Aunque el presidente estadounidense George Bush y su secretario del Tesoro, John Snow han declarado en reiteradas ocasiones que desean un dólar fuerte, la realidad es que en la práctica hacen todo lo contrario y el billete verde se deprecia con el objetivo final de poder disminuir el incontrolable déficit comercial. Esta contradicción aparente tiene […]
Aunque el presidente estadounidense George Bush y su secretario del Tesoro, John Snow han declarado en reiteradas ocasiones que desean un dólar fuerte, la realidad es que en la práctica hacen todo lo contrario y el billete verde se deprecia con el objetivo final de poder disminuir el incontrolable déficit comercial.
Esta contradicción aparente tiene que ver con que la mayoría de la opinión pública, tanto nacional como internacional, estima desacertadamente que una divisa fuerte significa un mayor poder económico y ventajas financieras.
En realidad, un dólar depreciado abarata las exportaciones que Washington realiza al mundo entero y de esa forma puede disminuir su incomodo e indeseable déficit comercial.
Muchos funcionarios consideran que la única opción que queda para bajar esos índices en Estados Unidos, y tratar de mantener la recuperación económica mundial, es por medio de un dólar débil.
Desmintiendo las declaraciones de la Casa Blanca, el presidente de la Reserva Federal (FED) de Dallas, afirmó recientemente que «con el transcurso del tiempo, hay una sola dirección para el dólar, hacia la baja», mientras su homóloga de San Francisco, Janet Yellen, declaró que «el valor del dólar sigue estando relativamente alto pese al enorme déficit comercial.»
El euro, que ya llegó a cotizarse hasta 1,36, progresa porque el dólar cae frente a las principales divisas, y porque los déficit estadounidenses tanto fiscales como de cuentas corrientes alcanzan niveles récord.
Diversas son las razones por los que en los últimos meses el dólar se ha devaluado vertiginosamente frente al euro. Si a economistas y expertos se les preguntara cuál es el motivo, darían más de 15 respuestas, pero todos estarían de acuerdo en que no se debe a un mejor desempeño de la economía en la zona euro.
Amparado por los diferentes factores, el euro ha subido vertiginosamente (cuando comenzó en el 2000 estaba solo a 0,82 centavos por dólar), y amenaza con mantenerse en la punta por un largo tiempo.
Estados Unidos ha resuelto el problema hasta el momento, porque los países asiáticos y los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) han comprado su deuda invirtiendo en bonos del Tesoro.
Esas naciones venden a Washington grandes cantidades de productos y su ventaja radica, no en la calidad, sino en sus bajos precios. Por tanto les conviene que el dólar no baje mucho pues entonces sus monedas se apreciarían y los precios que ofrecerían ya no serían competitivos.
Para que se tenga una idea de hasta dónde es el endeudamiento del Tesoro norteamericano, baste decir que los países de la OPEP tienen 1 500 000 millones de dólares en bonos; Japón, 817 000 millones; China, 600 000 millones;
Taiwán, 235 000 millones y Corea del Sur, 193 000 millones.
Últimamente, por la continua baja del billete verde y conocerse que su causa es el imparable déficit estadounidense que al parecer no va a disminuir en un futuro próximo, esos países están cambiando parte de sus reservas de dólares en euros, las naciones petroleras la llevan a libras esterlinas y otros a francos suizos.
Eso motiva que los mercados se llenen de operaciones de ventas de dólares y por tanto baja su precio mientras suben las otras monedas.
Esta situación se acrecienta cuando los mercados de divisas evalúan negativamente la guerra estadounidense contra Iraq.
Pero en economía como en política los males vienen juntos, al conflicto bélico se le une la poca atracción de las inversiones en dólares al bajar desde el 2001 la Reserva Federal estadounidense los tipos de interés a solo 1 %, que han vuelto a subir ahora hasta 2,25.
Los analistas coinciden en que será imposible seguir financiando el enorme déficit por cuenta corriente en Estados Unidos, que este año absorbió diariamente un flujo de capital extranjero de más de 1,000 millones de dólares diarios y que presiona fuertemente sobre el dólar.
Bajo esas condiciones, los mercados podrían decidir que la deuda y los déficit de Washington son demasiado pesados, y reducir sus inversiones en dólares lo que ayudaría a provocar la debacle de esa moneda.
La preocupación es tan grande que el ministro de Finanzas de Francia, Herve Gaymard, expresó el pasado mes de diciembre que el mundo se enfrenta a una «catástrofe económica» a menos que Estados Unidos, Asia y Europa logren algunos acuerdos para controlar las divisas, que no ha parado de caer.
Algunos países de Asia y Europa ya han hecho llamados para que Estados Unidos fortalezca su moneda, pues señalan que la elevada cotización del euro está comenzando a afectar las economías de los países exportadores.
Del 2001 hasta mediados del 2004, la Reserva Federal (FED) llegó a bajar hasta 1 % la tasa de interés básico, medida solo tomadas en épocas de guerra o de depresión, a las que se unieron estímulos de la economía con récord de déficit presupuestario y emisión de títulos del gobierno para financiarlos. De esto se derivó que el mundo se llenara de dólares baratos.
Al volver a corregir esa política con el incremento de las tasas de interés progresiva que ya se elevaron a 2.25 %, algunos analistas temen que pueda producirse otra gran depresión mundial. Se estima que deudas que ahora parecen razonables, se volverán impagables con los aumentos y vendrán las consecuentes bancarrotas.
En Estados Unidos muchas familias aprovecharon las bajas tasas para adquirir variados bienes y las compras de casas crecieron en forma inverosímil y con ellas las enormes deudas de los consumidores. Esto dio vida a la economía norteamericana cuya dos terceras partes de su PIB es por medio del consumo.
De 1997 a la fecha, los hogares estadounidense hipotecados crecieron un 94 %, y alcanzaron la cifra de 7,5 billones de dólares lo que es igual a una deuda de casi 120 000 dólares por cada familia de cuatro personas.
Otro gravísimo problema es el déficit presupuestario que el Economist Intellignet Unit situó para el 2004 en la cifra récord de 580 000 millones de dólares y para el 2005 más de 600 000, o sea, cerca del 6 % del PIB.
Los analistas auguran que las prestaciones sociales sufrirán un profundo recorte en Estados Unidos que ya cuenta a su haber con 36 millones de pobres, algo inconcebible si se toma en cuenta que esa es la nación económica más poderosa del mundo con un Producto Interno Bruto valuado en 11 400 billones de dólares.
Con estas comprometedoras realidades valdría la pena empezar a preguntarse. ¿se estará aproximando el colapso económico de Estados Unidos?. Aun su economía es poderosa pero estos deslices con peligrosos.