Qué pensarían Víctor Hugo, Emile Zola y Edmundo d Amicis al ver cómo sus historias de explotación infantil en el siglo XIX, quedan minúsculas al lado de las padecidas hoy por millones de niños esclavos.
Actualmente, el contrabando y usufructo de menores de edad constituye uno de los dramas más escabrosos de la humanidad y la forma de opresión exacta para subyugar a más de 100 millones de niños.
Un ejemplo reciente fue el descubrimiento policial de medio centenar de niños mudos hondureños, que vendían llaveros por un dólar en las calles de la nación centroamericana.
Ellos eran inducidos a la actividad por una banda dedicada a esclavizar pequeños indefensos, los cuales recibían castigos corporales y no cobraban salario alguno.
Tal episodio permitió advertir la magnitud del vasallaje, que cada año suma entre 700 mil y un millón de infantes y mujeres, víctimas del flagelo, según grupos defensores de la niñez y la juventud.
La otra arista del problema son los centenares de pequeños emigrantes, quienes a merced de empleadores encargados de aislarlos en plantaciones o fábricas, los reservan para ejercer la mendicidad y la prostitución.
Difícil parece cuantificar la dimensión del fenómeno por su carácter ilícito, aunque la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calculó que al término de 2005, las cifras alcanzaron los 73 millones de menores de 10 años asalariados en el mundo.
Honduras, Guatemala y El Salvador exportan hacia México a centenares de muchachas, vendidas a prostíbulos por 100 ó 200 dólares, según denunció Casa Alianza, mientras que en Nicaragua desaparece un niño cada tres días.
Algunos modelos mundiales permiten tener una idea aproximada de la gravedad del asunto, como es saber además que 200 mil infantes del Sudeste Asiático son víctimas del tráfico.
La Organización Internacional de Migraciones (OIM) y el Comité de Derechos del Niño manifestaron que entre 100 mil y 150 mil niñas de Nepal fueron enviadas a la India para su uso en el mercado del sexo.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) confirmó la presencia de 200 mil pequeños esclavizados en Africa Central y Occidental.
Paradójicamente, la Human Rights Watch constató que unos 50 mil críos por debajo de los 10 años ingresan cada año a Estados Unidos para desempeñarse como obreros.
Contrabandistas internacionales utilizan métodos similares para ganar la confianza de los padres, gracias a una pequeña suma de dinero o algún regalo.
Así consiguen intimar con los progenitores, que les entregan a sus hijos con la promesa de cuidarlos y encontrarles un trabajo capaz de mejorar las condiciones de vida del resto de los miembros del hogar.
Pero la pobreza, la decadencia del sistema de familia, el carente acceso a la educación y las míseras fuentes alternativas de ingreso para los padres, son algunas de las causas del mal social.
El Programa de Eliminación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT se esfuerza en encontrar soluciones al problema y a partir de la experiencia reunida, promovió diversos proyectos de ayuda a los gobiernos para combatir el tráfico de niños en América Latina.
La finalidad reside en crear conciencia sobre el azote, alejar a los menores del trabajo y atacar de raíz las causas de la pobreza.
Pésimas condiciones en los puestos de labor, contacto con herramientas y sustancias peligrosas y castigos violentos recibidos no sólo quebrantan la salud del infante explotado, también lo expone a traumas psicológicos.
Los factores negativos inherentes al tráfico, agravados por abusos sexuales, predisponen al niño de la calle a sucesivos cuadros depresivos que terminan por abrirle el camino a la delincuencia y las drogas.
En la mayoría de los países latinoamericanos pululan agencias clandestinas con ofertas de trabajo para niños de seis a 14 años, colocados en plantaciones de cacao o algodón.
Por razones evidentes, no resulta fácil realizar una estimación del valor económico que representa esa trata.
Especialistas del tema aseguran que después del narcotráfico, el negocio del juego y la prostitución, la esclavitud infantil es una de las formas más lucrativas de la delincuencia transnacional organizada.