Un estudio de la agencia internacional Oxfam revela que EEUU y la Unión Europea (UE) pagan subsidios agrícolas ilegales por US$ 9,300 millones y US$ 4,500 millones respectivamente anuales, lo que dan un total de US$ 13 mil millones. Organización advierte que países en desarrollo pueden demandarlos y ganar.
Oxfam afirma que la UE y EEUU deben dejar de bloquear un acuerdo de desarrollo antes de la reunión ministerial de la OMC, si no enfrentarían varios litigios ya que los 38 países en desarrollo que resultarían afectados podrían presentar y ganar múltiples demandas.
Según Phil Bloomer, coordinador de la campaña «Comercio con Justicia» de Oxfam, «los casos sobre los subsidios al azúcar y al algodón, que la UE y EEUU, respectivamente, perdieron en la OMC, son solo la punta del iceberg».
El estudio encontró que en los últimos cinco años, EEUU ha pagado US$ 25 mil millones de subsidios. Sin éstos, sólo en el 2004, la producción de EEUU habría caído en 15%, sus exportaciones hubieran desaparecido y los precios mundiales habrían subido en un 7%.
Los agricultores de países que sufren directamente el dumping del maíz estadounidense, como Ecuador, Honduras, Perú y Venezuela, podrían haber ganado hasta US$ 4 mil millones adicionales.
EEUU también ha otorgado subsidios por US$ 1,200 millones al año a sus productores de arroz, que representa el 99% del valor total de la producción estadounidense.
Comprando apoyos con promesas
En el Congreso Cafetero Álvaro Uribe Vélez le propuso a la Federación Nacional de Cafeteros que le ayudaran a promover el TLC ante la opinión pública y que él se comprometía a presentar un proyecto de ley para apoyar a los sectores agropecuarios que salgan afectados con la firma del Tratado. Entre esos sectores podrían estar el algodón, el maíz y el trigo. Dichas ayudas (no subsidios) no serían necesariamente monetarias, como lo aclaró el presidente de la SAC, Rafael Mejía. Los recursos necesarios para esos programas saldrían de nuevos impuestos según el ministro de agricultura, Andrés Felipe Arias.
La cínica propuesta se hace cuando al país han ingresado 20.359 toneladas de café, principalmente vietnamita, de muy mala calidad y que las tostadoras están mezclando con el grano nacional, engañando descaradamente al consumidor al hacerle creer que está comprando café cien por ciento colombiano. Además el café importado puede constituirse en un peligro fitosanitario debido a los bajos controles ejercidos sobre enfermedades y plagas del desventajoso grano extranjero. Mientras el Ministro de Agricultura propone nuevos impuestos, el de hacienda anda promoviendo el alivio fiscal para los grandes capitales. Como el TLC traerá en la práctica la desaparición de los cultivos que Uribe ofrece proteger, entonces esos dineros terminarán favoreciendo a la pequeña oligarquía agropecuaria que hasta ahora ha sido consentida por el Gobierno, como la que está en el negocio del novedoso alcohol carburante.
La apertura económica de los últimos años dobló las importaciones de trigo desde 1991 y aún así el ministro de comercio exterior, Jorge Humberto Botero, tiene el cinismo de decir que la quiebra de este sector no obedece a una política imperialista, sino que se debe a que no somos competitivos pues el trigo no es un cultivo de los países tropicales. Olvida Botero que las poderosas fuerzas geológicas de la Tierra han labrado un país donde existe el clima que permite la existencia de trigales.
El uribismo recurre a cuanta treta sea necesaria, así caiga en la más vulgar ignorancia, para justificar la entrega de todo nuestro patrimonio a la voracidad del decadente imperio norteamericano.
OMC y TLC
El próximo 13 de diciembre se iniciará en Hong Kong la conferencia ministerial de la OMC que buscará imponer los criterios de las multinacionales a todo el mundo y donde el pulso entre Estados Unidos y la Unión Europea por el tema agrícola, hace prever un final poco feliz. Nuevamente se escuchará la vieja letanía de hacer más apertura económica en los países en desarrollo para alcanzar un mayor progreso. Sin embargo, el propio Banco Mundial ha estimado que la liberalización completa del comercio apenas «produciría una ganancia neta al mundo en desarrollo de medio punto porcentual de sus ingresos» como lo aclara el economista norteamericano Dani Rodrik, y algo semejante pasaría con la liberalización de la agricultura donde el efecto global en los países pobres «sería relativamente pequeño». Ante el probable escenario de un fracaso en la milenaria ciudad china, Estados Unidos intensificaría la política de lograr acuerdos comerciales bilaterales «con los cuales podría imponer prioridades de política cada vez más inadecuadas a las naciones pequeñas». En estas condiciones de la política mundial es demagógico decir que el gobierno de Álvaro Uribe logrará la firma de un «buen TLC», donde el agro y la industria salgan beneficiados.
La realidad de las exigencias norteamericanas ha hecho que muchas personalidades como Javier Fernández reconozcan que ese Tratado no proporcionará a Colombia «grandes ventajas» y que sus beneficios «no son excesivos». Por eso es sensata la percepción del senador Jorge Robledo de que «el país no pierde nada si no hay TLC». Pero Uribe Vélez sigue insistiendo en lograr un acuerdo, que seguramente lo hará amarrado a sus intereses reeleccionistas. Con razón ha apuntado de manera acertada Eduardo Sarmiento Palacio que «el desenlace del TLC está adquiriendo visos dramáticos», pues el Gobierno ha ignorado paladinamente «los destrozos de la apertura» que hasta ahora ha llevado al pueblo colombiano a padecer una disminución progresiva de su salario, mayores índices de pobreza y a ver ampliarse la pavorosa brecha de desigualdad social.