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Tras el asesinato del fiscal Danilo Anderson

Esa democracia venezolana

Fuentes: Rebelión

En Venezuela, la bomba que asesinó al fiscal Danilo Anderson el pasado mes de noviembre ha elevado la figura de este abogado al rango de mártir. Anderson investigaba el golpe de Estado contra Hugo Chávez el 11 de abril del 2002 y ya eran muchos los implicados que estaban procesados en aquellos acontecimientos. Su entierro […]

En Venezuela, la bomba que asesinó al fiscal Danilo Anderson el pasado mes de noviembre ha elevado la figura de este abogado al rango de mártir. Anderson investigaba el golpe de Estado contra Hugo Chávez el 11 de abril del 2002 y ya eran muchos los implicados que estaban procesados en aquellos acontecimientos. Su entierro fue una masiva manifestación de duelo sin precedentes en la historia recuente de Venezuela. Las paredes del centro de Caracas están repletas de pintadas pidiendo justicia y condenando el crimen. Todo acto público tiene un instante para su recuerdo y reconocimiento.

Pero los mártires de los pueblos suelen ser líderes sociales que han combatido contra gobiernos opresores, intelectuales que han aportado grandes ideas y reflexiones que han ayudado al avance social o artistas que con su compromiso han aportado su esfuerzo a las causas populares. En cambio, un fiscal representa la parte más ingrata de un Estado, es la persona que quiere meter a la gente en la cárcel. Por ello, la elevación de un fiscal a la categoría de mártir y referente ético de un pueblo supone la máximo identificación de ese pueblo con un gobierno y con un Estado. Si los ciudadanos admiran a quien mete a la gente en prisión es porque están de acuerdo con las leyes, comparten el modo en que son aplicadas por el gobierno y confían en la vigilancia de su cumplimiento que hacen los jueces. Algo, sin duda, bastante infrecuente no sólo en América Latina sino en todo el mundo.

La indignación de los venezolanos por el asesinato de su fiscal no solamente evidencia su rechazo al terrorismo, es una excepcional prueba de que allí el Estado es el pueblo.

Del mismo modo recuerdo una pintada que me impresionó en una de mis visitas al barrio 23 de Enero, emblemático suburbio de Caracas que representa un ejemplo de organización y lucha social. Entre los colectivos allí organizados se encuentran los tupamaros, con una larga historia de combate y radicalidad política contra la mayoría de los corruptos gobiernos de la reciente historia de Venezuela. La pintada decía «Tupamaros con la Constitución». Es decir, esa gente, humilde y marginal, que siempre se caracterizó por la reivindicación y la denuncia, hoy proclama su más ardiente defensa de la legislación vigente.

Estamos pues ante un pueblo que pregona su defensa de la ley y eleva a los altares a quien la aplica. En pocos países podemos apreciar algo parecido. En pocos países la democracia está llegando tan lejos como en Venezuela.

www.pascualserrano.net