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Expertos en terror: Mirándose en el espejo

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Alberto Millán

Tras haber leído cientos de libros y artículos, y haber escuchado docenas de discursos y entrevistas a cargo de expertos en terrorismo de los EE.UU., Canadá, Israel, Europa, Latinoamérica, Asia y Sudáfrica, he llegado a la conclusión de que existen patrones recurrentes. Usan un lenguaje común para describir sus sujetos y su entorno, son tremendamente ideológicos bajo una fina apariencia de jerga científica, poseen un agudo sentido de observación selectiva, y siempre pretenden hacer gala de una comprensión psicológica. Pero pocos, si acaso alguno, ha tratado sus temas de estudio en algún sentido clínico, excepto quizás en condiciones de encarcelación o interrogatorio.

Su estilo es justo, altamente moralista, mordaz, dado a la hiperventilación y lleno de simples eufemismos para describir la violencia de sus partisanos estados. Su análisis está casi siempre repleto de invectivas altamente personalizadas e individualizadas, las cuales carecen de motivación política alguna. Esta simplonería «científica» provee de un canal «legitimado» para expresar una hostilidad profundamente asentada, un modo de asumir un estado de superioridad civilizada frente a sus objetivos deshumanizados. El proceso de deshumanización es fundamental para la totalidad del objetivo terrorista-político-académico – ya que el propósito es presentar al «terrorista» absolutamente falto de buenos aspectos, sin sitio en el mundo, sin «tiempo» en el que existir – en otras palabras, digno de eliminación física.

Los expertos en terroristas son los «constructores». Motivan a los conquistadores coloniales e imperiales, y refuerzan su idea de que «los terroristas no merecen ni gobernar ni ser gobernados en regiones con riquezas. Ni siquiera merecen vivir en cualquier territorio contiguo a aquellos habitados por gente civilizada o «elegida».

Los expertos en terroristas proyectan la violencia de los mandatarios, sus ambiciones de conquista, su avaricia para apoderarse de tierras y recursos, sus salvajes impulsos destructivos para con las víctimas; las reacciones de las víctimas y los supervivientes son embalsamados con esa retórica de comportamiento patológico. La verdadera patología clínica se encuentra en las mentes de los asesinos verbales, quienes no son capaces de distinguir las repetidas violaciones y torturas cometidas por sus estados patrón de los desesperados gritos de los excluidos, desplazados y explotados.

Casi todos los expertos en terror padecen una crónica ceguera psicológica en lo que se refiere a la sistemática y exhaustiva violencia practicada por Occidente e Israel sobre determinados grupos. Hoy son los «Árabes», otras veces se trata de cualquier insurgente que responda a la violencia imperial con violencia. La práctica totalmente generalizada de la tortura es un modo de romper o convertir militantes, y de ese modo infiltrarse en movimientos de resistencia. Este método de interrogación recibe la justificación ideológica y el apoyo moral por parte de los expertos en terror. En sus escritos, los insurgentes o «terroristas» aparecen descritos como seres situados fuera de lo humano – son descritos como subhumanos, en un estado de «trance». Sus líderes aparecen como profetas cínicos y manipuladores, faltos de todo valor humano. Sus comunidades son «reductos sin leyes». Una vez que se comprometen con su causa no conocen reglas ni justicia; sólo muerte, asesinato y martirio. Viven en estados fracasados. No poseen ni historia ni cultura (o al menos son inferiores a las pertenecientes a la civilización occidental y judeo-cristiana). En una palabra, el mundo respirará tranquilo sin ellos. Para el torturador esto significa que su trabajo se realiza en función del mejor interés de la civilización. Por supuesto, los expertos en terror se ofenden cuando los torturadores son expuestos, su brutal artesanía se fotografía y se publica en medios de todo el mundo. Los expertos en terror se encuentran afligidos, no por los actos de degradación moral, sino porque eso confirma lo que ya decían los terroristas – que se rebelan en contra de la atrocidad y la humillación que sufren a manos de sus torturadores, soldados, mercenarios y jefes estadounidenses/israelíes/europeos. Los expertos en terror protestan ante la exposición pública: los sucios secretos apartados de sus análisis salen a la luz. Atribuyen los sentimientos de «rabia» y «humillación» a desórdenes de personalidad y a las disfunciones de la infancia, familiares o culturales/religiosos de los «terroristas». Los argumentos de los expertos pierden convicción al ser enfrentados a los hechos públicos de humillación física cometidos por los ejércitos y estados de los civilizadores elegidos.

