Ocurre, Eva, que las noticias nos llegan siempre así (lo decía Amaury), sorprendiéndonos en medio de la tarde cuando suena el teléfono y alguien nos dice cosas como que ya no estás y nos quedamos solos y sin palabras y ya. Por eso, Eva insomne, cuando pensamos con Santi en tu juventud inmortal o en […]
Ocurre, Eva, que las noticias nos llegan siempre así (lo decía Amaury), sorprendiéndonos en medio de la tarde cuando suena el teléfono y alguien nos dice cosas como que ya no estás y nos quedamos solos y sin palabras y ya. Por eso, Eva insomne, cuando pensamos con Santi en tu juventud inmortal o en otras tardes y noches sin dormir en Managua o en La Habana o en Madrid o en Hernani o en el País de Nunca Jamás, nos vuelve a entrar ese ramalazo de sensaciones compartidas y de esa solidaridad a flor de piel que nos enseñaste a cultivar entre psiquiatrías pendientes, amigos ausentes y ternuras en fase de realización. Es curioso, Eva, el silencio oficial que rodea este viaje tuyo no esperado. Como si les diera miedo que la gente se enterara de que te has ido un ratito, nada más. Como si temieran que en medio de la nada alguien evocara en público una memoria de los compromisos sustentada en un lema tan elemental como «No te duermas. Piensa, discute, critica y vuelve a pensar». Siempre, lo sabes mejor que nadie, les han dado un miedo enorme las palabras como embrión de transgresiones futuras. Siempre han criminalizado los actos y los sueños porque los espíritus libres son esencialmente dañinos para las malas conciencias. Por eso ahora se callan y ocultan tu ausencia. Como trataron de ocultar tu vida, Eva herida. Cárceles, torturas, exilios, resistencias… Es curioso el listado de términos que completan el particular diccionario de la dignidad escrito en todos los puntos cardinales de este mundo que tanto has amado. Nos lo dijo una vez Chuchú en Panamá, aquel romántico profesor de matemáticas y aviador que murió de pena pocos días después de la última invasión militar estadounidense a su canal en forma de país: «No hay fronteras, hermanos». Y es verdad, Eva. El sueño se hace a mano y sin permiso en todas las geografías. Por eso un buen día decidistes con Alfonso venir a compartir ternuras entre nosotros. A disparar desde este frente palabras contra la mentira. Era 1976, lo contabais, y en medio de la nada en que se había convertido aquella España del esperpento y la desmemoria, elegisteis la tierra vasca como lugar de la todavía posible (lo decíais) revolución de la vida… Y así durante tres largas décadas de agendas y actos y charlas y libros y luces y sombras y miles de complicidades. Por eso hoy, Eva sueño, queríamos escribirte unas líneas de cariño y evocación para que no dejes de corregir textos, subrayar corazones y editar utopías. Sabes nuestros teléfonos, así que no dejes de llamarnos para lo que necesites. Nosotros haremos lo mismo. Como siempre. Mientras tanto, suerte y galopa, Eva vida.