“Contra los gobiernos de izquierdas, en los países débiles y dependientes de la zona euro, la táctica de la presión financiera resultó eficaz. El proyecto del Eurogrupo basado en la disciplina económica y política, se impuso” (Adam Tooze, 2018) [i]
Las cúpulas sindicales europeas habían asistido, desarmadas y desunidas, al sacrificio ritual del gobierno y el pueblo griego[ii]. Nada podían sacar los trabajadores europeos del triunfo de la Austeridad, y parecía demostrarse que la Confederación de Sindicatos Europeos estaba perdiendo la capacidad de influir en Bruselas. En 2016, el Observatorio Social Europeo, en el marco del proyecto “Fiscal Austerity and Welfare Reforms”, promovió un estudio sobre el impacto de las políticas de austeridad en cinco países de la UE, Irlanda, Italia, Finlandia, Alemania y la República Checa, representativos de los diversos tipos de capitalismo existentes en la Unión Europea: anglosajón, bienestar meridional, socialdemocracia nórdica, corporativismo del bienestar, neoliberalismo con apoyo popular. Varios en el seno del euro (3) y otros no asociados al euro (2)[iii].
Las conclusiones del estudio confirmaban las aprensiones sindicales. Los dos países bajo sospecha, por la magnitud de su crisis bancaria, Irlanda e Italia, fueron sometidos a una fuerte devaluación salarial y de sus estándares de bienestar. La República Checa, fuera del euro, se libró por la devaluación monetaria, con menos cifras de desempleo alcanzó idénticas consecuencias. Descontando Finlandia, los países habían abandonado la negociación laboral colectiva, excepto Alemania, donde la unificación de los dos estados ya había provocado, en 2003, una devaluación salarial y del bienestar.
Como dijo Philip Lambert, del Grupo Verde Europeo, el problema con la doctrina económica oficial es que nos enfrenta con una religión[iv]. Es difícil rebatir a los funcionarios de Bruselas, porque presentan sus dictámenes como si fueran dogmas. Además, como todas las religiones oficializadas, procura adaptarse al poder dominante: los salarios deben soportar los gastos de bienestar, vía impuestos indirectos y sobre las rentas del trabajo, porque son sus beneficiarios. La devaluación salarial, beneficia al país porque aumentan las exportaciones; una reflexión mercantilista que favorece la acumulación de riqueza. Pero ignora la pobreza, que es su contrapartida, pues deprime la demanda de consumo; aumenta las cifras del desempleo y las del paro juvenil, y, además, la austeridad amplía la deuda pública. El mercantilismo, además, favorece a países insolidarios, como Irlanda, que son pequeños y practican el dumping fiscal, manteniendo su deuda en niveles manejables porque atraen los impuestos de las grandes corporaciones, y a Finlandia, Alemania y otros estados del norte, que se han afirmado como acreedores. Conclusión, la crisis financiera dañó la solidaridad inter-europea, repercutiendo, además, en la unidad y solidaridad entre los trabajadores y los sindicatos de la Unión.
El nacionalismo sindical acaba dañando incluso a sus defensores.
A partir de 2016, aprovechando que la Comisión había iniciado en 2015, conversaciones para proponer un acuerdo-declaración del “Pilar Europeo de los derechos sociales”, los sindicatos volvieron a presentarse, unidos, a las conversaciones con Bruselas. El Brexit facilitó la aprobación del “Pilar” en enero de 2017, y éste fue proclamado el 17 de noviembre del mismo año. El European Trade Union Council (ETUC) retomó la unidad de acción y encargó a su Instituto (ETUI) la celebración de una conferencia, cuya finalidad era actualizar la estrategia sindical, para hacer frente a una recuperación de la recesión que no creaba empleo.