Un emblemático experto en terror

Un artículo de primera página publicado en el Weekend Financial Times por la profesora Jessica Stern, titulado «cómo piensan los terroristas» (Financial Times, 13 de Junio de 2004) es un ejemplo paradigmático de los expertos en terror. Stern es profesora en la escuela de John Kennedy, en Harvard, y es la autora del reciente libro «Terror en nombre de Dios: por qué los militantes religiosos asesinan» (Harper Collins, 2003). Siendo publicada en el periódico de finanzas más prestigioso, empleada en la universidad de élite líder y con un libro editado por uno de las mayores editoriales, Stern tiene todas las credenciales para ser una experta en terror.

Método

Los expertos en terror actúan y se ven a sí mismos en dos niveles: como «investigadores eruditos» y como perseguidores políticos y consejeros de seguridad.

Como expertos, su trabajo es de dudosa calidad, a pesar de que reivindican haber utilizado una gran cantidad de fuentes.

Muchos de los presuntos terroristas se encontraban en prisión, donde eran muy probablemente torturados, drogados, y se monitoreaban las conversaciones. Difícilmente se encuentran en posición de proporcionar una entrevista justa. En segundo lugar, podemos esperar del experto en terror que elimine cualquier extracto que pueda añadir un contexto político a sus acciones; suelen prestar más atención a sus propias agrias «impresiones» acerca del aspecto físico del «terrorista», cómo habla o escucha, generalmente mezcladas con sus propias ideas preconcebidas sobre algunas expresiones faciales en particular o movimientos corporales.

Los expertos en terror son excelentes a la hora de presentar el peor caso como representativo de la dirección de los terroristas, como los fanfarrones, los avaros, los acaudalados. Omiten lo acostumbrado, luchadores de la resistencia que son modestos, sacrificados, solidarios con su gente, de la cual tienen que depender muchas veces para conseguir comida, cuidado médico o refugio.

Hay musulmanes «fundamentalistas» que ejercen profesiones modernas y hacen uso de críticas occidentales de colonialismo e imperialismo; que lo encuentran compatible con perseguir la autodeterminación, pretender que gobierne una mayoría y practicar su religión.

Hay musulmanes piadosos que buscan consuelo en sus prácticas espirituales, que viven en un estrecho círculo de trabajo mezquita y familia. Estas comunidades, que han experimentado la violenta disrupción de su vida pietística, responden no sólo porque los imperialistas han violado lo sagrado, sino porque han destruido su red familiar y sus códigos de existencia. Los musulmanes pietistas evitan el compromiso político hasta que su íntimo círculo humano y espiritual es violado.

En medio de caos, violencia, desplazamientos, saqueos y ocupación de un país, un conjunto entero de personas se ve afectado adversamente. Cuando deciden responder, cuando deciden protestar y sobrevivir, lo hacen buscando movimientos e instituciones que tengan recursos, que posean un mínimo de poder. En el pasado se trataba de poderosos partidos nacionalistas, socialistas y comunistas, dinámicos sindicatos y movimientos civiles. En unos pocos países éstos siguen activos, y son una fuerza de considerable importancia. No obstante, en muchas regiones han sido diezmados por regímenes clientes de EE.UU., dictadores locales religiosos o seculares, y la desintegración de los partidos comunistas. Bajo duras condiciones que requieren actividad clandestina y apoyo de masas, muchos activistas seculares se han unido a movimientos religiosos con orientación política, que abarcan programas anticoloniales, antiimperialistas y de bienestar social. La «conversión» secular a movimientos orientados a la religión musulmana se basa en la política, y no en la religión. León trotsky ya avisó a sus compañeros, durante la ocupación nazi, de que podría ser necesario adherirse a la iglesia católica si ése era el único espacio disponible para la acción política. Dada la base de masas del movimiento musulmán, y teniendo en cuenta su compromiso en la lucha anticolonial, no es de sorprender que muchos seculares (que pueden tratarse de izquierdistas, nacionalistas o demócratas) se hayan involucrado en estos movimientos – y puede que después se introduzcan en otros movimientos políticos.

