Las cenizas de Eva Forest fueron aventadas ayer en la bahía de Txingudi, junto a la que la activista y escritora ha vivido con su familia los últimos treinta años. Previamente, numerosas personas participaron en un acto de homenaje celebrado en Hendaia. Un acto lleno de momentos emotivos en el que todos los participantes, incluido […]
Las cenizas de Eva Forest fueron aventadas ayer en la bahía de Txingudi, junto a la que la activista y escritora ha vivido con su familia los últimos treinta años. Previamente, numerosas personas participaron en un acto de homenaje celebrado en Hendaia. Un acto lleno de momentos emotivos en el que todos los participantes, incluido Alfonso Sastre, pusieron de relieve el compromiso que ha caracterizado la vida de Eva Forest.
Cuando llegó su turno, Alfonso Sastre, que siguió todo el homenaje en pie, arropado por sus familiares, subió las escaleras del estrado ayudado por su hijo mayor, Juan. Su intervención fue breve, tan emotiva como serena, y, además, hizo que la sonrisa aflorara irremediablemente en los labios de las numerosas personas que se dieron cita ayer en el viejo puerto de Kaneta para dar el último adiós a Eva Forest.
«A principios de abril -dijo Sastre- ya se había detectado el tumor asesino, pero a Eva lo que le preocupaba era lo que pasaba en Irak, en Venezuela, en Bolivia, en Cuba, la tortura española, la muerte civil de la izquierda vasca, la salud de Fidel. Y, entonces, yo le felicié el 79 cumpleaños con unos versitos que le hicieron reír, que para algo tiene que servir la literatura algunas veces. Ha sido una de nuestras últimas fiestas». Y, seguidamente, los leyó: «Bajo esta luz celeste/ sol abrileño/ yo estoy pensando en Eva/ pero Eva, en Evo.// Y en ciertas cosas/ que pasan en Bolivia/ junto a las rosas//. Pienso en su cumpleaños/ y en que ella suba/ al pódium de los tiempos/ pero ella, en Cuba.// ¿Cuál es su vela?/ la salud de Fidel/ y Venezuela.// Pienso en sus primaveras/ y en lo que sabes/ y en levantar las copas/ pero ella, en Chavez.// Codo con codo/ decirle algo a sus años/ pero no hay modo».
«Todos sabemos -prosiguió, ya en prosa- que Eva va a estar siempre con nosotros, siempre; y nosotros con ella. Gracias».
Después, en medio de los aplausos y a los sones de «Batasuna», interpretada por txistularis, Sastre acompañó las cenizas de quien ha sido su compañera durante cincuenta años. Desde la orilla vio, primero, cómo eran introducidas en una embarcación engalanada con una ikurriña y la estrella roja de cinco puntas con los bordes redondeados, y, después, aventadas en mitad de la bahía por su hija Eva, mientras los congregados entonaban unos versos de homenaje escritos por Fito Rodriguez, así como la «Internacional» y el «Eusko gudariak», al tiempo que arrojaban rosas, lirios o crisantemos al agua. Desde luego, ayer no faltaron flores, incluidas las entrelazadas en coronas remitidas por el ministro de Cultura de Cuba, la República Bolivariana de Venezuela o «tus amigos de la resistencia iraquí», así como un ramo de claveles blancos con el «bietan jarrai».
Entre las personas reunidas ayer había muchas conocidas, entre ellas, miembros de la izquierda abertzale, como Juan Mari Olano, Joseba Alvarez, Karmelo Landa, Tasio Erkizia, Periko Solabarria o Eugenio Etxebeste, pero también de diversos ámbitos de la cultura, como el cineasta Antxon Ezeiza, el actor Ramon Agirre, el escultor Juan Gorriti, el escritor Txillardegi o el profesor José Angel Ascunce, así como el director de GARA, Josu Juaristi.
El homenaje se inició poco después de las 11.30, cuando las cenizas de Forest, procedentes de Hondarribia, fueron desembarcadas en Kaneta, recibidas con un aurresku, bailado por jóvenes con estrellas rojas en el pecho, y trasladadas hasta el estrado, engalanado con una gran foto de la escritora, recientemente tomada en su casa de Oilar-Enea, en Hondarribia, y las banderas de Euskal Herria, Catalunya, Cuba, Venezuela, Irak, Nicaragua, Bolivia y del movimiento pro amnistía.
