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Europa bajo la amenaza de la capitulación agrícola

Fuentes: L’Humanité

Traducido por Caty R.

OMC. La rebaja de los aranceles aduaneros agrícolas, en el centro de las discusiones de Ginebra, amenazan la soberanía alimentaria de los pueblos y el desarrollo sostenible que el mundo necesita.

Pascal Lamy tomó la iniciativa de reunir a los ministros de una treintena de países en Ginebra para buscar un acuerdo sobre la liberalización del comercio internacional. Para Lamy, cerrar antes de finales de este año la ronda de negociaciones iniciada en Doha en 2001, se ha convertido en un fin en sí mismo, con independencia del contenido del acuerdo. Ex comisario europeo encargado del Comercio, el director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) está presionando desde hace meses para lograr sus objetivos, con un estilo poco democrático. Aunque la OMC cuenta con 152 países miembros, sólo media docena de negociadores que representan a EEUU, la Unión Europea, Brasil, Australia, Japón y Canadá están debatiendo desde hace meses el contenido de un texto que finalmente será sometido a la firma de 152 países tras haber sido retocado y validado por un grupo de treinta. Ahora bien, esos seis países que están negociando (incluido el grupo de la Unión Europea) son los que creen que tienen mucho que ganar con una rebaja significativa y simultánea de los aranceles aduaneros sobre los productos alimentarios e industriales y los servicios.

En esta partida de «póquer mentiroso», EEUU pretende ganar en todos los frentes. Los estadounidenses, por medio de varias votaciones recientes del Congreso, mantienen las subvenciones a los agricultores estadounidenses, mientras que exigen una rebaja significativa de los aranceles aduaneros de los países emergentes y pobres para venderles alta tecnología y servicios. Brasil, apoyado por Australia, Argentina y los demás países del «grupo Cairns» quiere inundar todo el mundo con sus exportaciones de carne, soja y etanol derivado de la caña de azúcar. Estos grandes países agrícolas poco poblados en relación con su superficie pretenden, de esta forma, aprovechar sus ventajas comparativas en la agricultura para conseguir más divisas por la vía del negocio agrario. Japón tiene todas las de ganar con una rebaja de los aranceles aduaneros sobre la tecnología punta y los servicios. Pero también quiere proteger a sus productores de arroz en nombre de una legítima soberanía alimentaria que mantiene fuertemente.

Una economía industrial

Dado que todos ellos están representados por el comisario británico Peter Mandelson, adepto a una economía de tipo industrial, los 27 países de la Unión Europea constituyen el eslabón débil en el primer círculo de los negociadores. Aunque las cifras exactas nunca se presentan al conocimiento del gran público, parece que Mandelson, en lo que se refiere a la agricultura, prácticamente ha claudicado con las rebajas de los aranceles aduaneros, que podrían llegar del 70 al 75% sobre varios productos delicados como la carne de vacuno, cerdo y ave. A eso se añade el compromiso de reducir en la misma proporción las ayudas internas que se conocen actualmente como «Derechos de pago único» (DPU). El argumento de Mandelson, los observadores liberales y los responsables políticos que lo apoyan, consiste en decir que un acuerdo que debilita la agricultura europea constituye un buen acuerdo para Europa si sus empresas vendedoras de «airbuses», centrales nucleares, trenes de alta velocidad y servicios bancarios pueden acceder más fácilmente a los mercados de los países emergentes. Lo que falta es que lo demuestren. Sobre todo porque Mandelson todavía no ha conseguido nada sobre el terreno.

Los países menos avanzados perderán

Pero hay algo más grave. Presentar como un «acuerdo equilibrado» el cambio de la soberanía alimentaria y el sacrificio de los agricultores por una mejor salud de los bancos, las compañías aseguradoras y la industria de alta tecnología, demuestra una loca irresponsabilidad. Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos desde el verano de 2007 con el estallido de los precios de los productos alimentarios básicos debido a la escasez de las existencias mundiales debería poner en guardia a los dirigentes políticos. El estallido de los precios de ciertos productos alimentarios básicos permite imaginar qué ocurrirá si un debilitamiento irreversible de la agricultura europea incrementa, todavía más, la dependencia alimentaria de la Unión Europea, que tiene que alimentar a 500 millones de consumidores. Sobre todo teniendo en cuenta que Europa, globalmente, ya es deficitaria en cereales, oleaginosas, proteínas vegetales, carne de vacuno, ovino, frutas y hortalizas y pronto, quizá, en vinos, a pesar de que sigue siendo la cuna de la viticultura mundial.

En ese gran mercadeo mundial los países menos avanzados perderán en todos los frentes si se llega a un acuerdo en Ginebra, víctimas de los países ricos y de los países emergentes. Y su agricultura también, ya que su acceso privilegiado al mercado europeo del que se benefician actualmente, se pondría en entredicho porque la mayoría de sus productos agrícolas perderían frente a la mayor competitividad de países como Brasil, Argentina, Australia y Nueva Zelanda tras un nuevo recorte de los aranceles aduaneros. Pascal Lamy y Peter Mandelson sostienen que la liberalización de los mercados y el crecimiento de los intercambios inducidos por dicha liberalización aportarán algunas décimas de punto de crecimiento a la economía mundial, a falta de abundancia para todos al mejor precio. Y que la liberalización del comercio agrícola permitirá al mercado responder a sus necesidades. Este tipo de pronóstico no vale nada para la agricultura, en la que la producción puede variar de un año a otro por diferentes razones, en primer lugar las climáticas.

La ambigüedad del discurso de Sarkozy

El director general de la OMC, negociador europeo, y el director del FMI esgrimen razonamientos de tecnócratas desconectados de la realidad y pretenden tratar a la agricultura como a la industria o los servicios en el gran bazar mundial. Eso debería hacer reflexionar a nuestros dirigentes políticos. Mientras que Mandelson va a negociar en nombre de Europa, Michel Barnier, el ministro francés de Agricultura, sólo podrá actuar entre bastidores con su colega Anne-Marie Idrac, mientras que el principal dirigente y algunos expertos de la FNSEA (Federación de los sindicatos agrícolas franceses, N. de T.) estarán a su lado. El jueves pasado Peter Mandelson ironizó sobre la presencia de Michel Barnier en las bambalinas de la negociación de Génova, afirmando que le parecía bien que el ministro francés de Agricultura «se encargue del picnic» de los treinta ministros negociadores llegados de diferentes regiones del mundo. Porque, añadió, «Vamos a necesitar medios de subsistencia durante esta larga semana» Una forma, sin duda, de responder a Nicolas Sarkozy, que le acusó recientemente de haber malvendido la agricultura sin contrapartida. Una acusación con fundamento, pero que también demuestra la ambigüedad del discurso que mantiene el presidente de la República. Porque Nicolas Sarkozy sigue hablando de un acuerdo «equilibrado» que implicaría el sacrificio del sector agrícola si otros sectores salen beneficiados. Y ese es, exactamente, el error que no hay que cometer a la vista de la situación alimentaria mundial, más tensa que nunca.

Original en francés: http://www.humanite.fr/L-Europe-sous-la-menace-d-une-capitulation-agricole

Gérard Le Puill es experto en cuestiones comerciales del diario izquierdista francés L’Humanité.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.