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Europa y la Crisis de la Deuda: Repitiendo los errores de América Latina

Fuentes: Rebelión

En un entorno caracterizado por altos niveles de liquidez en los mercados de capital de los países desarrollados, bancos internacionales procedieron a un agresivo proceso de expansión en mercados emergentes. Utilizando como justificación perspectivas de rápido crecimiento económico, los bancos aumentaron de forma progresiva su cartera de crédito en estas economías. A su vez, el […]

En un entorno caracterizado por altos niveles de liquidez en los mercados de capital de los países desarrollados, bancos internacionales procedieron a un agresivo proceso de expansión en mercados emergentes. Utilizando como justificación perspectivas de rápido crecimiento económico, los bancos aumentaron de forma progresiva su cartera de crédito en estas economías. A su vez, el crédito externo relajo las condiciones internas de crédito en los países receptores, induciendo un boom de consumo, inversión y crecimiento que reforzó las percepciones iníciales de fortaleza de dichos mercados. Mientras las condiciones globales de liquidez permanecieron estables, los países deudores no tuvieron problemas en refinanciar sus créditos. Sin embargo, cuando el ciclo llego a su fin, las condiciones cambiaron radicalmente. Los países deudores se vieron forzados a comprimir sus importaciones y generar excedentes comerciales para generar los ingresos en divisa requeridos para hacer frente al pago de la deuda. Por su parte, los bancos quedaron al borde de la quiebra al tener una exposición de crédito equivalente a múltiples veces sus bases de capital, lo cual les obligo a reducir sistemáticamente el crédito con el objeto de proteger su propia existencia.

Este es, en líneas generales, un relato de la experiencia de América Latina durante los años 70 y 80. Así como de la crisis de la deuda de 1830. O a finales del siglo XIX . O mas cercano aun, este relato también se ajusta a la experiencia de la ultima década de los países de la periferia europea, incluyendo a Grecia y España. Todos los episodios mencionados ocurrieron dentro de contracciones del sistema financiero a nivel global. Todos y cada uno de los casos iniciaron con problemas en los principales centros financieros internacionales, los cuales tardaron una o varias décadas en resolverse, y que dejaron tras de si varias decenas de países en default alrededor del mundo. Aunque se podrían señalar varias semejanzas entre dichos ciclos de capital mencionados, en este caso se propone resaltar los paralelos entre la situación de América Latina en los ochentas con la actual situación de Europea. El elemento clave a destacar entre ambos ciclos es el rol de los bancos internacionales en el proceso inicial de acumulación de deuda. Comprender dicho elemento es importante ya que este tipo de estructura de capital, en la cual los bancos representan la principal fuente de financiamiento, tiene implicaciones específicas tanto para países deudores como acreedores una vez el ciclo de capital llega a su fin. Por ende, la experiencia de América Latina puede servir como guía para entender los eventos actuales que están teniendo lugar en Europa.

En el caso de América Latina, los grandes bancos norteamericanos, a través de préstamos sindicados, aumentaron de forma exponencial el crédito a la región a lo largo de los años 70. En total el crédito bancario represento casi el 50% de los flujos netos de capital recibidos por la región durante los 10 años que precedieron el estallido de la crisis de la deuda en 1982. Para este año, los créditos a países de América Latina por parte de los principales bancos de los Estados Unidos sumaban cerca de 55 millardos de dólares. Desde el punto de vista de hojas de balance, los créditos a países en desarrollo representaban como promedio 2.6 veces las bases de capital de los bancos norteamericanos. Dada la alta concentración de créditos en un numero relativamente pequeño de entidades financieras la ocurrencia de un escenario de default o reconocimiento de las perdidas en los libros de contabilidad de los bancos, implicaba directamente la insolvencia de al menos 7 de los 10 principales bancos de los Estados Unidos.