Lo que estos expertos hacen, englobar todo un rico mosaico de luchadores de la resistencia dentro de una fórmula ideológica debido a afiliaciones formales, es un flagrante error. Se muestran ansiosos por prescribir una solución de represión general al problema del «terror», sometiéndose a los intereses políticos de sus mecenas situados en grandes fundaciones o el aparato del estado. Eliminan complejidades incovenientes, motivaciones diversas, convergencias coyunturales entre lo secular y lo espiritual. Los expertos en terror evocan esa emotiva frase de «terroristas fundamentalistas islámicos» para concluir debates y análisis que exigirían por parte del público estadounidense una reconsideración acerca de su apoyo a gerras imperiales y conquistas israelíes o su oposición a los nacionalistas iraquíes o los luchadores de la resistencia palestinos.

Interrogatorio: preguntas para los expertos en terror

Los expertos en terror afirman que las condiciones objetivas, o a lo que ellos se refieren en tono despreciativo como «explotación», «opresión», o «imperialista» (mencionados siempre con comillas), son tan sólo una capa que oculta algún tipo de «necesidad personal». El experto procede, por tanto, a «desenmascarar» los «verdaderos motivos», con jerga de psicólogo. En realidad, el recurso de las categorías psicológicas cruelmente concebidas y aplicadas constituye el principal método que los expertos usan para suprimir el mundo «objetivo», que influye en las acciones del luchador de la resistencia.

El mundo externo, donde los movimientos de resistencia emergen, es, bajo cualquier punto de vista, extremadamente hostil. EE.UU. e Israel, por ejemplo, son considerados a lo largo y ancho del planeta como muy agresivos, actores fuera de la norma que se consideran fuera de cualquier legalidad internacional. Los expertos pueden evitar este «hecho» fundamental, influyente en el comportamiento de los luchadores de la resistencia, para centrarse en su «mundo interior» y sus relaciones cara a cara. Esto permite al experto evitar los aspectos incómodos de la lealtad a su propio país. La lealtad de los expertos, que se trata de una lealtad primitiva, tribal, étnica, religiosa, colonial e imperial, se sustenta bajo esa apariencia de respetabilidad, bajo esa fingida defensa de la civilización y la humanidad.

Los expertos en terror se horrorizaron ante las fotos que mostraban la tortura estadounidense en Irak, no por los actos. Esas revelaciones pusieron al descubierto el salvajismo de sus cómplices, de aquellas personas practicantes de sus prescrpiciones; ese infierno de crimen y castigo al completo, que lógicamente deriva de la pseudociencia totalitaria de los expertos en terror. Eso acerca a los expertos de Yale, Princeton y Harvard a las salvajes escenas de violaciones homo y heterosexuales y la violencia genital masiva. Los expertos, por supuesto, adoptan una pose de indignación ante los brutales guardas, los interrogadores y los comandantes militares. Permanecen en silencio mientras sus mecenas (Bush, Rumsfeld) son puestos en ridículo, sabiendo perfectamente que el próximo presidente requerirá sus servicios. De todos modos, ¿quién va a investigar profundamente las escenas de tortura y encontrar cómplices entre ellos?

El experto simplemente pronuncia su diagnóstico sobre los luchadores armados de la resistencia: psicópatas incurables, extremadamente peligrosos en grandes números. Los políticos dictan órdenes: capturar, confinar, torturar o matar. Las fuerzas especiales echan puertas abajo en medio de la noche, cortan gargantas o toman prisioneros. Los comandantes de las prisiones establecen las reglas de «interrogatorio». Los guardas torturan. Se trata, pues, de una división internacional del trabajo muy coherente, en la cual los expertos en terror juegan un papel importante al elaborar las bases. Llevan a cabo la versión secular de la Jihad: una guerra a muerte justificada científica y moralmente contra los «infrahumanos», la gente «inferior», los «árabes musulmanes fundamentalistas», «las bombas humanas», los «terroristas». Los expertos en terror y sus patrones estado tienen un lenguaje en común, promovido en y por los medios de comunicación de masas.

<> Preguntas para un experto en terror: 1) ¿Por qué las «necesidades personales» de aquellos a los que se acusa de terroristas encuentran expresión a través de la política (y no a través de mil y un canales personales, culturales y familiares diferentes)?

