Salvo un milagro, no se espera mucho de la cumbre del G-20, cuando el mismo anfitrión ignora en forma increíble su significado (ver Bajo la Lupa, 12/11/08), y Gran Bretaña ha puesto sus límites a las tan solicitadas «regulación» y «reformas» al caduco sistema financiero internacional que domina la dupla anglosajona y, por extensión, el […]
Salvo un milagro, no se espera mucho de la cumbre del G-20, cuando el mismo anfitrión ignora en forma increíble su significado (ver Bajo la Lupa, 12/11/08), y Gran Bretaña ha puesto sus límites a las tan solicitadas «regulación» y «reformas» al caduco sistema financiero internacional que domina la dupla anglosajona y, por extensión, el G-7.
Pareciera que el régimen torturador bushiano y el premier británico Gordon Brown buscan que el mundo refinancie su casino financiero totalmente quebrado.
Mientras Baby Bush se afianza en su catatonia, Brown está dispuesto a ceder una minoría de los activos bursátiles de su insolvente banca a las petromonarquías árabes (fortalecidas con sus «fondos soberanos de riqueza»), en espera de mejores tiempos para expulsarlas «soberanamente» a patadas, pero nunca concederá el control total de sus empresas ni, mucho menos, aceptará una reforma regulatoria a su «contabilidad invisible» en sus «paraísos fiscales» (Hernsey, Guernsey y Isle of Man) donde se practica generosamente el blanqueo. Sería como pronunciar la muerte oficial de Gran Bretaña, que preferirá mejor empujar a Estados Unidos e Israel a una tercera guerra mundial.
Por desgracia, son los vencedores de las guerras desde hace siglos (Holanda, Gran Bretaña y Estados Unidos) quienes han impuesto el «nuevo orden financiero» que más conviene a sus intereses corporativos, según ilustra el libro Caos y orden en el sistema-mundo moderno, de nuestro amigo Giovanni Arrighi.
Estados Unidos y Gran Bretaña desean aplicar la modalidad inversa del «síndrome Sansón», algo así como: «si no quieren caerse con nosotros, entonces, sálvennos con sus reservas de divisas».
Las reformas de Bretton Woods de 1944 fueron impuestas por Estados Unidos y Gran Bretaña en vísperas de concluir la Segunda Guerra Mundial. En estos momentos, esos dos países e Israel han perdido algunas guerras (Irak, Afganistán y Líbano), que han acelerado su decadencia, pero aún no sufren una derrota definitiva que los obligue a adoptar sin chistar las condiciones de Europa continental y del BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
Sería muy ingenuo esperar un acto de generosidad humanista de parte de Estados Unidos y Gran Bretaña para aceptar un «nuevo Bretton Woods» que afecte sus intereses.
Rusia, que Estados Unidos y Gran Bretaña desean aislar (como también a Francia), tampoco aceptará la edulcoración de la anglósfera liderada por la City y Wall Street con el fin de preservar su hegemonía financiera global.
Ante la Asamblea Federal de la Federación Rusa, Dimitri Medvediev expresó que su país sobrevivirá al tsunami financiero estadounidense (Ria Novosti, 5/11/08). Cabe señalar que Rusia ha sido presa de una genuina «guerra financiera» desde la City, que ha desestabilizado sus finanzas, poniendo en jaque a su bolsa y al rublo. Baste leer la prensa británica para percatarse de la feroz campaña en contra de las vulnerables finanzas de Moscú, pese a sus sólidos parámetros económicos.
Dimitri Medvediev señaló que la determinación de supervivencia de Rusia, que no hay que olvidar es la única competidora nuclear de Estados Unidos, pasa por la abolición del sistema financiero global, hoy totalmente fracasado, pero que la dupla anglosajona desea imponer al mundo entero para su beneficio unilateral. mencionó que su país había preparado sus propuestas para la Cumbre del G-20.Vamos a ver qué tanto les hace caso Baby Bush.
En forma interesante, correlacionó la crisis financiera global con el ataque de Georgia a Osetia del Sur, apuntalado por Estados Unidos y Gran Bretaña, los cuales catalogó como los dos grandes eventos de 2008.
Explicó que posteriormente a la «barbárica agresión» a Osetia del Sur, la OTAN movilizó sus navíos al Mar Negro, mientras Estados Unidos intensificó su despliegue misilístico antibalístico (ABM, por sus siglas en inglés) en Europa del Este, lo que ha desestabilizado los fundamentos del orden global.
Más allá de las contramedidas tomadas para contrarrestar el cerco anglosajón, Dimitri Medvediev instó a una reforma radical del sistema político y económico internacional, y comentó que Rusia estaba dispuesta a trabajar en común con Estados Unidos, la Unión Europea, los otros tres países del BRIC, así como otros países, para conseguir tal objetivo.
Se pronunció por la configuración de una «nueva arquitectura financiera mundial» con «nuevas reglas» y por la necesidad de «prevenir la emergencia de crisis y minimizar su efecto». Exhortó al desarrollo de «nuevos sistemas de evaluación de riesgos que tomen en cuenta las relaciones de las instituciones financieras con la economía real» y propuso a Rusia como un «nuevo centro de liderazgo financiero mundial» que cotice los hidrocarburos rusos en rublos.
Por su parte, He Yafei, viceministro de Relaciones Exteriores de China, adelantó los tres tópicos de deliberación del G-20: 1) la evaluación de las medidas tomadas ante el tsunami financiero estadunidense; 2) la discusión de las causas del estallido de la crisis, y 3) la «exploración» de los parámetros regulatorios y las reformas sistémicas.
No había necesidad de que se reuniera el G-20 para «evaluar» que las medidas tomadas hasta ahora han sido precarias y únicamente han servido para rescatar a la plutocracia bancaria del G-7 (extensivo a sus caricaturas tropicales como el «México neoliberal», donde Calderón se ha preocupado más por salvar a la parasitaria Cemex, de la que es publicista Enrique Krauze Kleinbort, que a las empresas y ciudadanos comunes).
Sería más que bizantino discutir las «causas» del estallido de la crisis cuando es ampliamente conocido el culpable: la desregulada globalización financiera (con sus letales «derivados financieros», su «contabilidad invisible» y sus «paraísos fiscales»), que impuso la dupla anglosajona a los subyugados del mundo.
En cuanto a la «exploración» (¡súper-sic!) de las reformas y su regulación resulta más que estéril cuando Estados Unidos (en la fase crepuscular de Baby Bush y en espera del ascenso de Obama) y Gran Bretaña se aferran a un modelo que los ha beneficiado sustancialmente y que pretenden conservar con el mínimo de daños y al menor costo posible.
Hasta The Wall Street Journal (7/11/08) confiesa que las ventas masivas de hedge funds («fondos de coberturas de riesgos») por miles de millones de dólares, para devolver su dinero a los inversionistas en pleno pánico, como consecuencia de las grandes pérdidas en sus apuestas lúdicas, constituyeron el mayor factor en el desplome de las bolsas en el mundo.
Según The Financial Times (11/11/08), cuando las recetas monetaristas se han agotado, el G-20 se encamina a un «estímulo fiscal coordinado» mediante reducción de impuestos e incremento al gasto público, medidas necesarias pero insuficientes desde el punto de vista estructural, ya que no abordan siquiera la perniciosa «hegemonía del dólar» ni el modelo mismo del neoliberalismo global que resultó tan letal.