Si regresamos al caso de la periferia europea en la actualidad, al parecer durante la ultima década los bancos europeos se empeñaron en seguir la hoja de ruta hacia el desastre elaborada por los bancos norteamericanos en los años setenta. En un escenario caracterizado por la implementación del Euro, reciclaje de excedentes comerciales por parte de Alemania y bajas tasas de interés a nivel global, los bancos europeos procedieron a buscar de forma agresiva mayores márgenes de rentabilidad en la periferia europea. En el caso de los países dentro de la zona euro tales como España y Grecia, con créditos a sus contrapartes bancarias en dichos países. Para los países en camino a ingresar a la zona Euro, tras la expansión de la UE en el 2004, el proceso tomo la forma de compra directa de las instituciones bancarias allí existentes.

Al hacer la comparación con América Latina, tenemos que para los casos de España y Grecia, los bancos europeos representaron alrededor del 40% del financiamiento recibido por dichas economías durante los últimos 5 años. Mientras tanto para los países de la periferia europea este cifra se sitúa en alrededor de un 50%. La acumulación de créditos a lo largo de la ultima década ha dejado a los bancos europeos con una exposición equivalente al 7% del PIB europeo en España y Grecia, y de cerca del 10% para el caso del resto de la periferia europea, lo que representa alrededor de 2 trillones de euros en créditos. Desde la perspectiva de las hojas de balances de los bancos, los créditos a este grupo de países representan alrededor del 15% de los activos bancarios europeos. El patrón de financiamiento externo basado en crédito bancario ha dejado las economías de España, Grecia y la periferia europea con una deuda externa equivalente al 170 y 80% del PIB respectivamente. Las similitudes entre los grados de exposición de bancos norteamericanos y europeos a los mercados de América Latina y la periferia europea representan una primera señal de los problemas que el viejo continente estará enfrentando en los años venideros.

En este sentido, si bien recientemente la atención se ha enfocado en los problemas fiscales de estos países, un análisis de la distribución de crédito muestra otra imagen. En el periodo precedente a la crisis, la deuda publica en la mayoría de los casos mostraba un comportamiento estable y tendiendo al declive. Mientras tanto la deuda del sector privado crecía rápidamente alcanzando tasas de crecimiento anuales superiores al 30%. Esta dinámica se invirtió una vez la crisis financiera golpeo a los países en cuestión. Los déficit públicos causados por la recesión, asociados al incremento de transferencias fiscales y reducción de ingresos por impuestos, aceleraron el crecimiento de la deuda publica. Sin embargo para todos los países en cuestión la deuda del sector privado sigue representando de 2 a 3 veces la deuda del sector publico, y como promedio alrededor de 150% del PIB. Estas cifras ponen de relieve que la verdadera vulnerabilidad de los bancos europeos se encuentra en su cartera de crédito al sector privado de las economías de la periferia europea.

Es importante tener en cuenta las características de la estructura de capital ya que ayudan a comprender los ramificaciones que la crisis financiera tiene sobre estas economías. En una estructura de capital basada en la emisión de bonos el riesgo tiende a estar disperso entre los diferentes participantes del mercado. Gracias a la existencia de mercados secundarios es posible reducir dicha exposición de forma relativamente rápida, si bien el costo puede ser bastante alto. Mientras tanto en una estructura de capital dominada por bancos, los niveles de concentración del riesgo tienden a ser mucho más altos que en el anterior caso. Esto se debe a que un número relativamente pequeño de bancos retiene en sus hojas de balance el grueso de la exposición de riesgo crediticio. Al mismo tiempo, una vez los mercados están bajo estrés, los bancos no están en capacidad de desplazar fácilmente estos créditos de sus hojas de balance.

En la medida en que la principal fuente de financiamiento de las economías europeas es el sistema bancario, cualquier situación que comprometa la solvencia de las instituciones bancarias de la región tendrá fuertes repercusiones para la inversión, el consumo y por ende para el crecimiento económico. La explicación a este hecho consiste en que una vez el ciclo de capital entra en una fase de contracción de liquidez, los bancos proceden a liquidar las líneas de crédito existentes y limitar nuevo crédito con el objetivo de proteger sus bases de capital. La imposibilidad por parte de diversos agentes en la economía de refinanciar sus posiciones pone en riesgo la solvencia misma del sistema al mismo tiempo que estrangula el crecimiento económico.