¿Por qué las «necesidades personales» encuentran expresión contra un cierto enemigo (el poder dominante) antes que contra todo un cúmulo de objetivos diferentes menos peligrosos, más fáciles de acceder y más directos? ¿Por qué las «necesidades personales» de los terroristas se expresan a favor de un grupo en particular (familia, barrio, nación o clase) y no de otros (poder extranjero, élites exclusivas, etc. )? ¿Por qué las necesidades personales de los terroristas, encuentran su expresión en un periodo de tiempo concreto (durantes las invasiones, ocupaciones, etc.) y allí donde se sitúe el poder imperial, las instituciones políticas y militares o estaciones de policía mercenarias?

Obviamente, lo «personal» posee múltiples formas, própositos, lugares y tiempo donde encuentra su expresión. Para explicar acciones políticas específicas, se deben examinar las relaciones políticas, ideológicas y de clase, y la configuración de poder estatal e internacional.

La segunda pregunta es un refinamiento de la primera; ¿Por qué las necesidades personales no son expresadas a través de acción política no violenta como las elecciones, por ejemplo, en vez de guerrillas, o bombas suicidas? Más específicamente, ¿Que obstáculos políticos, o muros literales o figurados, impiden cualquier otro tipo de acción que no sea la violenta? Podríamos plantear la hipótesis de que cuanto mayor sea el cierre impuesto al sistema político (mandato colonial o neocolonial, ocupación militar de larga duración, práctica e ideología racistas y exclusivistas, amplia tortura sistemática de sosechosos) mayor será el grado de exterminio y purga étnica, y mayor será la probabilidad de que el poder plantee la elección: o te subyugas, o te rebelas. Bajo estas circunstancias, hay muchas posibilidades de que se plantee una resistencia violenta, bien individual o colectiva.

Las bombas suicidas son una forma de sacrificio individual o de resistencia individual en nombre de un colectivo. En la sociedad occidental, el sacrificio individual para defender la nación en guerra merece las mas altas condecoraciones militares: la medalla de honor, con distinguidas ceremonias militares y religiosas. En Oriente Medio actividades honoríficas similares acompañan a las bombas suicidas: se les cita como mártires para la causa de liberación nacional. ¿Por qué los expertos en terror atribuyen comportamiento patológico a los luchadores de la resistencia en Oriente Medio y no a sus propios héroes militares que murieron por el sangriento imperio? ¿Por qué a una cultura que honra a sus sacrificados mártires se le denomina democracia y a otra se le llama cultura fanática fundamentalista?

La cuestión es especialmente relevante porque a través de la historia, en todas las naciones que se han enfrentado a un conquistador imperial con armas, organización y tecnología superiores, la resistencia ha incluido el sacrificio para así conseguir inflingir el máximo número posible de bajas en el enemigo. Pensemos tan sólo en Leónidas en el paso de las Termópilas, con unos pocos cientos de soldados enfrentándose al avance del ejercito imperial persa. ¿Se vio envuelto en una defensa suicida de Atenas? ¿Por qué se considera » glorioso» ser el quivalente de una bomba suicida en la antigua Grecia y no en la moderna Palestina?

La historia nos demuestra que siempre ha habido y siempre habrá individuos o colectivos (naciones, pueblos…) que están dispuestos a sacrificarse a defender sus naciones y hogares cuando se enfrentan a armas superiores. Los países (especialmente los estados imperiales) dotados de armamento superior rara vez utilizan, ya sea individual o colectivamente, el cuerpo humano como misil o arma. Los luchadores kamikaze japoneses no se utilizaron en la conquista de China o Filipinas; tan sólo entraron en escena al enfrentarse con la superioridad aérea y marítima estadounidense. Los expertos en terror intentan denigrar la política de la resistencia popular al atribuir la lucha a la manipulación por parte de líderes con motivos indignos. Esto pasa por alto todos los movimientos de masas, que tienen por su propia naturaleza un amplio espectro de líderes activistas y simpatizantes. Los expertos en terror imaginan a líderes ávidos de dinero, estatus, poder, trabajo, etc. De nuevo, la «desenmascaradora» técnica falla al explicar los hechos obvios. La estruendosa evidencia a través del mundo pasado y actual nos demuestra que aquellos decididos a luchar contra un poder dominante colonial e imperial, sufren importantes pérdidas de vida, familia, empleo, ingresos, vivienda y propiedades.

