Cuando se cumplen 15 años (el próximo 1 de enero de 2017) de la puesta en marcha del euro como moneda europea en circulación efectiva (tres años después de su entrada en vigor como unidad monetaria común), pocas celebraciones y festejos se han anunciado en la Eurozona para hacer un balance positivo del proyecto de […]
Cuando se cumplen 15 años (el próximo 1 de enero de 2017) de la puesta en marcha del euro como moneda europea en circulación efectiva (tres años después de su entrada en vigor como unidad monetaria común), pocas celebraciones y festejos se han anunciado en la Eurozona para hacer un balance positivo del proyecto de unidad monetaria y económica más ambicioso que conoce la historia. El paso dado por los fundadores de la moneda única, once en un principio, doce poco después tras la admisión a regañadientes de Grecia, se ha plasmado incluso en una unión monetaria con un banco central único y una política monetaria común que implicaron la cesión de una parte muy sensible de la soberanía de cada uno de los Estados miembros, cuya trascendencia económica sigue siendo objeto de valoraciones muy diferenciadas, con claroscuros que impiden de momento obtener un balance positivo unánime, es decir, para todos los integrantes del proyecto.
En esta etapa de aniversarios imposibles, la victoria de los partidarios de abandonar la alianza, plasmada en el Brexit, ha sido el primer paso de una etapa de desencanto cuya duración aparece incierta. Lo que parece claro es que la dimensión de la crisis del euro y de la misma unidad europea podremos constatarla a lo largo de los próximos meses, dentro del año 2017, durante el cual tres países van a celebrar elecciones generales (Alemania, Francia y Holanda) y quizás alguno más (Italia) se sume al escrutinio, eso si no hay más puntos de convalidación porque la fortaleza de algunos Gobiernos (caso de España) muestra la fragilidad de los mandatos políticos surgidos de las últimas elecciones.
Por lo tanto, más del 50% del PIB de la Eurozona, por lo menos, tendrá que someterse a lo largo del año en trance de comenzar, apenas dentro de una semana, a un examen de conciencia que se presenta severo y cargado de hipótesis inciertas. No sólo inciertas sino con señales de alarma, ya que el avance de los partidos populistas y de la extrema derecha es bastante real, como ya han puesto de relieve algunas aproximaciones durante estos últimos meses.
Entre el 12 de febrero y finales del mes de abril, los alemanes y los franceses, por este orden, habrán de pasar por las urnas y nada bueno se presagia en estas consultas, de resultados bastante imprevisibles. Alemania y Francia forman el núcleo fundacional de la actual Eurozona y no sólo será deseable que en ambos países se vean arrinconadas las opciones más extremistas sino que sería muy de desear que en ambas naciones el sentido del voto mayoritario de la población mostrase una cierta armonía. Es difícil entender una Unión Monetaria con Francia y Alemania remando en direcciones diferentes. Ya bastantes problemas se está encontrando la unidad europea para que la disensión alcance a los socios principales de la alianza.
La travesía del año 2017 se presenta, por lo tanto, bastante incierta en lo político, al menos en estos primeros meses del año, y el impacto que ello pueda tener en la actividad económica será previsiblemente una fuente de inestabilidad y de volatilidad para los mercados. Los impulsos que llegan desde Estados Unidos posiblemente no van a contribuir a serenar las expectativas políticas en Europa ni a transmitir sensaciones de sosiego y de tolerancia, por lo que el horizonte se presenta cargado de inquietudes políticas y económicas.
Fuente: http://www.republica.com/retablos-financieros/2016/12/26/euro-poco-que-festejar/