Traducido para Rebelión por S. Seguí
Simon Romero, del New York Times, no deja pasar ninguna oportunidad de informar sobre cualquier atisbo de malas noticias sobre Venezuela. El pasado 9 de febrero, y bajo un titular que decía así «En Venezuela, la fe en Chávez empieza a flaquear», nos contaba que a pesar de la bendición que suponen sus grandes reservas de petróleo, la escasez de alimentos y los «brotes de dengue» han puesto a la gente de muy mal humor.
Ya escribí en este mismo sitio de Internet sobre el tema de la escasez de alimentos(1) los días 13 y 21 de febrero, pero no mencioné el dengue o su mortal variante conocida como fiebre del dengue hemorrágico (FDH).
Quizá Romero tenía prisa, pero si hubiera verificado un artículo publicado por la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN) del 8 de febrero -un día antes del artículo del Times- hubiera podido leer este titular: «Venezuela es el primer país que realiza progresos en la lucha contra el dengue»
Bajo este titular, Romero y toda la redacción del Times podrían haber leído la primera frase del artículo «Miembros de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de visita en Venezuela, afirmaron que este país es el que más progresos hace en la región en la lucha contra el dengue.» La OPS es la rama regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Quizá Romero y el New York Times pensaron que el presidente Chávez había fabricado esta noticia y había dado órdenes a la ABN de difundirla por un continente confiado. Pero yo creo que Hugo Chávez estaba demasiado ocupado con su mediación con las FARC y la invasión de Ecuador por Colombia para ir dando órdenes en una sala de redacción de Caracas, y además nadie en la OMS ha negado la veracidad de la noticia de ABN.
Por cierto que, desde el 12 de febrero pasado se han registrado 118 casos de dengue en Puerto Rico, lo que nos obliga a pensar que la fe en George W. Bush está flaqueando en esta isla.
El dengue y el DHT existen en toda América del Sur, América Central, México y el Caribe. Unos países registran mejores resultados que otros en la lucha contra estas enfermedades. ¿Por qué ha tenido tanto éxito Venezuela? Podríamos hacernos la misma pregunta sobre la sanidad venezolana en general, en un país en el que cada éxito suscita el odio del Imperio Estadounidense.
La explicación de este odio patológico puede estar en que, dadas las inclinaciones socialistas del actual gobierno, Venezuela tiene la osadía de utilizar sus recursos para proporcionar cuidados sanitarios gratuitos a todos los ciudadanos que los necesitan, en particular los pobres. Anteriores gobiernos venezolanos prometieron en el pasado una sanidad para todos, pero nunca tuvieron suficientes clínicas o médicos simpatizantes con la idea como para llevarla a la práctica. El gobierno de Chávez dispone de las dos cosas: médicos y clínicas.
En cambio, los gobernantes del Imperio Americano nos aseguran que nuestro país no puede permitirse un servicio de salud gratuito para nuestra gente. En su lugar, nos vemos obligados a gastar billones de dólares para crear y lanzar armas de destrucción masiva en Iraq y Afganistán. Por el bien de estos países, por supuesto. Estamos intentando liberarlos y convertirlos en sociedades democráticas a bombazos.
Pero, ¡qué tipo tan poco corriente es este Chávez! No tiene interés alguno en las armas de destrucción masiva, en cambio afirma que Venezuela pronto será una «superpotencia en la producción de alimentos.» En lugar de continuar su dependencia de Estados Unidos, Venezuela fabrica hoy sus propios tractores. Según parece, si deseas mejorar la salud pública debes antes prevenir la desnutrición y el hambre.
Si quieres el mejor sistema sanitario necesitas también médicos, clínicas y todos los avances de la ciencia médica. En Venezuela, la expresión más clara de la Revolución Bolivariana ha sido el crecimiento del movimiento Misión Barrio Adentro. «Ha supuesto colocar médicos en barriadas urbanas y rurales en las que pocos médicos venezolanos se atreven a poner los pies. Para muchos venezolanos pobres, esta campaña ha sido por sí sola una revolución», afirma Bart Jones en su reciente libro «¡Hugo!»(2)
¿Dónde fue a encontrar Venezuela todos estos médicos? ¿Qué país produce licenciados en medicina que además tengan ardor revolucionario y estén dispuestos a ir donde viven los pobres?
En octubre de 1999, Fidel Castro viajó a Venezuela para una reunión fraternal. Él y Chávez visitaron la tumba de Simón Bolívar y viajaron a Sabaneta, población donde Chávez pasó su niñez y vivió con su abuela en una cabaña hecha de barro y paja. Chávez y Castro jugaron a béisbol, aunque, a decir verdad, Fidel, a sus 75 años, sólo hizo de manager de su equipo. Pero al final salió como bateador emergente en el último inning. (Lo poncharon, pero él discutió la decisión del árbitro).
Cuando Fidel volvió a su país, había acordado con Chávez algunos asuntos de importancia para ambos países. Venezuela vendería petróleo a Cuba a precios accesibles y Cuba pagaría este petróleo en dinero y asistencia médica. Los 450 médicos cubanos que ya estaban en Venezuela seguirían allí y darían formación al personal de las clínicas que iba a construir Venezuela.
