Pero Cardoso cargó contra el presidente brasileño del que dijo que hace un año que no gobierna ni tiene agenda. Sostuvo que más le preocupa el futuro del PT, que podría ser relevado por variantes populistas. Por momentos como actor político y otros como sociólogo, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso conversó con Clarín sobre […]
-Usted ha dicho que Lula no controla el gobierno ni el país. Se puede pensar que Brasil está inmerso en el caos, pero no es lo que se observa.
-La sociedad brasileña está organizada: no existe crisis social ni presión social descontrolada; y la economía continúa funcionando. Las exportaciones van bien; hay problemas de tasa de interés (alta) y de ritmo de crecimiento; pero no existe un factor de desarticulación o de caos. Le diría que la crisis se delimita a la política institucional. Es decir, hay problemas dentro del gobierno, y en su relación con el Congreso y con el país. El gobierno ya hace tiempo que no gobierna, no tiene agenda, no innova, no propone nada.
– Es demoledor lo suyo. Sabe que a Lula le queda más de un año aún en el poder…
-Lula hace un año que ya no gobierna. Por lo tanto, nada le impide continuar otro año y medio en el Planalto. Con la crisis de Waldomiro Diniz (ex asesor del ex ministro José Dirceu, que cayó en 2004 por denuncias de corrupción) el gobierno de Lula tuvo el primer traspié moral. Después se recuperó; pero a principios de este año, hubo síntomas de haber perdido control de las fuerzas políticas. Fue cuando eligieron presidente de la Cámara de Diputados a un legislador (Severino Cavalcanti) que no era el propuesto por el gobierno.
-El presidente acaba de decir que no renunciará ni dejará que lo echen.
-Espero que Lula no renuncie: eso sería pésimo para todos. En la oposición preocupa que se llegue a una situación sin retorno: mi partido, el Socialdemócrata, jamás habló de impeachment (juicio político) porque sabemos el costo que puede tener un proceso de esa naturaleza. Lo más probable es que el gobierno llegue hasta su final, pero llegará mal porque hay pérdida de confianza. Esta era una crisis que empezó en el PT y ahora llega al gobierno. Pero lo más grave no es el presidente, porque éste se cambia con elecciones. Lo grave es qué va a pasar con el PT, que forma parte del sistema político de Brasil. Aún es temprano para evaluar si este partido continuará en el futuro como un articulador de sectores importantes de la sociedad o si ya perdió esa capacidad. Esto me preocupa más que el año y medio que le resta al gobierno. Un año pasa rápido.
-¿Por qué le preocupa que el PT pueda desaparecer?
-Porque nuestro sistema de organización del poder está basado en dos posibilidades: PT y PSDB. Alrededor de esos dos partidos se nuclean las otras fuerzas y es eso lo que permite la alternancia. Si el PT pierde esa capacidad como polo de la alternancia, no hay partidos que puedan llenar su espacio. Puede abrirse entonces un camino populista en función de eso y de la pobreza, o porque no hay condiciones para satisfacer a todo el mundo.
-¿Ve al PT bueno para la democracia brasileña?
-Siempre creí eso. Pero no este PT de ahora. Nunca me gustó que el PT descalificara sistemáticamente a la socialdemocracia. Nos acusaron de todo, que éramos de derecha, que éramos neoliberales, conniventes con la corrupción. Todo eso lo hicieron para llegar al poder. Pero creo que la existencia del PT significó un contrapunto importante para nuestro partido.
-¿Nunca pensó en una alianza entre los dos partidos?
-Lo pensé, pero el PT nunca aceptó. Fue el PT que definió al Partido Socialdemócrata como adversario. Nos excluyó de alianzas por razones políticas, porque querían el monopolio del poder.
-Intelectuales como Chico Buarque, dicen que no les gusta la «alegría rabiosa» de los opositores a Lula
-A mí tampoco me gusta. Puede ser que haya algún sector que le guste.
-Los ’90 dejaron a Brasil, Argentina y en general América Latina, con peor distribución de la renta y más pobreza…
-Eso no es cierto en Brasil. El último informe del Banco Mundial muestra que en los 90, Brasil disminuyó la desigualdad. Las políticas en esa década variaron mucho de país a país: en Brasil, la privatización no abarcó todos los sectores y no hubo destrucción del sector productivo.
-¿Pero en casos como los de Ecuador o Bolivia?
-El problema de la América andina son los grandes bloques de población indígena sin integración social y nacional. No es el caso de Argentina, ni de Brasil ni de Chile, donde la situación política está más vinculada con la economía. En nuestros casos hay libertad, democracia y movilización de la sociedad, aunque también hay insatisfacción. Lo que es cierto es que en conjunto el sistema político latinoamericano es muy complicado, con mecanismos de representación frágiles: basta ver la crisis en Brasil, o las de la Argentina en varios momentos. Las dirigencias políticas tradicionales no se renuevan porque el sistema electoral mantiene el clientelismo, el regionalismo.
-Paraguay autorizó tropas de EE.UU. en su territorio. ¿Qué efectos puede tener?
-Lo veo con cierta preocupación. No tiene sentido una presencia norteamericana en Paraguay. La única alegación posible es la famosa historia de la Triple Frontera, de la que mucho se habla y nada se sabe, nada se prueba.
-¿Hugo Chávez es una amenaza como insiste EE.UU.?
-No veo que Chávez sea una amenaza. Chávez tiene una visión que él define como «bolivariana». Pero ¿qué significa eso?
En nuestro caso, en Brasil, los movimientos no precisan de apoyo de nadie para funcionar. El Movimiento Sin Tierra que es el más activo dispone de financiamiento interno, hasta del propio gobierno a través de convenios. El presidente Chávez por otro lado está haciendo una política de fuerte transferencia de recursos. Otros países no lo pueden hacer porque no tienen petróleo. Entonces, no existe un modelo venezolano exportable al resto.