Durante tres días de junio de 2018 se discutieron cuatro conjuntos de temas correlacionados, que la dirección de la ETUC consideraba prioritario presentar en las negociaciones con la Unión, los gobiernos que la integran y las empresas de sus países: a) el libre movimiento de capitales y sus consecuencias sobre los mercados y el empleo; b) el cambio climático y la transición energética; c) la transición demográfica y los sistemas de seguridad social; y, por último, d) la digitalización de la economía y sus efectos disruptivos sobre los procesos de producción y el empleo.
En el discurso inaugural, el director de ETUI advertía a los convocados la complejidad del reto: “Tenemos solo un futuro juntos, por lo tanto, no tiene sentido afrontar por separado los cuatro ejes de este futuro, e ignorar sus interrelaciones. Todos los temas en discusión están conectados”. Luca Visentini, secretario general de la ETUC, señaló el entramado de instituciones que, desde su punto de vista, deben construir el futuro de Europa: los sindicatos, la sociedad civil y las instituciones de la Unión Europea. Y añadía, los sindicatos “no podemos oponernos al cambio, debemos tener una estrategia para ponerlo al servicio de la mejora de la vida de los ciudadanos. No podemos caer en la trampa de convertirnos en un movimiento de oposición al cambio” [v].
Los líderes políticos y sindicales intervinientes invocaron el “Pilar Social” de 2017, como base de las negociaciones con Bruselas. Los representantes de la “International Trade Union Confederation” (ITUC), saludaron los tópicos de la conferencia: “Los sindicatos estamos llamando a una transición justa, lo que incluye pensiones seguras, ingresos que soporten el nivel de vida, e inversión que crea empleos.[vi]”. E insistieron en que el mundo necesita el compromiso de Europa con el “Pilar europeo de derechos sociales”, integrándolo en el pacto de la UE. Resaltando la importancia que se concede al bienestar europeo en el mundo sindical global, como ejemplo de convivencia social.
El representante de la Comisión, Andrus Ansip, se dirigió a los sindicatos europeos, recalcando la necesidad de ver en la automatización una herramienta de ayuda al trabajo: “La innovación digital es una herramienta clave para la promoción del avance socioeconómico, y para el desarrollo de los países emergentes. El avance tecnológico continuará con o sin nosotros (la UE), aunque las personas que corren el riesgo de perder su empleo a causa de la digitalización necesitan y les debemos nuestra ayuda”. La respuesta corrió a cargo de los conferenciantes jóvenes, que reprocharon al comisario la ausencia de programas de formación y recualificación, y denunciaron la falta de congruencia entre los problemas concretos, y las herramientas disponibles en la mayoría de los países europeos y en los programas de ayudas de la Unión Europea.
La digitalización impregnó los debates, con las habilidades de adaptación al cambio: “Las habilidades digitales son esenciales para entrar y afirmarse en el mercado laboral y en la vida diaria, y si no asumimos el problema las personas se convierten en marginales digitales, tanto en el mercado laboral como en la sociedad”[vii].
Al cierre, la Sra. Jacki Davis, resumió la conferencia en cinco mensajes:
1) Los sindicatos tienen, lo primero, que imaginar el futuro, y considerar lo que realmente está ocurriendo; no trazar límites entre cada uno de los problemas, y valorar, al mismo tiempo, cómo afectan a los viejos derechos que siempre se han defendido.
2) Encauzar el reto de la diversidad y fragmentación, no conocida anteriormente, de la fuerza de trabajo. Ya no hay un mundo del trabajo, hay mundos del trabajo.
3) Entender cómo cambian los términos de la negociación laboral a causa de las trasformaciones en los mundos del trabajo, enfocarlos a nivel local, nacional y europeo, y saber qué tópicos enfrentan desde cada nivel. Sabiendo cuan trascendente es para el futuro social de todos los europeos la concertación entre los sindicatos de la Unión.
4) Identificar las interconexiones entre los problemas, en cada negociación. “Las cuestiones de gobernanza, políticas sociales e industriales, políticas familiares y del mercado laboral, deben ser discutidas conjuntamente”. La experiencia de las derrotas que han llevado al debilitamiento sindical actual, lo confirman sin ninguna duda.