En el caso de los palestinos, los judíos israelíes castigan a sus familias, sustraen pertenencias personales y reliquias familiares, y destruyen generaciones de viejos huertos y campos cultivados. Con los movimientos de resistencia, es muy raro que los líderes se enriquezcan en medio de una lucha a vida o muerte. La mayoria de los líderes que se enriquecen lo hacen después de que los combates terminan, especialmente si deciden volverse y dar la mano a los mecenas de los expertos en terror. En realidad, los informantes y los colaboradores más cercanos a los expertos son los que se enriquecen, al espiar y entregar a los patriotas cosiderados «terroristas». Repetidamente, los expertos se embarcan en una inversión entre ejecutadores y víctimas. Esto ha sido una estratagema común entre los ideólogos imperialistas para justificar el uso de la fuerza, desde los nazis hasta los presentes colonialistas estadounidenses, europeos e israelíes. Para justificar sus absurdas afirmaciones, los expertos en terror peinan la faz de la Tierra para encontrar algún grupo y líderes individuales que cumplan con sus estereotipos y exciten a sus lectores de Nueva York, Tel Aviv, Washington o Londres. El experto en cuestión se reúne con un líder (musulmán, por supuesto) que tan sólo pasa por liderar un grupo «conocido por decapitar extranjeros y su alianza con Bin Laden». Así, consigue pulsar todos los botones para evocar la respuesta condicionada. Solo que han elegido los botones equivocados. Millones de implicados en la resistencia violenta no «decapitan» extranjeros; sólo un pequeño puñado lo hace y tan sólo bajo circunstancias cuestionables. Bin Laden tiene muy pocos aliados entre los grandes movimientos de liberación, incluso dentro de los paises musulmanes.

La mordaz calumnia selectiva de un tema prepara al lector occidental para aceptar la imputación emocional de comportamiento patológico. La académica de Harvard, Jessica Stern, nos proporciona un ejemplo típico -cercano a la parodia- de estas polémicas exlamaciones. Ella describe el propósito de su estudio como: «identificar algunos temas comunes que puedan ayudar a explicar cómo el violento nihilismo islámico continúa extendiéndose mas allá de los reductos sin ley y estados fracasados donde los terroristas tienden a medrar, hasta las ciudades occidentales». (Jessica Stern, «Cómo piensan los teroristas», Financial Times, 12/13 Junio 2004). El nihilismo no supone objetivos, principios ni alternativas.La mayoría de los observadores se mostrarían en desacuerdo, basándose en una simple lectura de la mayoria de los web revolucionarias o radicales islámicas. Tienen objetivos: reemplazar el dominio occidental por gobernantes nacionalistas islamicos. Sus principios incluyen variantes tanto religiosas y tradicionales como modernas, y su alternativa a la sumisión es la guerrilla y la resistencia individual o en masa. Los barrios, ciudades y comunidades donde estos «nihilistas» se originan son de sobra más estables, guiadas por normas y legales de forma perdurable antes de la intrusión forzosa del poder colonial imperial, el cual hace trozos las redes que unen las colectividades. «Los reductos sin ley», hasta el punto en el que están presentes, son producto de la no voluntad o incapacidad de los poderes conquistadores y sus títeres para establecer un orden social estable y justo. No solo eso, uno puede observar en muchas ocasiones que esa anarquía es selectiva. Los pueblos ocupados desobedecen las leyes, edictos o autorizaciones coloniales, mientras que aceptan las dictadas por sus autoridades legítimas. Además, se suele dar el caso de que las áreas liberadas por guerrillas son mas lícitas que bajo la propia ocupación militar o colonial con sus drogas, prostíbulos y bares. La noción de «estados fracasados» ha conseguido una cierta notoriedad entre los lumbreras occidentales, académicos y especialmente entre los expertos en terror. Sus exponentes usan el término para describir el colapso de naciones que han sido devastadas por militaristas pro-occidentales, saqueadas por los bancos de occidente bajo la tutela y la protección del FMI y del BM. Sin duda alguna ha habido gobernantes gangsteriles en la antigua Unión Soviética, Europa del Este y el Tercer Mundo, pero lo más común es que estén entrenados por fundaciones o universidades occidentales y envían sus fortunas a bancos israelíes, occidentales o paraisos fiscales. Los expertos en terror, al etiquetar a su antigua progenie como gobernantes fracasados, repudian a su propia descendencia. Los ideólogos imperiales quieren decir con «estados fracasados» que sus clientes han fallado a la hora de establecer un régimen neoliberal estable, y necesitan de una «exitosa» intervención imperial por parte de Europa y EE.UU. para crear «prósperas democracias». Como en la post-invasión de Kosovo, Afganistán, Irak y Haiti, donde el esclavismo blanco, el tráfico de drogas, los señores de la guerra y los escuadrones de muerte gobiernan con la ayuda de los helicópteros estadounidenses planeando y abriendo fuego sobre barrios rebeldes.