De esta forma los países de la periferia enfrentan un doble problema. Primero, la falta de nuevo crédito limita la capacidad de los prestamistas dentro de la economía para refinanciar sus posiciones, lo que incide directamente sobre el número de entidades enfrentando problemas financieros y por ende sobre el aceleramiento del deterioro de la situación económica. Segundo, debido a que una parte significativa del crédito fue suministrada por entidades bancarias radicadas en países que al mismo tiempo son sus principales socios comerciales, los países deudores verán afectadas sus exportaciones una vez que los bancos procedan a racionar el crédito en las economías centrales. Así los países deudores, no solamente están teniendo problemas para refinanciar sus créditos sino que también al mismo tiempo enfrentan serios problemas para generar los ingresos por divisas requeridos para cumplir con el pago de sus obligaciones externas.

Esta dinámica de contracción de crédito que afecta las economías a nivel interno y externo opero entre América Latina y los Estados Unidos en los años 80, y hay evidencias que está operando actualmente en Europa. En los casos de España y Grecia, el BCE se ha convertido en la principal fuente de refinanciamiento de los bancos de estos países una vez el resto del sistema bancario europeo empezó el proceso de reducción de su exposición a estas economías. Mientras tanto, los países de la periferia europea, al no tener acceso al BCE u otras fuentes alternativas de financiamiento, han visto una brutal reducción del crédito la cual explica en gran medida la virulencia de las recesiones que se observan en los países de la región.

La contracción de la demanda agregada en las economías de los principales socios comerciales, y por ende de las exportaciones a estos países, ocurre precisamente cuando se requieren con más apremio recursos en divisas para hacer frente al pago de la deuda externa, una vez el refinanciamiento deja de ser una opción. Para los países de la periferia europea, esta relación es bastante clara teniendo en cuenta que la mayoría de los países en cuestión no han entrado aun a la zona euro, mientras que gran parte de su deuda externa esta denominada en esta moneda. Por otra parte, si bien casi la totalidad de la deuda externa de España y Grecia esta denominada Euros, su pago sigue constituyendo una filtración de demanda agregada debido a que para estos países el Euro no es una moneda soberana. Esto es ninguno de los dos países puede emitir euros de forma soberana, de la misma forma que los Estados Unidos puede emitir Dólares o Japón, Yenes. De esta forma ambos países siguen dependiendo de la generación de un excedente comercial externo para realizar los pagos a sus acreedores externos, en la medida que este excedente es la contraparte de una salida neta de capital.

El problema de la generación de excedentes externos para las economías deudoras de Europa se ve compuesto, además del citado vinculo entre fragilidad bancaria y débil demanda agregada en los principales mercados de exportación, por los bajos niveles de competitividad de la periferia europea. En este sentido, si bien este grupo de países disfruta de una ventaja absoluta en términos de costos salariales, el influjo de capitales y el rápido crecimiento del crédito asociado a el indujo la aceleración sostenida del crecimiento de los costos salariales vis a vis los costos salariales de las economías centrales de la zona Euro.

Ante esta situación, la propuesta por parte de las autoridades europeas consiste en seguir el mismo paquete de medidas adoptadas en América Latina durante los años 80. Por parte de los deudores, implementación de cortes significativos del gasto publico con el objeto de reducir los desequilibrios externos y asegurar la generación de excedentes comerciales que permitan el pago de la deuda externa. Al mismo tiempo inducir un proceso de deflación interna que permita recuperar la competitividad internacional del país a través del control de la evolución de los costos salariales. Por parte de los acreedores, la estrategia consiste en posponer lo más posible el reconocimiento de las perdidas en las carteras de crédito por parte de los bancos, dandoles de esta forma tiempo para reconstruir sus bases de capital y evitar así la insolvencia.