5) Desmitificar los tópicos, como: una política solo de cualificación de los trabajadores, y que proporcione nuevos empleos digitales o verdes, resolverá todos los problemas, o que la innovación beneficia a todo el mundo. Aprender y afirmar las verdades que, dolorosamente, se han aprendido en la recesión: “la formación para mejorar las habilidades es solo parte de la respuesta”. “No todos los empleos verdes y digitales son buenos empleos”. “La educación y la capacitación son clave, pero no suficiente”. “La digitalización proporciona nuevas oportunidades, pero no a todo el mundo.”
Cerró la Conferencia con la siguiente reflexión: “Necesitamos evitar que nos lleven a la aceptación de soluciones simplistas que no contemplan los riesgos reales y los desafíos que los trabajadores de hoy deben afrontar” (p. 56).
Más Europa. El papel de los sindicatos europeos en la construcción de la Unión
Como esperaban los dirigentes sindicales europeos, la Comisión europea no atendió las demandas de la Conferencia de la ETUC, por la sencilla razón de la debilidad sindical demostrada en 2010 y 2015. Como dice un comunicado sindical de 2017, la retórica europeísta del “Pilar europeo de derechos sociales” no es suficiente, y el gobierno de Jean-Claude Junker no ha realizado ningún esfuerzo por ir más allá de lo declarativo. Los sindicatos son conscientes de que para influir en la Comisión necesitan reponer sus fuerzas debilitadas, lo cual es muy difícil, sin neutralizar la competencia entre empresas que se apoyan en el dumping fiscal y social. La clave está en conseguir que la legislación comunitaria armonice los impuestos y los derechos sociales. Para promover esos fines, se necesita una estrategia de democracia en el trabajo, que rompa el círculo vicioso que impide llegar a la Comisión con la opinión sindical. La extensión al conjunto de Europa de la cogestión alemana, bien argumentada, aportaría el potencial movilizador necesario.
Los sindicatos europeos han vivido los dos años posteriores a la conferencia continental, hasta la llegada de los acontecimientos dramáticos de la pandemia, con un sentimiento de frustración, que no solo proviene de la escasa atención otorgada a sus demandas. Una vez finalizados los discursos de julio de 2018, cada central nacional volvió a sus cuarteles, negociado con sus gobiernos, defendido la viabilidad de sus empresas nacionales, e intentado que los vientos de recuperación de finales de la década tuvieran un reflejo en lo social. Especialmente duros, fueron los recortes al bienestar europeo provocados por la racionalización capitalista de las entidades bancarias, han dañado la cobertura social para los trabajadores desplazados por la crisis; provocado la reestructuración de los sistemas de pensiones de los mayores y el abandono de los jóvenes a la precariedad de los nuevos empleos en plataformas (Kowalsky, 2019).
Agobiados por la baja afiliación sindical, las cúpulas nacionales han dejado que se deteriorara la calidad de la negociación con el poder político principal, la Comisión[viii]. Una de las políticas sindicales estrella, diseñada para Europa, la democracia en el trabajo, más concretamente, la ampliación de los derechos de cogestión al conjunto de los países de la Unión, y su obligatoriedad, ha quedado relegada a simples peticiones, en pliegos redactados por el grupo de delegados y técnicos del ETUC en Bruselas. En esta cuestión, perciben el estancamiento de Europa, ensimismada en su autocomplacencia y perpleja por el Brexit. La nueva Ley de Sociedades europea, que se quería negociar junto a la democracia en el trabajo, ha pasado por Bruselas, sin mención a la cogestión obrera.
