempleo de ello resultante. En otras palabras, acaban por ser víctimas de sus propias acciones. Es que esas personas son manipuladas para que prevalezcan los intereses económicos de los países imperialistas, de sus empresas y sus socios locales.
No es correcto asumir que la mayoría de nuestro pueblo es inherentemente conservadora. El gran peso de las cuestiones relacionadas con la moralidad se debe, en gran medida, al trabajo de manipulación llevado a cabo por los mecanismos a disposición de las clases dominantes. Cuando los temas de la agenda moral no están presentes, o no existen, los agentes al servicio de las clases dominantes no dudan en sacarlos a la superficie, o inventarlos, para que sirvan como instrumento de defensa de lo que realmente les interesa. Sin esta intervención manipuladora llevada a cabo por agentes al servicio de las clases que detentan el poder real, lo más probable es que la disposición y las energías de los pobres y sectores de las clases medias se dirigieran a la lucha por obtener ganancias reales de carácter económico para su propio beneficio, lo que afectaría en gran medida los intereses económicos de los sectores que hegemonizan el poder en la sociedad.
Así, volviendo a la reflexión sobre la duda con la que iniciamos este texto, podemos afirmar que, si bien es correcto decir que los grupos sociales no se mueven exclusivamente por impulsos económicos, no se puede negar que la motivación original, eso es, la que concierne a los grupos que realmente detentan el poder en una sociedad determinada, en última instancia, se basa fuertemente en términos económicos. Esto nos lleva a concluir que sigue siendo muy válida la esencia de la teoría que hemos estado defendiendo, es decir, que el factor decisivo en la evolución y transformación de la sociedad humana está relacionado con su base económica.
Para que no haya malentendidos en cuanto a lo que queremos hacer explícito, no estamos proponiendo que se ignoren las cuestiones de naturaleza moral, religiosa, consuetudinaria y de otro tipo. Todo lo contrario. Lo que estamos tratando de mostrar es que, para hacer frente a estos problemas, necesitamos entender bien qué intereses económicos los impulsan. Con tal comprensión, seremos capaces de encontrar respuestas más eficientes a las preguntas que surgen detrás de facetas de moralidad.
Texto original en portugués: https://www.brasil247.com/blog/a-economia-e-mesmo-o-fator-social-determinante-04b2g3n9
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