Pese a que la Unión Europea sigue atada como con un cordón umbilical a Estados Unidos, también se esta dando cuenta que más temprano que tarde tendrá que mirar hacia otros mercados e independizarse aunque sea un poco de Washington si quiere impulsar su economía.
Europa occidental, que salió muy destruida y debilitada tras la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en una fuerte aliada de Estados Unidos en los años de la guerra fría en su enfrentamiento a la Unión Soviética y a la República Popular de China.
El paso de los años ha traído cambios, como es lógico, y en este mundo con una economía globalizada y en la que China y también Rusia (esta fundamentalmente por su potencial militar y energético) pasan a jugar un papel determinante, se hace necesario equilibrar esas relaciones.
En este 2020 Estados Unidos ha enfrentado grandes desafíos debido a la incoherente política llevada a cabo por el régimen de Donald Trump; el mal manejo para controlar la pandemia de coronavirus que ha contagiado a unos 2 millones de ciudadanos con 110 000 fallecidos; la represión contra los afroamericanos y latinos provocaron profusas manifestaciones antirraciales; así como “sanciones” y guerras comerciales que han debilitado a la economía del gigante del norte que ya venía en declive.
El panorama estadounidense no es nada halagüeño, al sumar la perdida de 40 millones de empleos, incremento de personas que no pueden pagar la alimentación diaria y los alquileres y una crisis económico-social
El Bank of America informó que la economía norteamericana “ha caído en una recesión”, se prevé que “colapse en el segundo trimestre de 2020” y cierre el año con una baja de menos 5,9 % de su Producto Interno Bruto (PIB).
En estas circunstancias, la Unión Europea ha ido comprendiendo la relevancia que tienen países como China, Rusia o Irán en la vertiente político-económica mundial y las pérdidas que le producen el seguir al pie de la letra las presiones provenientes de Washington.
Varios ejemplos son elocuentes. Al romper Estados unidos el acuerdo con Irán, (conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), y firmado también por Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Francia y China) impidió que cualquier nación hiciera negocios con Teherán lo cual afectó el comercio de la Unión Europea con ese país.
Con el bloqueo que mantiene hace 60 años contra Cuba, ha impedido a la Unión expandir los negocios e inversiones en la Isla.
Washington ha arreciado sanciones para obstaculizar la construcción del gasoducto Nord Stream 2 que va desde Rusia hasta Alemania a través del Mar Báltico para facilitar gas barato a los países europeos. La Casa Blanca se arroga el “derecho unilateral” a imponer sanciones, aranceles y otras medidas contra cualquier país y sobre todo a las firmas alemanas, francesas y austriacas que laboran en esa obra para obligar a toda Europa que compre gas estadounidense mucho más caro.
Ahora sus cañones se enfilan también contra China porque se ha dado cuenta que con el auge económico que despliega el gigante asiático, su hegemonía mundial mantenida tras el derrumbe de la Unión Soviética, se ha puesto en peligro.
Recientemente, Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, señaló durante la Conferencia Anual de Embajadores Alemanes que la Unión Europea es cada vez más consciente del peso de Asia, China y Rusia en el tablero político y económico mundial y “su política exterior debe tenerlo en cuenta”.
Significó que la pandemia de coronavirus se ha convertido en la primera gran crisis a la que se ha enfrentado el mundo sin un liderazgo claro por parte de Estados Unidos y añadió que este año Alemania asumirá la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad de la ONU, y se pondrá al frente del Consejo de la UE por lo que la nación germana adoptará el rol de líder en estas difíciles circunstancias.
Para Borrell, la UE, partiendo de Alemania, buscará mantener posiciones fuertes en un mundo incierto y marcado por una China con más potencial, y concluyó: “el desarrollo que está teniendo Beijing confirman los pronósticos de que el siglo XXI será el siglo de Asia”.
Si la Unión Europea persiste en obedecer las directrices ordenadas por el régimen estadounidense podría perder los enormes negocios que se abren a sus países al participar en la Ruta de la Seda impulsada por China, sobre todo en el transporte de mercancías.
Todo esto sucede cuando se vaticina que la economía de los 19 países de la zona euro se contraerá 8,7% este año por el cierre de empresas y negocios debido a la pandemia, aunque se espera que suba un 5 % en 2021.
La directora del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, advirtió que “la velocidad y la escala del repunte son muy inciertas” por lo que se duplicará el programa de apoyo a 1,35 billones de euros, para mantener a flote el flujo de créditos durante la recesión causada por el coronavirus.
En el futuro inmediato deberá quedar claro si que con todos estos inconvenientes económicos, la Unión Europea extenderá su papel de súbdito de Washington o tratará de jugar un rol más independiente en sus relaciones económicas y políticas con el resto del mundo.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.