Stern y otros asesinos verbales despojan a las víctimas de su humanidad («nihilistas»), denigran su lugar de nacimiento («reductos sin ley»), niegan la autenticidad histórica de sus naciones («estados fracasados»), cuanto más mejor para supervisar su exterminación, su reducción, su tortura.

A través de los ojos de un experto en terror, el bombardeo de centros de población por parte de la UE, EE.UU. o Israel es considerado como un «gran favor a la humanidad»: evitar la propagación de terroristas en ciudades occidentales.

La estridente retórica antiárabe-musulmán da alas a los «moderados» políticos occidentales para imponer medidas administrativas y legales más rígidas y humillantes contra los viajeros, inmigrantes, visitantes, líderes religiosos, académicos y gente de negocios árabes, de Medio Oriente y sudasiáticos.

Los pueblos oprimidos, situados en el punto de mira y sujetos a una sistemática denigración por parte de los medios de masas occidentales, funcionarios estatales, políticas de inmigración, personal de embajadas hostil, expertos en terror académicos, la policía secreta y los escuadrones de la muerte, se transforman a sí mismos para enfrentarse a una «emergencia nacional» crónica. Las relaciones gobernante-gobernado constituyen una serie de imposiciones perpetuas y visitas no bienvenidas de operativos coloniales, con licencia garantizada por los expertos en terror imperiales. Enfrentados a un esfuerzo sistemático por rebajar su autoestima, los pueblos oprimidos se «encuentran» a sí mismos en sus propias organizaciones, públicas y clandestinas, religiosas y seculares. Esta reafirmación encuentra su expresión en una consolidación de una identidad religiosa o secular, plasmada en una mezquita, iglesia, movimiento político u organización de resistencia.

El poder colonial/imperial altera sobremanera la rutina diaria de población en su mayoría: «ir a trabajar» afronta carreteras cortadas, los sitios de trabajo son destruidos, los árboles fruteros son arrancados. «Cuidar de la famila» se convierte en una lucha diaria a vida o muerte, consiguiendo comida a precios de mercado negro enfrentándose a fuego hostil impredecible en la plaza. Disfrutar del tiempo libre llega a ser un recuerdo del pasado precolonial/imperial. Ahora hay «ocio forzado» (sin trabajo, vigilado y sin futuro) en la calle, donde el descontento individual es socializado por líderes locales, que proporcionan un objetivo para la acción. Tomar partido, dirigirse a la opresión; el endurecimiento de las posturas es un esfuerzo fundamental a la hora de recuperar la «rutina diaria»

El complejo entretejido de poderosas lealtades espirituales, responsabilidades familiares y desplazamiento del lugar de trabajo conlleva al compromiso de la acción directa y un movimiento político. Este es un proceso racional y complejo. Las preconcepciones coloniales de los expertos en terror les ciegan de esta realidad. Por ejemplo, Stern ve al luchador comprometido con la resistencia como en una «especie de trance»; irracional, dogmático y simplista.

Los expertos repiten hasta la saciedad que los terroristas entran en estas organizaciones en su búsqueda de fuerza, una respuesta común de todos aquellos involucrados en política y acción social. Así, transforman una frecuente observación con un recorrido de más de 3000 años en un rasgo particular de los «terroristas». Los luchadores de la resistencia tienen un sentido de altruismo y una idea del bien común, lo cual los expertos en terror rechazan tomar en serio. Hacerlo requeriría una profunda re-examinación de sus lealtades y su colaboración con los poderes imperiales/coloniales, y una profunda y crítica investigación propia acerca de su lugar y motivos institucionales. Esto sería una difícil experiencia tanto material como psicológica para los expertos en terror, ya que su prestigio, ingresos, estatus e influencia se verían amenazados. Su grave análisis introspectivo podría llevarles a cuestionar a sus mecenas, sus instituciones, sus estados coloniales/imperiales. ¿Qué fundación pagaría para tener a un experto en terror «renegado» que soportase sus prejuicios, falsificaciones y estrechos vínculos con los políticos que condenan la tortura y los asesinatos? ¿Describirían sus colegas al renegado como en una «especie de trance» o «víctima del síndrome de Estocolmo»?

