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Entrevista a Eduardo Galeano

«Escribo desde el punto de vista de los que no salieron en la foto»

Fuentes: Público

Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) se prepara para viajar a España y todavía le abruman las cosas que le quedan por resolver antes de subirse al avión y ausentarse un par de meses de la capital uruguaya, «esta rara ciudad donde todavía se puede caminar» y en la que reside desde su vuelta del exilio catalán […]

Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) se prepara para viajar a España y todavía le abruman las cosas que le quedan por resolver antes de subirse al avión y ausentarse un par de meses de la capital uruguaya, «esta rara ciudad donde todavía se puede caminar» y en la que reside desde su vuelta del exilio catalán de Calella de la Costa, en el Maresme, a mediados de los años ochenta del siglo pasado.

Se dispone a hacer el viaje con su nuevo libro, que ya está a la venta en las librerías de su país y que será lanzado por Editorial Siglo XXI en España el próximo 21 de abril. Espejos. Una historia casi universal, evoca en cierto modo a otro escritor, el argentino Jorge Luis Borges, cuya Historia Universal de la Infamia ficcionaba vidas de gánsteres y criminales reales. Pero cualquier parecido entre ambos es pura coincidencia.»Este libro fue hecho de una manera anárquica. Las cosas que he ido elaborando me picaban la mano durante mucho tiempo», dice en una entrevista con Público en el café Brasilero, su lugar favorito de encuentro en Montevideo. «Esta obra es una historia casi universal a través de muchas historias pequeñitas que se encarnan en situaciones de vida concretas. Según este libro, hay una memoria oculta y lógicamente mi novela la hace aflorar desde un punto de vista concreto: el de los que no salieron en la foto», enfatiza con voz grave, no sin cierta entonación y fraseo poético.

Negando el patriotismo

¿Qué historias son ésas? «Tienen que ver con la negación del derecho al patriotismo al sur del mundo y el monopolio del patriotismo por el norte, todo en nombre de una libertad que, como pudo decir Nietzsche, oprime. Porque la igualdad de derechos entre el pobre y el rico, entre el débil y el fuerte, es una igualdad que acentúa la desigualdad. O sea, que genera o multiplica la injusticia».

Con todo, este breviario de historias -una forma que Galeano no deja de frecuentar- está lejos de ser un alegato político. No. «Los países del norte predican en el sur del mundo, a veces con éxito, la teoría de la impotencia, de la aceptación de la resignación y la humillación como un destino. Este libro ha sido escrito pacientemente contra esa concepción de las cosas. Su objetivo es probar que la humillación no es ningún destino».

Así, Galeano llama la atención de algunas cosas que hoy por hoy se nos presentan como los hechos probados en una sentencia. Y que, en rigor, el conocimiento de esas historias pequeñísimas de la que el cronista-prosista cuestiona. «Por ejemplo, ese instrumento de opresión que es la libertad de comercio. El comercio es una libertad que oprime. Esa libertad de comercio permitió al Imperio Británico aniquilar a la India cuando esta nación era una potencia importante y fue la que después impuso el opio en China. Ambos países representaban en el siglo XVIII el 40% de la producción manufacturera en el mercado mundial. Y fueron destruidos por la llamada libertad de comercio. Y ésta es una de las principales propuestas para que los países pobres acepten la extorsión de los países ricos».

Una realidad implícita

Galeano explica: «Yo hablo de esto no en términos ideológicos, sino a través de historias que ocurrieron. Por ejemplo, cuando se cuentan escenas como aquella en la que los principales narcotraficantes británicos que imponían el opio en China financiaban al tiempo a los hospitales en los que eran atendidos los drogadictos. ¡O sea, que te vendían la enfermedad y el hospital, todo el servicio completo! Y también te topas con los medios de comunicación, cómo no, que compran los narcos en Londres para vender el producto de que la guerra era inevitable porque intentaba salvar a los chinos de su déspota…».

