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El escritor y periodista Alfons Cervera presentó en la Librería Primado de Valencia su última novela, "Claudio, mira" (Piel de Zapa)

“Escribo novelas para contar que el pasado no pude ser propiedad de nadie”

Fuentes: Rebelión

Claudio –epiléptico, hipertenso y con problemas de audición- es operado de cataratas. Al terminar la intervención, la enfermera le retira los algodones de los ojos. Claudio, mira es el título de la última novela del escritor y periodista Alfons Cervera (Gestalgar, Valencia, 1947), editada en marzo por Piel de Zapa. En la narración de 130 páginas, el autor desgrana rasgos y peripecias del personaje principal, su hermano Claudio; las experiencias tienen como escenario Los Yesares (pueblo imaginario de la Serranía valenciana, que remite a Gestalgar).  

“Vivir por dentro es su manera de estar en el mundo”, escribe Cervera. De salud frágil, Claudio acumula libretas –en la casa familiar-, en las que toma notas con esmero. Una de sus motivaciones consiste en garabatear cartas a las distribuidoras cinematográficas, para que le remitan los catálogos de los filmes en papel; también cuida a los gatos, alimenta y habla con el canario, escucha pasodobles en el radiocasete y cultiva la huerta.

Es una novela escrita en primera persona, salpicada de anécdotas y recuerdos. Como las clases del maestro don Jesús en la escuela de Los Yesares; llegado al aula, el inspector educativo preguntaba a los alumnos si conocían al “generalísimo” Franco y a José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española (a su espalda quedaban los retratos del dictador y el dirigente fascista). El inspector “nos decía que habían salvado a nuestra Patria de los rusos” (comunistas), evoca Alfons Cervera. Tal vez don Jesús fuera un maestro depurado por el franquismo. Claudio y Alfons aparecen en el libro, juntos, viendo películas de Drácula en el cine Musical, trabajando en el horno de la familia (con 9 y 11 años) o pescando barbos gigantes en el río. Además jugaban a la guerra, “en la desolación que dejaban a su paso los himnos de la Patria”.

Claudio, mira completa el “libro de familia” del escritor. Dedicó a su padre la novela Otro mundo (2016); éste dirigía un grupo teatral con vecinos de Gestalgar y recitaba poesía, pero no pudo cumplir con su sueño –ser actor-, ya que fue objeto de una condena militar -12 años de prisión- tras la guerra de 1936. Vivió, desde entonces, preso del miedo y el silencio. Durante la presentación de la novela sobre su hermano, en la librería Primado de Valencia, el autor de Maquis comparte alguno de los parágrafos sobre su progenitor: “Un día te enseñaré la casa que padre y otros dos compañeros anarquistas atracaron la noche de la hoguera revolucionaria en Los Yesares (…). Sus dos amigos eran mayores, tenían ya un largo recorrido por la militancia libertaria y padre los miraba como si fueran dioses o algo parecido”.

Sobre su madre, que murió tras permanecer dos años sin poder moverse –apenas- de una silla, el narrador escribió Esas vidas (2009). Pero no sólo transitan, por las novelas de Alfons Cervera,  miembros de la familia. En Claudio, mira se incluye al niño Román, hijo de un anarquista forzado a exiliarse con sus parientes a Francia (“Nadie vuelve nunca de ningún exilio”); huyó de noche y con una maleta precaria de cartón, rumbo al nuevo destino: deambular por los pueblos del mediodía francés. En otros textos Cervera se ha referido a un maestro de Gestalgar, Gerardo Torres, represaliado por su condición de republicano.

En los libros, conferencias y presentaciones, el autor de la llamada “trilogía de la memoria” –integrada por La noche inmóvil, El color del crepúsculo y Maquis– revela pistas sobre el proceso de creación literaria. Así, las novelas del escritor y periodista son cada vez más breves, cuentan pequeñas historias, sin descripciones exhaustivas y con decenas de personajes que aparecen y desaparecen como en un cameo cinematográfico; además corrige y depura los textos hasta el agotamiento, lo que quizá explique el intervalo –dos años- entre cada volumen. “No manda lo real en las novelas. Pero tampoco debería mandar en sus páginas la mentira”, afirma; “escribo historias de ficción para contar que el pasado no puede ser propiedad de nadie, si acaso sólo de la verdad que ayude a iluminar sin trampa ni engaño ese pasado”, añade.