Un modo de hacer «especial»
Jon Maia, quien actuó como presentador, fue dando paso a las diversas intervenciones. Una de las primeras fue la de Joxe Manuel Pagoaga, «Peixoto», quien subió al estrado ayudado por Pablo Sastre. «Fue en 1967 -recordó en euskara- cuando Eva vino por primera vez a Euskal Herria para informar sobre una persona que había sido gravemente torturada. Entonces adquirió conciencia de Euskal Herria», y el histórico refugiado arrasatearra destacó el papel que, «sin duda», en esa toma de conciencia jugó Argala.
«La tortura la indignaba, pero no era su único ámbito de lucha -subrayó-. Eso sí, tenía un modo especial de hacer las cosas: cuando se oponía a algo, trabajaba con todas sus fuerzas a favor de algo; para oponerse al franquismo, puso todas sus fuerzas a favor de Euskal Herria, y, cuando digo Euskal Herria, hay que entender todos los pueblos sometidos del mundo.
«Se nos ha ido la amatxi; cuántos caminos nos ha dejado abiertos, paso a paso, palabra a palabra. Si de la forma de hacer de Eva hemos aprendido algo, nos toca coger el testigo y seguir adelante», concluyó Peixoto, visiblemente emocionado.
Seguidamente intervino Manolo, a quien Maia, deliberadamente, presentó con un escueto «un amigo de Madrid». El orador recordó que fue en los 60 cuando tuvo «la suerte» de conocer a la familia Sastre-Forest. «Con Eva aprendimos que lo importante era ser solidarios, y para ella la solidaridad no era hablar de un tema, sino inmediatamente adquirir un compromiso: si había una lucha justa, había que pasar a la acción. Decía: `¿Para qué discutir tantas teorías? Esto es justo, por tanto, adelante. Y fue así como nos encontramos por primera vez con la lucha del pueblo vasco».
Llamando la atención sobre las banderas del estrado, recordó que algunos apuntaban que era incongruente que los internacionalistas apoyasen causas nacionalistas. «Eva replicaba con nitidez: `¿Cómo puedes ser internacionalista si no defiendes tu cultura y tu tierra?’. Y es que algunos defendían el derecho de los pueblos a decidir y organizarse, pero lejos, cuando, en realidad, era algo que teníamos a 300 kilómetros de Madrid, y no lo querían ver. Sin embargo, algunos lo comprendimos de una vez y para siempre: hay que ser solidarios con los pueblos que luchan».
Manolo recordó su última conversación con Forest, ya en el hospital, y concluyó: «Os aseguro que se ha ido convencida de que merece la pena luchar».
La última intervención, previa a la de Sastre, fue la de la actriz Zutoia Alarcia, quien leyó un texto de la propia Forest sobre «un sueño hecho realidad»: Hiru. «En un pequeño país en medio de dos poderosos estados -decía Forest-, proponerse crear un espacio de publicaciones que ayuden a entener mejor el mundo no deja de ser un quijotesco gesto. Pero teníamos claro que el libro no es una mercancía más, sino un arma muy poderosa para ganar parcelas de conocimiento y libertad. Lo que más nos preocupa es seguirle el rastro al imperialismo y analizar su capacidad de destrucción para la naturaleza y para la vida humana. Es el gran monstruo que sólo se podrá destruir con nuestra inteligencia. El gran laboratorio es Irak y la gran esperanza, América Latina».
El acto contó también con otros ingredientes, como una ezpata-dantza rematada puño en alto, la txalaparta de Joan Mari Beltran, un joven que interpretó «Te doy una canción» de Silvio Rodríguez o la lectura de una nota de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, de la que formaba parte Eva Forest, remitida desde Caracas. «Con mucho dolor -decía, entre otras cosas- recibimos la noticia de la partida de una gran amiga, Eva Forest; más que amiga era como el corazón del mundo».