La alusión a la realidad está implícita, nunca es manifiesta. El escritor así lo prefiere. El arte o la literatura no necesitan ser explícitos sino sugerentes. Pero en esta mesa de café, donde Galeano recuerda haberse formado como escritor hace ahora más de medio siglo, no se abstiene. «¿No le recuerdan esas historias a Irak? ¿O a Irán, llegado el caso? Uno no va a reconocer que practica el racismo. Pero se practica con los vivos y con los muertos. Porque hay muertos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta. ¿Por qué conocemos exactamente los más de tres mil soldados norteamericanos caídos en Irak y en cambio no sabemos cuántos iraquíes han muerto? Los civiles iraquíes muertos, en su mayoría mujeres y niños, son tan diversos que no sabes a qué atenerte. Unos dicen 50.000; otros, 500.000. Sólo se contabiliza a los muertos de primera. Los muertos del país invadido son de cuarta categoría», brama Galeano.

Pero su atención, en el mismo terreno, aborda ahora otro ángulo. «Y ese país invadido… ese país fue el que inventó la escritura, aunque el presidente Bush crea que la escritura nació en Texas. Pero se equivoca. Nació en Irak. El primer poema de amor de la historia de la Humanidad fue escrito allí, en Irak, en tablillas de barro y en lengua sumeria. Y es un poema que narra la noche de amor de una diosa y un pastor. La diosa, inmortal, y el pastor, mortal, pero durante esa noche ambos fueron inmortales. Y esa tablilla se conservó durante miles de años para que nosotros también lo supiéramos…». «Sí, hay una memoria oculta e, insisto, yo escribo desde el punto de vista de los que no salieron en la foto. Es una memoria rica, no escuchada…».

Cuando los dioses y los diablos se turnan 

Formado en contacto con escritores españoles en el exilio, Galeano no puede dejar de ser el periodista que una vez fue. La memoria y la desmemoria, sus temas, tienen en Espejos numerosas referencias a su patria de exiliado. Una noche en Madrid, dice, le preguntó a un taxista:
-¿Qué trajeron los moros a España?
El hombre le respondió:
-Problemas.

Galeano pinta su cuadro a partir de este diálogo. Son 26 trazos y una copla anónima sobre Granada. En su relato La herencia negada, dice: «Los llamados moros eran españoles de cultura islámica, que en España habían vivido durante ocho siglos, treinta y dos generaciones, y allí habían brillado como en ninguna parte. Muchos españoles ignoran los resplandores de aquellas luces. La herencia musulmana incluye: la tolerancia religiosa, que sucumbió a manos de los reyes católicos; los molinos de viento, los jardines y las acequias, el servicio público de correos, el vinagre, la mostaza, el azúcar de caña, los churros, las albóndigas, los frutos secos, el ajedrez, la cifra cero, el álgebra y la trigonometría, las obras clásicas de Platón… las cuatro mil palabras árabes que integran la lengua castellana, y varias ciudades de prodigiosa belleza, como Granada…».

«No es por populismo que uno quiere que se conozcan estas cosas. Populismo parece ser un término que no tiene una gran antigüedad y que se aplica con facilidad para descalificar a cualquier persona o país que hace algo que al poder no le gusta», reflexiona tras un sorbo de café. Y de ahí, cómo no, a Hugo Chávez: «Es el nuevo demonio. Aquí los satanases entran y salen de escena. Algunos interpretan a dioses un rato; otros, a diablo, como Sadam Husein, que fue dios de Occidente y después diablo. Dioses y diablos son intercambiables. Los grandes medios demonizan a su antojo. Y con Chávez pasa eso: un demonio predilecto que tiene muy mala prensa en Europa. Hay que verlo en todas sus dimensiones, no sólo las barbaridades que pueda cometer o decir. Yo estoy en desacuerdo con algunas de las cosas de Chávez, pero con otras no. Esto no está en el libro pero es parte de esta conversación. Es la primera vez que un país petrolero es generoso. En cambio, Chávez se ha abierto a América Latina. Lo sabemos muy bien los uruguayos y los argentinos. Pero resulta difícil verlo sin telarañas en los ojos…