En el estilo del narrador hay puntos de coincidencia con algunos diálogos de la película El viaje a ninguna parte (1986), dirigida por el también autor de la novela, Fernando Fernán Gómez; trata sobre una compañía de cómicos que  recorre caminos y pueblos durante la posguerra española, para representar comedias (en ocasiones durante diez jornadas, una pieza diaria); así, en la batalla contra el cine, el fútbol y la radio, actuaban en cafés, casinos, almacenes o patios.

En uno de los pasajes, el veterano Arturo Galván (Fernán Gómez) le enseña a su nieto Carlitos los rudimentos del oficio: “Las comedias tenemos que arreglarlas nosotros, porque las autores las escriben demasiado largas y con más personajes de los que hacen falta. Entre tu padre y yo las cortamos y las dejamos en la medida justa, quitando toda la paja”. Otro referente cinematográfico de Alfons Cervera es Los días del pasado, filme estrenado en 1977 y dirigido por Mario Camus, en el que Antonio Gades interpreta a un miembro del maquis.

El autor de Las voces fugitivas y Todo lejos también destaca, en la Librería Primado, al historiador especializado en la guerrilla antifranquista y el exilio, Secundino Serrano, quien publicó en 2006 (Punto de Lectura) La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1939-1945); el docente leonés comenzó una de sus investigaciones, Maquis (Temas de Hoy, 2002), con una mención al guerrillero asturiano Cristino García Granda, militante comunista que luchó contra el fascismo en la guerra y la posguerra española, integró la Resistencia francesa contra la ocupación nazi y fue fusilado – a los 32 años, tras su detención y juicio en Madrid-, en febrero de 1946. “Es un héroe en Francia y un bandolero en España”, resalta Serrano, y añade: “La guerrilla, sin embargo, tiene la suficiente entidad (unos 5.000-6.000 hombres en armas y más de 20.000 enlaces detenidos) para no ser confinada en los márgenes de la historia oficial”.  

Además Cervera se abona a las tesis del historiador Francisco Espinosa Maestre, quien ha investigado la represión franquista y, frente a la presunta neutralidad y los “pactos de silencio”, publicó en 2015 Lucha de historias, lucha de memorias (Aconcagua). Y considera “imprescindible” la Trilogía sobre la guerra civil del escritor Juan Eduardo Zúñiga, fallecido –ya centenario- en febrero; en un homenaje que se le rindió en 2009 en Madrid, Alfons Cervera escribió: “Nadie como él para contarnos el horror. No el del estruendo de las bombas sino el del silencio anclado en los pasillos abandonados en la casa familiar (…). En los libros de Juan Eduardo Zúñiga y Juan Marsé aprendí lo poco que seguramente sé” (texto reproducido por el diario infoLibre).

Coordinado por el crítico literario David Becerra, el ensayo colectivo Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual (Tierradenadie, 2015) incluye a Alfons Cervera entre quienes promueven una narrativa “disidente” o “contrahegemónica” junto a otros como Rafael Chirbes, Belén Gopegui, Isaac Rosa, Marta Sanz, Elvira Navarro, Rafael Reig o Javier Mestre; en el texto, la profesora de literatura e hispanista, Anne-Laure Bonvalot, apunta que la escritura de Cervera –quien empezó a publicar novelas sobre la memoria en 1995- tiene como rasgo principal la “polifonía del disenso”; y aunque el sujeto político –maquis, comunista, anarquista, represaliado- sea heterogéneo, “esto no implica una desagregación de la comunidad representada”.

En el caso del autor de La noche en que los Beatles llegaron a Barcelona, esta solidaridad con los vencidos “no procede de un ‘realismo humanista’ (…), sino de un ‘humanismo comprometido’ que historiza y no despolitiza; la voluntad de componer la memoria en un entramado de relatos subjetivos y cargados de emociones no implica aplastar o disolver la dimensión conflictiva del relato”, concluye Anne-Laure Bonvalot.