La crisis financiera global atraviesa las economías regionales y nacionales sin piedad obligando a los gobiernos a tomar medidas que mitiguen el efecto recesivo. Desde el año pasado y con mayor impulso desde principios de este año, las medidas proteccionistas impuestas por los países centrales, van cerrando la libertad de comercializar mientras presionan a los […]
La crisis financiera global atraviesa las economías regionales y nacionales sin piedad obligando a los gobiernos a tomar medidas que mitiguen el efecto recesivo. Desde el año pasado y con mayor impulso desde principios de este año, las medidas proteccionistas impuestas por los países centrales, van cerrando la libertad de comercializar mientras presionan a los países más débiles para que adquieran sus productos a cambio de financiación que hoy no existe.
Organismos como la OMC que regula las relaciones comerciales en el mundo y la ONU entre otros, en momentos de dificultades económicas o políticas, sólo han sido funcionales a los intereses de las grandes potencias, desestabilizando la economía de los países periféricos a lo largo de la última mitad del siglo pasado hasta el punto de justificar o no cuestionar la guerra entre países.
Es un derecho soberano de cada país establecer medidas proteccionistas para enfrentar una crisis, y los países industrializados son terminantes en cuanto de sus intereses se trata. La presión ejercida por las corporaciones sobre los gobiernos implica tomar urgentes decisiones que debiliten los efectos devastadores que puedan incidir sobre la sociedad y su economía. Las medidas que el gobierno de cada país disponga tendrán consecuencias inmediatas en terceros países.
Desde principios del mes pasado, diversos gobiernos han implementado decenas de medidas proteccionistas, una catarata de medidas anti-importaciones, presiones y represalias está recorriendo la red de comercio global.
Algunas de las recientes medidas y a modo de ejemplo son:
– EEUU obligaría a quienes reciban fondos del plan de estímulo diseñado por ellos a utilizar productos de su país.
– Europa restringe las importaciones de cosechadoras rusas.
– India elevó los aranceles sobre el acero.
– 9 de enero: Rusia aumentó los aranceles de importación sobre las cosechadoras estadounidenses.
– 12 de enero: Rusia elevó los aranceles a autos importados en entre 5 y 10 por ciento provenientes de EEUU.
– 13 de enero: EEUU informó que planea imponer aranceles al agua italiana y el queso francés en represalia por la restricción de importaciones de la UE al pollo y la carne de res de EE.UÑU.
– 15 de enero: la UE decidió otorgar reembolsos de exportación a la industria lechera. Este subsidio perjudica las ventas de Nueva Zelanda.
– 23 de enero: La OMC, anunció que en general los gobiernos tenían la presión proteccionista bajo control.
– Última semana de enero: la UE añadió aranceles antidumping a la importación de tornillos y tuercas de China.
– 4 de febrero: La cláusula «Compre estadounidense», pide que en proyectos de obras públicas sólo se utilicen hierro, acero y bienes manufacturados en el país, algo que despertó fuertes críticas en Canadá y la Unión Europea.
– Rusia no es miembro de la OMC e impuso un peaje especial a camiones de la UE Suiza y Turkmenistán.
– En respuesta a Moscú, la UE cuestionará los U$S 500 millones que pagan las aerolíneas europeas por año a la aerolínea rusa OAO Aeroflot por sobrevolar Siberia.
– Primera semana de febrero: La OMC dice que las medidas proteccionistas están llegando tan rápido que están recurriendo a informes de prensa para mantenerse al día con los cambios que los gobiernos tardan en comunicar.
– La UE planea decidir para marzo si impondrá aranceles sobre el biodiésel de EE.UU., como represalia por el subsidio de US$ 300 por tonelada que EE.UU. otorga a los exportadores de EE.UU. (equivalente al 50 % del precio de venta en Europa)
Las medidas que rápidamente están implementándose en el mundo desarrollado acarrean consecuencias no deseadas en otros estados que van minando la confianza y las buenas relaciones entre países. Presiones y represalias no son más que los condimentos del caldo de cultivo que está en marcha.
Que uno de los presidentes de los cinco países más poderosos del mundo (ayer Sarkozy consideró que la crisis económica es «la peor en un siglo»), «reconozca públicamente» la gravedad de la crisis resulta ocioso, lo sabemos desde el mismo momento en que la usura, en la década de los setenta, desarrolló esta operatoria cuando incrementó la tasa de interés variable y determinó para amplios sectores y países periféricos créditos impagables.
Las distintas reuniones que han mantenido el G-7 como el G-20 han informado en ocasión de reunirse, a fines del año pasado, que la crisis puede controlarse con solamente socorrer al sistema financiero global, pero parece ser que las transferencias no han llegado a tiempo y las que sí lo hicieron no han sido efectivas.
¿Qué nos deparan las potencias globales al reconocer que esta crisis es peor que la del año 1929?
Días antes de dejar el gobierno, George Bush en una entrevista televisiva dijo: «El peligro al que se enfrenta el gobierno de Obama es un posible ataque al territorio estadounidense»…al buen entendedor, pocas palabras.