Recomiendo:
0

¿Están contados los días del euro?

Fuentes: Le Monde

Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Parece que la perennidad del euro vuelve a ser cuestionada por el reciente rechazo de los suecos y la iniciativa de los británicos de aplazar una vez más el referéndum previsto sobre la adhesión. La zona euro atraviesa un periodo difícil desde que se lanzó la moneda única -crecimiento débil, aumento creciente del paro -aun cuando el crecimiento presupuestario de las dos principales economías de la zona supera el techo del 3% del PIB fijado por el pacto de estabilidad.

Es impactante el contraste con las economías de los denominados países «euro-escépticos» -Reino Unido, Suecia y Dinamarca- que comparten unas tasas de paro mucho más pequeñas, tasas de crecimiento más elevadas y déficit presupuestarios muy limitados (cuando no conocen un superávit presupuestario).

Conclusión: a día de hoy la moneda única no ha frenado demasiado el malestar económico europeo y uno no puede dejar de preguntarse sobre la eventual responsabilidad que ella tiene en las actuales dificultades económicas de la zona euro.

El lanzamiento del euro en 1999 descansaba sobre una decisión política y no en la teoría económica de la Zona Monetaria Óptima (ZMO). Un grupo de países o de regiones puede constituir una ZMO cuando sus economías están fuertemente imbricadas tanto en el plano del intercambio de bienes y de servicios como a nivel de la movilidad de los factores de producción. Estados Unidos es el ejemplo más logrado de una ZMO.

¿Es la Unión Europea una ZMO? Los intercambios en su seno representan en torno al 15% del PIB de la zona, lo cual es muy débil en comparación con Estados Unidos. Igualmente, la movilidad del trabajo en Europa está muy limitada en relación a Estados Unidos (sin hacer referencia al hecho de que incluso dentro de los Estados sigue siendo muy débil).

Ignorando estas cuestiones esenciales, el euro ha creado una política monetaria única administrada por el Banco Central Europeo, que priva a cada país de dos (de sus tres) herramientas de política económica: una política monetaria independiente y la flexibilidad de las tasas de cambio. La tercera herramienta, la política presupuestaria, le es obligada por el pacto de estabilidad.

Debido a las diferencias entre los países de la Unión Europea, la disminución de la autonomía de sus políticas es una cuestión grave, especialmente si uno de estos países sufre un problema particular que no afecte a resto de la zona. Si se tratara efectivamente una ZMO, la economía del país que pasara por dificultades se ajustaría vía:

1) la movilidad de su mano de obra,

2)la flexibilidad de los salarios y de los precios y/o

3) una transferencia presupuestaria desde Bruselas.

Cuando se creó el euro no se cumplía ninguna de estas condiciones y no parece que se haya emprendido ninguna reforma estructural para aproximar la zona del euro a una ZMO.

La tercera condición -la más simple de cumplir- hace necesaria cierta dosis de federalismo fiscal que sigue siendo un objetivo muy lejano. De hecho, la UE -que sólo dispone de recursos limitados (aproximadamente 1,27% del PIB de la UN)- no puede efectuar transferencias presupuestarias para amortizar los problemas nacionales. Lo esencial de la política presupuestaria sigue estando en manos de los gobiernos nacionales: Bruselas representa menos del 3% de los gastos públicos de la Unión. Esto supone un gran contraste con la situación estadounidense, donde el 60% de los gastos públicos se realizan a nivel federal y donde la movilidad del trabajo y la flexibilidad de salarios son muy superiores a las de Europa.

El calendario electoral no sincronizado de la UE aumenta todavía más las dificultades, ya que cada país celebra sus elecciones (presidenciales, legislativas y municipales) independientemente. Estas diferencias en el calendario electoral exacerban el asincronismo de los ciclos económicos nacionales en el interior de la zona euro en la medida en que generalmente las elecciones van acompañadas de una política presupuestaria expansionista.

Por desgracia la combinación de una política monetaria centralizada y una política presupuestaria descentralizada desemboca en diferenciales de inflación entre los países de la UE que llevan a disparidades entre los Estados miembro del poder adquisitivo del euro.

En el marco de un sistema de cambio «nacional» este efecto se corregiría fácilmente vía la política monetaria y una apreciación o una depreciación «competitiva» de la moneda. Esto no es posible hoy en día ya que la moneda única paraliza la herramienta de las tasas de cambio al tiempo que anula la independencia de la política monetaria. Debido a esta incapacidad de aportar una respuesta flexible a la inflación, el poder adquisitivo del euro en varios países se erosiona en relación a la media de la zona y en relación a Alemania. Sobre la base de las tasas de inflación en Grecia y Alemania entre enero de 1999 y junio de 2003, el euro en Grecia se ha sobrevalorado aproximadamente el 25 % en relación al euro en Alemania. Sobre la base de las proyecciones de inflación para las economías de la zona, en 2006, el euro se sobrevalorará un 25% en al menos tres países y un 50% en un país.

No es necesario recordar la triste odisea del peso argentino, vinculado por una paridad fija con el dólar durante los noventa: esta opción política creó de hecho una unión monetaria con EEUU. Al actuar así Argentina, renunció a la independencia de su política monetaria en beneficio de EEUU y abandonó su política de cambio, sin obtener en compensación transferencias presupuestarias y sin poder poner en juego la movilidad laboral. El peso se sobrevaloró claramente (en torno al 30% en términos de paridad de poder adquisitivo en relación al dólar), mientras que la economía argentina ralentizaba y con ello arrastraba un paro masivo y, finalmente, el desmoronamiento de la paridad peso/dólar y el hundimiento de la tasa de cambio.

Este es, por supuesto, un caso extremo de unión monetaria (los intercambios argentinos con EEUU son débiles en comparación con el volumen de comercio intracomunitario), pero sigue siendo impresionante la comparación con zona euro.

Con todo, ¿deben aceptar países como España, Grecia y Finlandia (cuyas tasas de paro superan el 10%) el convertirse en no-competitivos debido a la sobrevaloración de «su euro», lo que llevará a un aumento del paro?¿No será demasiado fuerte la tentación de secesión?

En última instancia, todo dependerá de la mejora de la coyuntura económica europea en los próximos años. Un escenario optimista de vuelta al crecimiento suprimirá temporalmente la dudas respecto al euro. Y si los gobiernos aprovechan esta coyuntura favorable para poner en marcha las reformas necesarias del mercado laboral, aumentando al mismo tiempo el poder presupuestario de Bruselas, entonces el euro sobrevivirá.

Por el contrario, un recesión que no vaya acompañada de una tasa de paro estructural de 11 a 13% ejercería una presión insoportable en los países de la zona euro. Los políticos se verán abocados a la decisión de facilidad: les resultará difícil resistir a la tentación de una vuelta independiente a la tasa cambio flotante. La ampliación en bloque de la UE a diez nuevos países de la Europa del Este no hará más que debilitar un motor de arrastre que ya es muy débil. Por muy traumático que sea restaurar alguna monedas nacionales -no todas necesariamente-, algunos países, en especial los más pequeños podrían decidir abandonar el euro.

Anthony Gribe es banquero de negocios (Natexis Finance) y Laurent Jacque es profesor de finanzas internacionales en la Fletcher School of Law&Diplomacy (Boston) y en el grupo HEC.