El capitalismo, como es lógico, no tiene interés en la democracia del trabajo, al contrario, su preocupación es evitarla y, si puede, revertir las islas existentes en Alemania y los países nórdicos. Los asesores y líderes sindicales, presentes en Bruselas, temen que el capitalismo autoritario conquiste a los países del este. Ven el repliegue en el frente nacional de los sindicatos, en esas circunstancias, muy peligroso. Mientras Bruselas favorece los contratos basura y el desarrollo empresarial de plataformas de subcontratación de falsos autónomos, lo cual, para ellos, es incompatible con la democracia. La competencia de China, junto a la falta de respuesta social europea, fortalece el Thatcherismo del “no hay alternativa”. Al mismo tiempo, vemos que la reacción a la pérdida de derechos alimenta el populismo, haciendo que el proyecto europeo sea cada vez más estrecho y falto de sentido social. (Kowalsky, 2019).
Los poderes europeos crecen, pero se alejan de la democracia, y se dirigen hacia áreas donde no hay posibilidad de interferencia democrática. El poder de la Comisión creció en 2011, y las elites tecnocráticas no dejan margen a las fuerzas pro-europeas para hacer oír su voz en temas controvertidos. No discuten, evaden el discurso sindical, que proclama en el vacío, que el principal problema para el avance de la democracia es la falta de democracia en el trabajo. Un asunto que aparece en varias directivas, todas ellas anteriores a la austeridad de 2010:
Directiva 2002/14/EC (European Community): procedimientos de consulta e información a los representantes de los trabajadores. Recast Directive 2009/38/EC sobre derecho a la consulta e información en las compañías trasnacionales europeas. Directiva 2001/86EC sobre representación de los trabajadores en el comité de dirección de las compañías europeas y Directiva 2005/56/EU sobre absorción europea de compañías y respeto a los derechos de información, consulta y representación de los trabajadores.
Todas esas directivas, junto a la Creación del European Works Council en 1994, debían haber sido incorporadas en 2018 a la revisión de la normativa de la compañía europea, pero tal cosa no ocurrió. Las grandes empresas europeas han encontrado un territorio de ambigüedad suficiente para burlar las normas, por medio de adquisiciones, absorciones o, simplemente, convirtiendo las empresas nacionales que ya son continentales en compañías europeas. De esta forma, Bruselas ha cerrado la ventana de oportunidad, de la revisión legal de la compañía europea, y los sindicatos asisten impotentes al frenazo de los avances, negociados en la primera década del siglo por la EC y ETUC: no existe la tasa sobre transacciones financieras, ni la Agencia de rating europea, ni los impuestos sobre los oligopolios digitales[ix]. Tampoco se avanza en la participación de los trabajadores en los comités de dirección de las compañías europeas.
Tampoco avanza la democracia parlamentaria europea. La discrepancia entre los procedimientos de los Estados y los de la Unión es “chocante”. La Comisión no responde ante el Parlamento Europeo, y éste no legisla, solo recomienda. En enero de 2013, el Parlamento europeo aprobó una resolución de recomendación para la Comisión, sobre la obligación de consulta e información a los trabajadores, previa a los acuerdos empresariales de reestructuración: En 2016, la ETUC presentaba su propuesta de participación en los comités de dirección de las empresas, cuyo fin era ampliar al conjunto de la Unión Europea el derecho de cogestión. Dejaba claro, en primer lugar, que los derechos reclamados son de control y supervisión, cuyo ámbito alcanza a la formulación estratégica y al derecho de veto sobre las decisiones que dañen los derechos de los trabajadores. En ningún caso se solicita la participación en las decisiones del día a día de los negocios, y se mantiene el comité de empresa para la negociación laboral.
La propuesta de modificación de la ley de sociedades, presentaba una composición de participación en el comité directivo, basada en el tamaño de las empresas: Pequeñas empresas (50-250 empleados), dos o tres representantes; medianas (250 a mil empleados), participación sindical de un tercio de los miembros del comité; grandes compañías con más de mil empleados, paridad entre la representación laboral y la de los accionistas.