En 2004, el número de médicos cubanos en Venezuela alcanzaba ya los 13.000. Cuba había proporcionado también formación a estudiantes de medicina venezolanos. Hoy, diez años después de la elección de Chávez, Venezuela tiene una nueva generación de médicos dispuestos a ayudar a los pobres. Jóvenes oftalmólogos, por ejemplo, prestan servicio en clínicas oftalmológicas gratuitas en todo el país.
John Otis, del diario Houston Chronicle, visitó una de estas clínicas, en la que charló con Celestino Granados, uno de los 110 salvadoreños afectados por cataratas que hasta la fecha han sido operados gratuitamente en esa clínica. Venezuela pagó incluso los gastos de transporte aéreo.
«Veo perfectamente,» le dijo Granados a Otis a los pocos días de su operación. «Puedo incluso ver el color de sus ojos.» Más tarde, él y otros pacientes volaron de regreso a El Salvador. Ninguna de estas personas hubiera podido pagarse una operación de cataratas que hoy día cuesta alrededor de 1.500 dólares en las clínicas tradicionales de América Latina. (Houston Chronicle, 18.6.2007)
¿Cómo financia Venezuela sus servicios de salud? La mayor parte del dinero viene de los ingresos por petróleo.
Algunos considera esto inmoral: «No podrían hacer todo esto sin todo ese petróleo,» afirman. Y es cierto. No podrían. Pero lo tienen… y lo gastan en los pobres. En su día había muchísimo petróleo en Texas, pero Texas nunca trajo a centenares de personas para operarlas de la vista gratuitamente. En Houston, enviaron hombres a la Luna y construyeron el Astrodome. Si usted tuviera cataratas, que preferiría: ¿visitar un Astrodome que no podría ver o recuperar la vista y mirar a la luna desde el patio de su casa?
Hay quien afirma críticamente que los médicos y las clínicas de Venezuela son algo malo porque su éxito supone la promoción del socialismo: ¿qué va a promover sino?, ¿la curación por la fe?
Después de toda esta publicidad de las clínicas oftalmológicas, estaba claro que el New York Times enviaría a Simon Romero de vuelta a Venezuela para informar de las últimas noticias. En un artículo publicado el 26 de febrero, cuenta su visita al Hospital Luis Ortega, de la ciudad de Porlamar, de un modo tan tétrico como todas sus habituales crónicas. «La pintura ha saltado ya de unas paredes que no se han pintado en años.» Y por si fuera poco, habla de «pacientes inconscientes», cuyas camillas están «alineadas cerca de la recepción.»
El lugar parece casi tan malo como uno de estos hospitales estadounidenses en los que los médicos amputan miembros equivocados. O le amputan el miembro correcto… al paciente equivocado.
A pesar de todas las camillas alineadas en su camino, Romero visitó una «sala de reanimación escondida al final de un corredor mal iluminado.»
Al margen de la pintura desconchada y la escasa iluminación del corredor, un equipo de oftalmólogos había devuelvo allí la vista a 96 hombres y mujeres nicaragüenses. Y además, efectivamente, les proporcionaron gratuitamente los billetes de avión.
Para equilibrar su reportaje, Romero volvió rápidamente a Caracas, donde habló con Mirtha Noguera, presidenta de la Sociedad Venezolana de Oftalmología, quien opina que todo esto de devolver la vista a la gente está muy bien, pero que hace que el sistema de salud deje de atender «otras necesidades apremiantes en Venezuela.» Puede que tenga razón, o no, pero probablemente tampoco tenga mucha importancia porque, como afirma la señora Noguera, «los médicos se van porque no pueden ganar salarios decentes.»
Sinceramente, no creo que esta queja de que los médicos están mal pagados vaya a levantar las simpatías de la mayor parte de los lectores de periódicos, aquí en el Middle West estadounidense. Probablemente vamos a sentir más simpatía por Marden Espinoza, de 69 años, una profesora de matemáticas retirada, nicaragüense, que ha vuelto a su casa con la vista recuperada.
Lo malo del argumento de la señora Noguera es que Venezuela está disponiendo rápidamente de muchos doctores que no piden millones de dólares antes de ponerse a devolverle la vista a una retirada de un país pobre.
No sé lo que esta señora tiene previsto hacer después de que todos los médicos de la Sociedad Venezolana de Oftalmología hayan emigrado porque «no pueden ganar salarios decentes.» Pero permítanme que le sugiera a la señora Noguera dónde buscar trabajo. En la inauguración del nuevo hospital Dr. Osío de Cúa, en Miranda, el presidente Chávez señaló que entre 1997 y 2007 «el número de clínicas de cuidados primarios en Venezuela pasó de 4.804 a 11.373 (Kiraz Janicke, Venezuelanalysis.com, 20.2.2008)
Llegará un momento en que la pintura de todas esas clínicas comience a desconcharse. Entonces se le dará pintura gratis, pero deberá poner la brocha.
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(1) http://www.counterpunch.com/irelan02212008.html
(2) Bart Jones, ¡Hugo!, Random House, 2007 (pág. 288). Bart Jones es actualmente reportero de Newsday y ha trabajado durante ocho años en Venezuela principalmente como corresponsal de Associated Press, entre otras actividades periodísticas.
Patrick Irelan es profesor de secundaria retirado. Ha escrito A Firefly in the Night (Ice Cube Press) y Central Standard: A Time, a Place, a Family (University of Iowa Press). Puede contactarse en [email protected].
S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.