Los practicantes coloniales y sus expertos académicos se especializan en verificar cada uno de los estereotipos sobre los luchadores de la resistencia. Simplifican sibremanera sus motivos, sus decisiones y entrega. Se basan en categorías generales que ocultan realidades estructurales más profundas en favor de un etiquetado subjetivo. Ante todo, apartan cualquier rastro de objetividad. Las relaciones de poder y dominio, la violencia de estado, las intrusiones hostiles en países, pueblos y ciudades árabes, musulmanes y latinoamericanos son descritos por los expertos en terror como «defensivas» o «represalias». Mientras los miembros y partes de cuerpos de bebés, mujeres y ancianos palestinos vuelan sobre las ruinas de sus hogares y barrios, Harvey Morris, director de la oficina sionista del Financial Times en Israel, escribe acerca de «represalias», tras haber matado docenas de niños y ancianos. La desaparición de la objetividad implica incapacidad para empatizar con la condición humana de las víctimas colonizadas; por esa razón los expertos deben presentarlas como sub-humanas. Debido a que los expertos en terror condenan a las víctimas que sufren mayor abuso en nombre del más despiadado poder, se convencen a sí mismos de que sus mordaces diatribas prestan solamente un servicio a la verdad y a la ciencia. De este modo, inventan un nuevo paradigma: diatribas científicas al servicio de la deshonestidad intelectual.

Los expertos en terror son maestros en eufemismo, especialmente cuando tiene que ver con la suciedad y la sangre procedentes del imperio. Los imperialistas se convierten en «planetarios». A la ocupación nacional se le llama «construcción de la nación». Las asesinas guerras destructivas pasan a ser «intervenciones humanitarias».

Por encima de todo, los expertos en terror celebran el imperialismo triunfante: Los pueblos coloniales derrotados, se nos dice, se muestran resentidos – aquellos que sienten que no pueden evitar quedarse atrás- Por supuesto, con una capucha sobre sus cabezas, grilletes en los pies, y una aguja de ganado quemando sus genitales. Se quedan atrás, no pueden volverse y expresar su gratitud a los torturadores.

¿Cómo no se va a quedar atrás un granjero palestino con un colono israelí que se apodera de sus tierras, su agua, y, gracias al apoyo de matones locales y soldados israelíes le bloquea el acceso al mercado? Cualquier escasez de resentimiento sería verdadero masoquismo. ¿A alguien le asombra que los desposeídos arriesguen sus vidas convirtiendo su resentimiento en resistencia? Por supuesto. Cuando los tanques entran en los barrios iraquíes después de haber bombardeado hogares y mezquitas, ¿es digno de asombro el que vecinos furiosos se reunan en tropel alrededor de un tanque caido en una emboscada y bailen entre los fragmentos de cuerpos y metal humeantes? ¿Es un horroroso espectáculo propio de despiadados terroristas, o de exultantes vecinos que han silenciado el sonido de los proyectiles estallando sobre sus cabezas o los hogares de numerosos semejantes?

Los expertos en terror existían antes de la resistencia iraquí y lo seguirán haciendo después. Dondequiera que los oprimidos se levanten y resistan de manera efectiva el poder imperial, habrá reconocidos académicos, subsidios por parte de fundaciones y Centros para Estudios Internacionales dedicados a los ambiciosos expertos en terror. El estado imperial demandará sus servicios, los prestigiosos Consejos de Relaciones Exteriores les ofrecerán un nombramiento y las universidades les distinguirán con sus reconocidas cátedras. Serán celebridades: figurarán en las tertulias de masas. Se encontrarán lejos de los campos de exterminio, pero su espíritu estará en las líneas de frente y en las cámaras de tortura, guiando las manos que encapuchen a aquellos que no se dejan redimir, a los nihilistas, a los musulmanes, a los marxistas, a los patriotas.

BIBLIOGRAFÍA

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