En marzo de 2018, se reunió la conferencia de expertos de la UE sobre legislación y derechos laborales (ECE), sin que se llegara a ningún acuerdo. Ni tan siquiera se discutió la homologación de derechos laborales entre los estados de la Unión. La posición expresada por los principales partidos de la Unión fue un conjunto de propósitos, vacíos de contenido sustancial (ETUC 2018). La Comisión no ha hecho ningún esfuerzo, desde la aprobación del Pilar Social Europeo, para avanzar en la democracia económica. El resultado es que “las propuestas legislativas concernientes a empresas y negocios son genuinamente europeas”. “Sin embargo, las propuestas relacionadas con los derechos de los trabajadores son meras extensiones de las normas nacionales”, el país de origen marca el derecho a la democracia en las empresas. El resultado es una presión creciente para dejarlo reducidos al marco nacional, sin afectar a la actividad contratista de las empresas fuera de éste (Kowalsky, 2019). El no avance de la democracia europea, para los trabajadores y sus sindicatos, se convierte así en el corolario de la falta de progreso de la democracia económica en el continente, y en cada país. Así consta en la carta que el Comité del ETUC envió a la comisaria Thyssen y al presidente Junker en junio de 2018.
Claramente, el movimiento sindical europeo es muy débil para enfrentarse en solitario a una política que daña, irremediablemente, la percepción democrática de Europa. Cierto que algún líder, de uno de los grandes partidos europeos, apoya la posición marcada por ETUC, como Jéremy Corbin, pero el Brexit desdibuja la posición laborista. También la comparten Bernie Sander, Elizabeth Warren y Tammy Baldwin, pero todos ellos están en USA. En la actual Unión Europea, los Verdes de Alemania se manifestaron en 2019 a favor de ampliar los derechos de cogestión obrera en su país y defienden, además, que la democracia económica es la formula idónea para el desarrollo del Modelo Social Europeo. En enero de 2019, el Parlamento Europeo, a instancia de la ETUC, volvió a recomendar el paquete escalado (número de representantes laborales en la dirección, según tamaño de las compañías) para las Compañías europeas; pero la oposición de la Comisión y los Gobiernos fue suficiente. El rol de la ETUC es crítico para el logro de estas metas. Sin una acción coordinada de sindicatos y gobiernos de izquierdas, en toda Europa, las posiciones conquistadas por las fuerzas conservadoras durante la recesión no cederán, y aún así no será fácil. Por lo tanto, el principal reto para el movimiento sindical europeo es la consecución de la hegemonía suficiente, para la construcción de una visión alternativa y sostenible de la empresa y la democracia europea. Con ese objetivo, las centrales obreras necesitan ganar apoyos en la sociedad civil para el fortalecimiento de los derechos de representación laboral en la gobernanza de las empresas de Europa, en la perspectiva de la construcción de una democracia del trabajo, o económica.[x]
Notas:
[i] Tooze, A (2018) Crash, Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo. Critica-Planeta, Barcelona
[ii] J. Habermas, declaraciones a The Guardian 16 julio 2015.
[iii] “Balancing protection and investment: structural reforms in five countries” 2008-2014 (Agostini et als., 2016).
[iv] Lambert llamó a la Comisaria Malström, de Comercio, sacerdote neoliberal. The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference. ETUI, aisbl, Bruselas.
[v] The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference…
[vi] Sharan Burrow, secretaria ITUC, p. 11 The world(s) of work….(2018)
[vii] Zornitsa Roussinova, ministra de trabajo de Bulgaria, p. 25 The world(s) of work…
[viii] The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference… p. 49
[ix] Kowalsky (2019: p. 35)
[x] Kowalsky, 2019. Ver Sara Lafuente, https://fsc.ccoo.es/963338df0700e2a2215b2d177484bf32000050.pdf
José Candela Ochotorena, Doctor en Economía y en Historia Contemporánea, es miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/existe-un-proyecto-de-europa-social/