Las tensiones en la coyuntura geopolítica y financiera actual marcada por el impacto de la pandemia suscitan la pregunta de si existen o no alternativas monetarias que realmente pudieran desequilibrar el sistema financiero basado en la hegemonía del dólar. Los pocos proyectos que han pretendido construir una alternativa monetaria se han saldado con sonoros fracasos, cuando no han terminado en duros castigos ejemplificantes, como el recibido por Iraq en dos ocasiones tras maquinar su desvinculación del petrodólar. Todo el Golfo Pérsico pudo tomar buena cuenta de la caída de Sadam Hussein, a pesar de que tras años de contienda y posguerra EEUU no haya podido hacerse finalmente con la posesión y control efectivo de susreservas y pozos petrolíferos. El relato ficticio del peligro de las armas de destrucción masiva de Iraq volvió a surtir efecto con el relato sobre el programa de armamento nuclear iraní.Vuelve a ser el mismo pretexto para mantener dolarizada la región, desincentivando o puniendo maniobras díscolas de la potencia persa, e igualmente de Siria y Yemen.
Las primaveras árabes hay que leerlas retrospectivamente en esta clave: asegurar la vinculación del dólar al petróleo, como principal mercado dolarizado e icono de la hegemonía de EEUU. En este sentido, la resistencia de Al Asad ante los primeros conatos de rebelión propició la guerra de Siria, con la irrupción del Estado Islámico, un extraordinario ejército mercenario, yihadista y terrorista internacional al servicio geopolítico de Arabia Saudita e indirectamente de EEUU. La prolongación del conflicto permitió obstaculizar durante largo tiempo la estrategia de Irán de dar salida a su suministro de hidrocarburospor oleoductos y gaseoductos hacia la costa mediterránea de Siria, para evitar las dificultades y riesgos que presentan el estrecho de Ormuz, el golfo de Omán, el estrecho de Adén y el canal de Suez, así como para sortear las políticas de sanciones de EEUU, abriendo una vía de interlocución con Europa, que pronto fue desbaratada por Trump. Con todo, el arrasamiento de Siria arrojó un resultado positivo para EEUU, a pesar de la derrota del Estado Islámico a manos del ejército sirio apoyado por Rusia. La hegemonía dolarista y militarista ha podido apuntalarse porque de facto se ha impedido la aparición de un mercado petrolero referenciado en una moneda alternativa al dólar, que es básicamente el trasfondo del conflicto de Oriente Medio y la razón del esquema de alianzas en la región.
Por otra parte, existen teorizaciones monetarias alternativas al dólar, pero ninguna con posibilidades reales de materializarse. Una de ellas fue el proyecto de los derechos especiales de giro, que funciona como una suerte de canasta de divisas. Este sistema pretende actuar como una referencia de reserva mundial, organizada por el Fondo Monetario Internacional. La paternidad de esta idea de unidad monetaria internacional denominada entonces Bancor se debió originariamente a Keynes en el contexto de Bretton Woods. El valor del Bancor se pretendía establecer en relación con treinta mercancías básicas, entre ellas el oro. El propósito era estabilizar el precio promedio de las mercancías básicas con el del valor de esta moneda de reserva. La propuesta de Keynes incluía la fijación de un tributo a los excedentes de la balanza de pagos de los países participantes, a fin de promover el consumo a nivel local y el comercio internacional. La Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) o la criptomoneda Libra impulsada por Facebook han ofrecido algunos enfoques parecidos.
Por otra parte, la Organización de Cooperación de Shanghái, compuesta por China, India, Rusia, Pakistán, Kirguizistán, Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán, también ha acordado dar pasos hacia el abandono del dólar en el comercio bilateral entre sus países, para realizarlos en sus respectivas monedas nacionales. Esta política puede ser un factor desestabilizador del dólar. Aunque pueda fructificar, no es un sistema que implique en sí mismo la sustitución del dólar como principal moneda de reserva mundial.
Finalmente, especial atención en el tablero de la geopolítica monetaria merecen los recientes avances que se están produciendo en China en la línea de un nuevo modelo financiero alternativo desvinculado del dólar, una suerte de “nueva ruta de la seda” en clave ciberfinanciera. El primer elemento de esta estrategia neomonetaria mundial fue la creación del Banco Asiático de Infraestructuras e Inversiones (AIIB), fundado en 2014. En segundo lugar, la creación de un yuan digital por parte del Banco Popular de China (PBoC), lo que en breve representará un sistema de pagos mediante una moneda virtual denominada DCEP (Digital Currency Electronic Payment) que estará ligada al Renminbi bajouna regla de paridad.El tercer lugar, hay que mencionar el reciente lanzamiento de la Red de Servicios Blockchain (BSN), gestionada por el Centro de Información del Estado chino, agencia gubernamental dependiente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma. En esta red participan los gigantes de telecomunicaciones estatales China Telecom, China Unicom y la firma de pagos china Union Pay. La vocación de esta plataforma es servir de infraestructura tecnológica para canalizar pagos, inversiones e interconectar activos y datos a nivel mundial a través de sus estándares monetarios e informáticos, de forma centralizada pero compartida con los socios comerciales de China que acojan los nuevos sistemas.
Estos tres elementos del nuevo modelo financiero chino en fase de construcción demuestran que China cuenta con una estrategia nacional enfocada en el largo plazo. En muy pocos años las políticas antes mencionadas supondrán una verdadera amenaza para la hegemonía del dólar si consiguen ir adoptándose por parte de un gran número de países dentro de la esfera de influencia china. Su eficacia por tanto dependerá de que sea adoptado por una parte de la comunidad internacional, para lo que China tendrá que ofrecer garantías de que su sistema es más seguro y práctico que el sistema estadounidense vigente.
En definitiva, a pesar del escenario crítico en que ha puesto la pandemia del coronavirus a toda la economía mundial y los desafíos previamente glosados, hoy en día el dólar sigue siendo hegemónico. La resistencia de EEUU a perder su dominio financiero, así como los intereses creados e inercias en torno a su divisa hace que difícilmente puedan suscitarse cambios drásticos ni repentinos a este respecto. Existen demasiados intereses que convergen en la necesidad de conservar el dólar algo más de tiempo, incluso por aquellas potencias que disputan el liderato mundial a EEUU. Al estar tan extendido y asumido en el comercio internacional, existen actualmente demasiados acreedores con ingentes volúmenes de activos financieros en dólares a quienes no interesa que pierda valor, al menos mientras los posean y no puedan moverse hacia una alternativa más segura y rentable.