Ellos han sido llamados esclavos, siervos, tributarios, masa, chusma, rebaño, salvajes, barbaros, presos de guerras, sucios pescadores, carpinteros de cuna y tumba, buscadores solitarios del oro, muelleros en Panamá y en Tampa, repartidores de periódicos en la India y Estados Unidos, saladores de carnes en Galicia y en la pampas, cultivadores de remolacha y arroz […]
Ellos han sido llamados esclavos, siervos, tributarios, masa, chusma, rebaño, salvajes, barbaros, presos de guerras, sucios pescadores, carpinteros de cuna y tumba, buscadores solitarios del oro, muelleros en Panamá y en Tampa, repartidores de periódicos en la India y Estados Unidos, saladores de carnes en Galicia y en la pampas, cultivadores de remolacha y arroz en Ucrania y en China, roedores de minas en Chile y Costa Rica, piezas del positivismo de las máquinas en México y en Canadá, desperdicios óseos en el Potosí, hijos del banano en las fincas de barbas amarillas en Centroamérica y la zona Caribe de América del sur.
Ellos siempre han sido basura humana y sus gritos de justicia son terrorismo y sus reclamos cárcel y asesinatos. A nadie se le ocurrido que la riqueza que han producido sus manos, por un truco llamado comercio inventado por los economistas, se ha deslizado a las manos de las ufanas riquezas de los países del primer mundo, es simple hacer la operación aritmética para salir del error, si al sudor vertido le sumamos la sangre derramada, el resultado es la acumulación de capital que hoy irriga de bonanzas los bolsillos de unos tan pocos hombres, llamados dueños del mundo.
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