En el caso de América Latina y los bancos norteamericanos la estrategia funciono adecuadamente… para los bancos. Al implementar rigurosos paquetes de ajuste e inducir dolorosas recesiones, los costos de la crisis fueron asumidos en gran parte por los países deudores. Mientras tanto, los bancos acreedores, responsables en muchos casos de empujar agresivamente a los países de la región a asumir volúmenes insostenibles de deuda, sobrevivieron a la crisis y en algunos casos gracias al Plan Brady terminaron obteniendo beneficios de esta debacle financiera. Desde la perspectiva de los pueblos de América Latina el balance no pudo haber sido peor en la medida en que el ingreso per capita en la región permaneció estancado por mas de una década y los niveles de desigualdad y pobreza aumentaron de forma significativa a nivel regional.

Para el caso de Europa la voluntad por parte de las elites gobernantes de dar prioridad a la estabilidad y rentabilidad del sistema financiero por encima de la satisfacción de las necesidades y derechos de la población esta claramente presente. Sin embargo hay 2 obstáculos importantes que impiden una repetición del «éxito» alcanzado por las medidas de ajuste en América Latina.

El primero tiene que ver con la composición del crédito desde el punto de vista de los deudores. Durante el boom de los años 70, el grueso del crédito que recibió América Latina fue contraído por entes públicos. Una vez inicia la crisis, el estado de default en el cual quedaron la mayoría de los países de la región causo un severo racionamiento del crédito para el sector privado. Sin embargo este sector en la mayoría de los países presentaba una hoja de balance relativamente solida por los bajos niveles de deuda previos a la crisis, lo cual le permitió a dicho sector jugar un rol clave en el proceso de recuperación.

Europa es un caso diferente. Como se señalo anteriormente, el sector privado lidero la acumulación de deuda en el periodo previo a la crisis y hoy en día enfrenta severos problemas de sobre-endeudamiento, especialmente en países como España. En un contexto de este tipo, el aumento de ahorros del sector privado asociado con el proceso de desapalancamiento requerido para estabilizar sus hojas de balance debe tener como contraparte, por definición, ya sea un déficit del gobierno o un superávit externo. Debido a que la primera opción ha sido proscrita por las autoridades europeas y la segunda es una quimera por los bajos niveles de competitividad de las economías de la periferia europea, el resultado será un doloroso proceso de deflación y depresión mucho más fuerte que el observado en América Latina. La caída del nivel de precios y del PIB harán que las metas de deuda/pib sean progresivamente más difíciles de cumplir, hasta que una reestructuración o rechazo de la deuda se hagan inevitables. Así la combinación del peso de las deudas públicas y privadas puede probar estar más allá de la capacidad del sistema bancario europeo para asumir perdidas.

El segundo obstáculo está relacionado con el proceso mismo de integración europea. Mientras que las relaciones de Estados Unidos con América Latina son unas de Hegemon/Esfera de influencia, las cuales implican per se el uso de fuerza para la obtención de beneficios del primero, el caso europeo es distinto. Allí tiene lugar un proceso de integración político y económico que cambia de forma significativa las relaciones de poder entre los países participantes en dicho proceso. De esta forma mientras que los bancos norteamericanos, con el apoyo del FMI, pudieron forzar todo tipo de medidas de ajuste a lo largo de más de una década de forma impune en América Latina, con el objetivo de preservar su supervivencia, lo mismo es poco probable que suceda en Europa. El forzar este tipo de procesos de ajuste por periodos prolongados de tiempo con sus consabidos altos costos sociales, todo ello en nombre de la importancia de la estabilidad financiera europea, solo puede crear profundos resentimientos por parte de la población tanto en países acreedores como deudores hacia el proyecto de integración. De esta forma, la voluntad por parte de la elite europea de poner al sistema financiero por encima del resto de las consideraciones se constituirá probablemente en el mayor riesgo que haya enfrentado la Unión Europea en su historia. Lastimosamente el casi delirante carácter de corto plazo de la mentalidad de dicha elite le impedirá vislumbrar a tiempo los verdaderos costos a largo plazo de este desastroso curso de acción.

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